Armand Ugón, el animal del teatro uruguayo que se vuelve psicópata: "Lo que más me incomoda es la liviandad"

Álvaro Armand Ugón, actor y docente con largo pasado televisivo, está los sábados en Undermovie con "Psicópata", el unipersonal con el que se plantea un nuevo desafío profesional. Del compromiso y la verdad teatral, esta charla.

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Álvaro Armand Ugón en "Psicópata".
Foto: Difusión

De la obra dura que le valió la aclamación crítica durante 2023 (Recuerde esto: la lección de Jan Karski, con una perspectiva inusual sobre el holocausto judío), Álvaro Armand Ugón pasó ahora al cuerpo de un psicópata (foto) que agota entradas los sábados en Undermovie. Comparten, los dos proyectos, la condición del unipersonal, el desdoblamiento en diferentes roles y, por encima de todo, un compromiso.

El mismo compromiso que Armand Ugón sostiene desde los 17 años, la primera vez que vio actuar a Roberto Jones y entendió que él, un adolescente al que nada lo encendía, había encontrado su propio fuego. El mismo compromiso con el que hizo su carrera en teatro, pasó por el cine, conquistó la televisión en la última era dorada de la ficción nacional. El mismo con el que da clases y por el que colegas suyas como Gabriela Iribarren pueden decir que es “un animal”.

De la nueva búsqueda de este, un animal de teatro, un extracto de charla con El País, con Psicópata, lo que no te mata te entretiene como excusa.

—¿En qué te consideras cerca de la psicopatía?

—Creo que a veces confundimos un poco lo que es ser un psicópata, ¿no? Yo considero que las características que se describen como parte de la psicopatía no me tocaron. Tengo la capacidad de sentir empatía, de darme cuenta qué está bien y qué no. Aunque lo políticamente incorrecto para decir cosas está bueno…

—Pienso en la construcción social que tenemos del psicópata como alguien que manipula las emociones del otro y que en general tiene una faceta seductora; un psicópata te envuelve. Y el actor tiene mucho de eso.

—Bueno, dicen que hay puntos de contacto entre el artista y el psicópata, pero creo que puede haber puntos de contacto entre casi cualquier cosa. Aparte, en Psicópata (con dirección de Fernando Toja) lo que hace el personaje es justamente convocar a un show; hace un espectáculo autobiográfico y convoca a los espectadores para contar su vida y de alguna manera los va seduciendo y convirtiendo en cómplices, de lo que hizo y lo que planea hacer.

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Álvaro Armand Ugón en "Psicópata".
Foto: Difusión

—¿Cómo ha sido la respuesta del público en estas funciones?

—Increíble. Sabíamos que era un espectáculo que tenía mucho humor, un humor bastante negro, que no es para todo público, pero nos hemos dado cuenta de que realmente el público responde mucho. Estoy sorprendido y su avidez se nota.

—¿Crees que has cosechado un público que te sigue a vos?

—No sé, tengo dudas de eso. El unipersonal tiene esa característica, aparte de todas las dificultades artísticas y el desafío que implica, que de alguna forma te hace pensar o medir qué respuesta puede llegar uno a tener del público. Para ser totalmente honesto, el anterior unipersonal no tuvo una gran respuesta. Sí fue muy valorado por la crítica, los colegas, pero no tuvo una afluencia de público tan alta. Entonces, si lo medís por la convocatoria que yo pueda tener, te das cuenta de que en realidad la gente va a ver un espectáculo en el que vos actuás, no te van a ver a vos. Porque ahora, con este otro unipersonal, la respuesta del público ha sido totalmente diferente. Creo que tiene mucho que ver la temática, un color más de comedia; la otra obra tenía una temática bastante dura.

—Vos defendés o resaltás el carácter de entretenimiento del teatro, del que hay gente que reniega, y justo esta obra se subtitula “Lo que no te mata te entretiene”. ¿Qué otras cosas es el teatro para vos?

—Yo creo que primero es entretenimiento, el tema es que hay un prejuicio sobre lo que es entretener, eso de que entretener es hacer cualquier cosa para llamar al público. Esta definición se la escuché a Mauricio Kartun: entretener es “tener entre”, tener al espectador en un lugar para después comunicar cosas. Creo que al mismo tiempo el teatro es el arte por excelencia que nos hace vernos a nosotros mismos como humanidad. Y está lo que dice Pompeyo Audivert, que habla del piedrazo en el espejo; corresponde, de alguna forma, romper un poco, tal vez desde las estructuras de trabajo, porque el espejo tiene que distorsionarse para generar un caleidoscopio en la visión artística. Pero esencialmente es eso: nos refleja, nos hace cuestionarnos.

—Traes a Pompeyo y a Kartun. Si un alumno tuyo citara a Álvaro Armand Ugón, ¿qué diría?

—Yo soy docente de actuación y profundizo o trato de transmitir lo que pude haber aprendido. En ese sentido, trabajo una línea realista, una estructura stanislavskiana, por decirlo de alguna manera, pero creo que ese es simplemente un punto de partida que te acerca al personaje. Creo que en esencia lo que yo pueda decir tal vez tiene que ver con el compromiso: sea cual sea el espectáculo que estés haciendo, el estilo teatral, vos tenés que hacerlo con mucho compromiso, disciplina y con gran respeto hacia el público.

El teatro es el arte por excelencia que nos hace vernos a nosotros mismos como humanidad

—¿Qué define la verdad de una actuación, en qué se nota?

—En que vos pases el personaje o la historia por tu cuerpo, que lo pases a través de tu sensibilidad y que, en esas circunstancias imaginarias en las que estás viviendo como actor, lo que estés contando te esté sucediendo. Creo que la verdad viene de ese lugar. Y también del no sucumbir a emociones escénicas que tengan que ver con el hecho de querer generar una emoción para el espectador. La verdad viene de ahí, de saber que el actor está siendo honesto con lo que hace.

—¿Eso es algo que se educa o tiene que ver con el talento?

—Yo creo que eso que se llama “talento” existe, sin duda. Lo que pasa es que el talento solo no alcanza. En la escuela recibo mucha gente, y a mucha de esa gente la ves el primer día y decís: “¡Pah! ¡Qué talento!”. Pero muchas veces esa gente no tiene o la vocación, o la voluntad, o la capacidad de estudio, que son sumamente necesarias para dedicarse a esto. Y de repente alguien que no tiene en principio tanto ángel, explota y se transforma en un artista mucho más completo. Entonces el talento es algo de lo que uno no se debe preocupar cuando se va a dedicar a esto, no es tan importante; es mucho más importante si tenés vocación, disciplina, ganas, necesidad de hacerlo. Si es algo esencial para tu vida.

—¿Tu teatro y tu vocación pasaban originalmente por esto de lo de lo necesario, de lo urgente?

—A mí lo que me sucedió es que cuando una profesora de Literatura nos llevó a ver un espectáculo de la Comedia Nacional y vi el trabajo de Roberto Jones y tomé contacto con el fenómeno teatral, sí se me generó esa necesidad. Porque yo estaba en un momento de mi adolescencia en el que no me interesaba nada, nada, y apareció algo que me interesó. Me generó la certeza, y es esa convicción la que hizo que después me haya dedicado de la forma en que me dediqué a esto. Tal vez fue medio salvador.

—Antes te preguntaba por tu público. Trabajaste muchos años en cine y en televisión, ¿por qué cosa te reconoce la gente?

—Una vez uno en un semáforo, que creo que estaba haciendo malabares, no sé qué estaba haciendo, me dijo: “Vos eras famoso”... Es algo que define mucho nuestra actividad, ¿no? Yo creo que lo importante de nuestra actividad es mantenerse. Esta es una carrera de largo aliento, y a veces pasa que el público te asocia con determinados personajes, determinada época, determinado producto, y de repente quedás enganchado. Pasa, pasa mucho; gente que ha tenido mucho reconocimiento, pero que quedó en una época de las telenovelas, de no sé qué, y le cuesta muchísimo seguir. Creo que ahí el teatro es un refugio para el actor, pero en definitiva lo importante es mantenerse. Sí, la gente me asocia mucho con Charly en el aire. Y durante mucho tiempo me decían “Charly” en la calle. Igual siempre tuve claro que son momentos, y me siento muy realizado de haber podido seguir, de nunca haberme quedado en esos logros.

—¿Y hoy tu búsqueda cuál es?

—En cuanto a lo actoral, decidí tomarme un año para no profundizar demasiado en lo psicológico o en el trabajo desde ese lugar. Capaz descomprimir un poquito. Y en cuanto a las temáticas, permitirme jugar más. Artísticamente, mi zona de confort es una zona de mucha incomodidad, ¿entendés? Lo que a mí más me incomoda, más me cuesta, es la liviandad y el abordar la profesión desde otro lugar. Entonces mi desafío este año es eso: correrme un poco, reírme de mí.

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