Un actor consagrado rompe prejuicios y da el salto a la dirección con una obra íntima atravesada por la murga

Antes del estreno de "Ahoradespués", Álvaro Armand Ugón habló con El País sobre qué lo llevó a aceptar este nuevo reto, la elección del protagonista y el proceso creativo desde la dirección.

El actor Álvaro Armand Ugón debuta como director con "Ahoradespués".
El actor Álvaro Armand Ugón debuta como director con "Ahoradespués".
Foto: Darwin Borrelli.

Uno de los actores más reconocidos del teatro uruguayo, Álvaro Armand Ugón está ante un desafío interesante: su debut como director. Lo hará con Ahoradespués, un texto del argentino Guido Zappacosta, sobre el vínculo entre un hijo y su padre y que ha recibido elogios y premios en su estreno en Argentina.

Acá interpretado por Franco Rilla, el unipersonal incluye música de Tabaré Cardozo, de Agarrate Catalina y una puesta en escena austera, adelanta. Se lo podrá ver hoy (a las 20.00), viernes y sábado (a las 20.30) y el domingo a las 19.00, en la Sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional Adela Reta; entradas en Tickantel a 650 pesos.

A Armand Ugón, quien también es docente, se lo ha visto recientemente en la comedia ParaAnormales y en los unipersonales Psicópata. Lo que no te mata, te entretiene y Recuerde esto: La lección de Jan Karsky pero tiene una carrera que abarca más de 30 años. Este es un resumen de una charla, café mediante, con El País.

—¿Por qué dirigir ahora y por qué Ahoradespués?
—Todo surgió de una propuesta de (el productor) Diego Sorondo, con quien había trabajado en ParaAnormales. En noviembre, me llamó para decirme que tenía una obra para que yo dirija por primera vez. Aunque lo había considerado, nunca había pensado seriamente en dirigir...

—¿Por?
—Tenía un prejuicio sobre el actor perdiendo el foco al dirigir, pero me di cuenta de que es lo contrario: te coloca en un lugar de mayor comprensión del fenómeno teatral en su conjunto.

—Perdón, me estaba contando de la oferta de Sorondo...
—Yo iba con ese “no”, pero confío en su criterio y visión para lo teatral, así que prometí que la iba a leer. Me tomé unos días, la leí y me me conmovió por todos lados. Tiene una poesía muy cercana. Es una historia autobiográfica de Guido Zappacosta sobre un pibe del conurbano bonaerense que, varios años después, recuerda el día previo a la muerte de su padre. Pasa por la cancha, el último partido de fútbol que ven juntos, el viaje en bondi, la ida al hospital, con mucho sentido del humor, sensibilidad y una poesía muy hermosa y popular.

—¿Franco Rilla fue idea suya?
—Inmediatamente visualicé a Franco, a quien conocía por haber sido su docente y sabía de sus condiciones desde chico. En la siguiente reunión, dije que me encantaría hacerla y que tenía al actor. Hablé con Franco, leyó la obra y en un par de días se sumó al proyecto. En diciembre tuvimos las primeras lecturas. En febrero retomamos, trabajamos en improvisaciones y búsqueda de lenguaje para cada una de las siete escenas, cada una con sus desafíos actorales y de puesta en escena. En el medio apareció Tabaré Cardozo.

—Por lo que he visto, la puesta es una obra de actor.
—Sí, la puesta está jugada enteramente a la actuación. El epígrafe de la obra es un fragmento de la despedida de El viaje de Agárrate Catalina, que habla de las manos de mi padre protegiéndome del mundo entero. En el equipo ya estaba Bea Belloni que es la asistente de dirección que es muy amiga de Tabaré y yo había trabajado con él en la única obra que había hecho él antes. Y esa poesía popular estaba relacionada con la murga, el tango y el rock and roll.

—En esto de ser una obra de actor, también es un buen primer paso para usted dirigir, ¿no?
—Exacto. Mi experiencia con unipersonales —como Resiliencia con Marianella Morena, Recuerde esto con Denevi o Psicópata de Fernando Schmidt— me dio confianza. El unipersonal tiene códigos particulares: sostener una historia solo en escena durante una hora y media requiere haber pasado por esa experiencia para dirigir y aportar al actor. Franco, además, venía trabajando en un unipersonal con María Dodera, lo que le dio un background para este lenguaje que exige un vínculo muy particular con los espectadores y el escenario

—Cuando fue a dirigir, ¿en qué director pensó?
—Sin duda, en Jorge Denevi, uno de mis grandes maestros, que me dirigió junto con Renata Denevi, en Recuerde esto. Aprendí mucho de él sobre el rol del director: tener ciertos parámetros muy claros pero dar libertad al actor para proponer, manteniendo un horizonte definido. Pero yo siento que soy un actor haciendo su experiencia como director. El título de director es muy grande, exige un proceso de aprendizaje.

Álvaro Armand Ugón dirige a Franco Rilla en "Ahoradespués".
Álvaro Armand Ugón dirige a Franco Rilla en "Ahoradespués".
Foto: Darwin Borrelli

—¿El actor que dirige aporta otra mirada?
—Que el director haya sido actor no es excluyente, pero ayuda en el proceso de creación junto al actor. Sabe que ese director que le está pidiendo ciertas cosas pasó por ese lugar y puede dar “piques”. Pero dirigir, además, implica una concepción del espectáculo, el espacio escénico, la utilería, los elementos que aparecen. Acá pasamos por saturar el espacio y luego decantar lo esencial. Como decía Peter Brook hay que “abrazar una idea con entusiasmo y soltarla con facilidad”.

—Cambiando tema, como docente, ¿cómo ha cambiado el acercamiento a la actuación en los últimos años?
—Depende de lo que busca cada uno. Ahora hay más apertura. En mi generación, muchos querían actuar, pero les decían que se morirían de hambre o lo dejaron para después de criar a sus hijos. Ahora hay gente de 16 a más de 60 años en los talleres. También buscan actuación ante cámara, algo que antes no existía y que acercó a mucha gente.

—¿Y cómo ve las nuevas generaciones que llegan a la actuación?
—Tiene que ver con la esencia de la persona. El teatro, en este país, no se hace por lo económico, sino por una necesidad vital. Eso veo en Franco, por ejemplo, algo que trasciende el gusto y marca la diferencia para quedarse a pesar de las dificultades.

—¿Cómo ha cambiado el público en estos últimos años?
—Después de la pandemia se ha acercado mucho público. El teatro es irrepetible, y el espectador es parte fundamental; sin él, no existe. Cada público es diferente, y un público comprometido completa el espectáculo.

—Con tantos escenarios, ¿esa necesidad vital sigue intacta?
—Sí, aunque a veces, como actor, tomás trabajos por trabajar, en una dinámica de multiempleo, y se pierde entusiasmo. Dirigir revivió esa necesidad desde otro lugar, me impulsó a estudiar, investigar, formarme. Y a eso también me impulsó Animales de Dios con Marianella Morena, una artista que me inspira y que reavivó esa búsqueda actoral y creativa.

—¿Tiene ganas de quedarse como director?
—No me lo planteo como una carrera. Disfruté la experiencia, pero me siento esencialmente actor. Ese es mi lugar. Si surge otro proyecto que me interese, lo consideraré, pero mi oficio principal es ser actor.

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