El uruguayo Alfonso Tort, a sus 46 años, se encuentra en uno de los momentos más intensos de su vida. En lo profesional, por su presencia en la serie Amia: El fin de la verdad (disponible en Flow) y en varias producciones para plataformas (El reino y No me rompan de Netflix y Barrabrava de Prime Video), también por la paternidad con una hija de seis meses y la espera de un segundo en camino.
En 2024, Tort, el inolvidable "Marmota chico" de 25 Watts fue parte de cuatro películas: Naufragios, El aroma del pasto recién cortado, La ruptura y El casero, y está en Un futuro brillante, la distopia de Lucía Garibaldi que fue premiada en el festival de Tribeca.
Sentado en un café cerca de su casa, que casi se ha vuelto su centro de operaciones, el actor reflexiona sobre cómo equilibrar la familia con una carrera marcada por el teatro, el cine independiente y las producciones internacionales. Con la serenidad de quien ha aprendido a elegir, Tort habla de los desafíos de criar en esta etapa de su vida, de la crisis del cine argentino y de su entusiasmo por proyectos recientes como Amia y la obra Jardines salvajes que dirige Flor Infante y donde comparte con elenco con Candelaria De la Cruz, Leonor Svarcas y Luis Pazos.
La comedia escrita por Karen Zacarías y estrenada en 2019, en el Syracuse Stage que se centra en dos familias enfrentadas por la línea divisoria de su casa, tendrá funciones desde el 19 de setiembre en la sala Undermovie.
—¿Tenés un bebé de seis meses y ya viene otro en camino?
—Sí, tenemos una nena de seis meses y ahora se viene otro bebé. Es medio novedoso, porque no se da mucho: se van a llevar un año y dos meses, muy poquito. Después van a crecer y tendrán sus propias salidas. Una vez hablaba de esto con Sergio Blanco: uno está en distintos momentos de la vida de los padres, no está todo el tiempo. Aunque ahora de grande te veas los fines de semana, hay etapas más intensas que otras. En la niñez, sobre todo en la primera infancia, es justamente eso: hay que estar muy presentes hasta que llegue la adolescencia y ahí empieza otra cosa. Es maravilloso.
—Estás entrenándote como padre ya grande, con 46 años.
—Sí. Un poco. Es cierto que muchos de mi generación fueron padres mucho antes. La cosa es quererlo, y si llega, es un plus.
—¿Y cómo te encuentra este momento en lo profesional? Has hecho obras, series, películas...
—En realidad me agarra en un momento en el que no tenía tanto trabajo, y eso estuvo bueno, porque pude estar más presente y acompañar a mi hija. Lo laboral empieza a ser un tema: en mi caso, que soy freelance, si no estoy trabajando, estoy en casa y con la familia. Cuando arranco un proceso artístico, trato de que sea uno a la vez. Venía de años muy constantes, con cierta tranquilidad, con una agenda de dos o tres trabajos al año. Cuando eso se cortó, pude dedicarme a la familia. Y en esta etapa, que es crucial, me pasa que pienso mucho en quienes tienen que salir a trabajar todos los días porque el sistema te obliga a hacerlo. Los primeros meses son todo, ahí empieza todo. Si un bebé no tiene amor, ¿qué puede salir de ahí? Y amor no le falta: es muy deseada, muy querida. Es un honor acompañarla. Con un hijo se da un ritual mutuo, es hacerse honores uno al otro.
—Y eso te atraviesa de acá en adelante.
—Claro. Y además yo no tengo que ir a una oficina todos los días. Mi trabajo implica que a veces surja un rodaje en Salto, Buenos Aires o España, y ahí sí me ausento mucho. Por eso decidí achicar el trabajo, porque podía hacerlo un tiempo. También por razones políticas: venía trabajando mucho en Argentina, pero desfinanciaron el Instituto de Cine. Se hacían más de 100 películas por año. Yo tengo DNI argentino, podía trabajar, pero viviendo en Uruguay, con mucha gente uruguaya también entrando en esas producciones. Era una industria enorme, con presupuesto, subsidios, que generaba trabajo para muchas familias. Yo llegué a filmar en pueblos donde un rodaje le daba vida a todo: hoteles, comercios, servicios. El cine genera trabajo. Por eso me pone triste ver lo que pasó.
—Empezaste a actuar durante el crecimiento de toda esa industria en Argentina que de repente se cortó.
—Sí, fue un genocidio al cine independiente. Por suerte en ese tiempo filmé Amia, lo último que hice, cuando ya estaba empezando a trabajar más en Uruguay. Acá empezó a implementarse la devolución de impuestos y con eso crecieron las coproducciones. Pero una película argentina, solo con subsidios, no la filmabas. Yo hice mucho cine independiente, muchas óperas primas, siempre con presupuestos limitados.
—¿Cómo fue participar en la serie Amia? Revolucionaron la Ciudad Vieja.
—Quedé muy contento. Es una serie hecha casi al 100 % por uruguayos. Es un producto muy consumido hoy en día: policial, basado en un caso real, con un formato atractivo. Más allá de la historia, que no es nuestra, como La noche de 12 años o La sociedad de la nieve —que son películas españolas—, acá sí todo el equipo era uruguayo. Vestuario, fotografía, producción. Fue un rodaje de los que quedan para el recuerdo, por lo disfrutable y lo lindo del trabajo colectivo.
—Junto a César Troncoso, sos de los actores uruguayos que más aparecen en plataformas internacionales.
—No hice tantas series. El reino, Terapia alternativa y algunas uruguayas hace varios años, los intentos de hacer ficción local. Las plataformas no es algo que yo busque especialmente, pero si surge lo evalúo. Amia me gustó porque nunca había hecho un policial. Y el policial tiene algo divertido, casi como un juego: los gestos, la forma de hablar, de atender un teléfono, las miradas. Para la cámara eso es muy disfrutable. Yo interpreto a un agente de la SIDE, con el rigor institucional que implica, pero a la vez había un juego estético. Me gustó mucho hacerlo, me fui dando cuenta mientras lo filmaba.
—¿Te dieron libertad para el rol?
—Sí. Fue una búsqueda compartida. Guille (Romcamora), el director, tenía claro el planteo, y trabajamos mucho en el cómo: cómo decir los diálogos, cómo recibir lo que te dicen. Eso fue muy interesante.
—En 2022 hiciste el unipersonal El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar. Ahora estás en otra obra, y con elenco.
—Sí, ahora estoy en Jardines salvajes, dirigida por Flor Infante. Es una obra de Broadway y me invitó a participar Leonor Svarcas, que es amiga y compañera. Ella estaba en la obra y cuando se bajó Néstor Guzzini pensó en mí. Me pareció que sí, que era lo que necesitaba. Llegó en un buen momento, porque con un bebé es complicado organizarse, pero este rol me permite estar cerca de casa. Hacer teatro me mantiene activo y eso me hace bien.
—Tenés poca presencia en redes sociales. ¿Hay algún motivo?
—Sí, y no me interesa demasiado. Ahora menos, porque estar con un bebé implica dedicarle tiempo y estar presente, no estar pensando en sacarte una foto para subirla. Soy muy poco narcisista, y para mí las redes tienen poca importancia. Cada vez me importan menos.
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