Era el payaso de los eventos familiares, el que robaba carcajadas a sus compañeros del liceo, de facultad de Medicina y de la Asociación Cristiana de Jóvenes. Fue allí —y en el club Los Titanes— donde Carlos "Bananita" González empezó a lucirse en competencias artísticas. Su debut en Los Klaper’s, en 1977, fue su pasaporte a la popularidad. El Carnaval le dio muchas alegrías, pero también le cerró puertas: los prejuicios le impidieron trabajar en televisión con los capos del humor y en el teatro convencional. Eran tiempos, dice él, de fuerte “momofobia”.
Dejó la medicina para entregarse al arte y al humor. No le importó lo económico: siempre le hizo más caso al corazón que a la razón. Hoy, con 79 años, regresa a su primer amor murguero: La Reina de la Teja, que vuelve al Carnaval 2026 tras una década. La última vez que Bananita González pisó un tablado fue con este título.
Extrañaba los escenarios de barrio, no así el Concurso Oficial, con su “canibalismo”. “Quiero hacerme un tour de despedida y ver a esa gente ávida de consumir lo que le das”, dice a El País.
Pero no todo es Carnaval: hoy se repone en el Teatro Movie la comedia Toc Toc, que va por su undécima temporada, y el reencuentro con sus compañeros lo tiene feliz. “Nos juntamos y es una especie de fin de curso. No hay celos”, resume. Las entradas están a la venta en la web del Movie y en boletería.
Antes del estreno de Toc Toc, Bananita González habló sin filtro con El País sobre los prejuicios que sufrió, su fugaz paso por Argentina, la ilusión de volver a hacer tablados, sus ganas de conducir un late night show y más.
—Has dicho que la risa te sacó del pozo. ¿De qué te salvó?
—Nunca estuve al borde del precipicio, aunque siempre me gustó caminar por los pretiles y asumir riesgos. Si me gusta la historia, me tiro sin paracaídas.
—Dejaste la medicina por el humor, por ejemplo...
—Sí, mucha gente piensa que la medicina y el humor son opuestos, pero para mí no: ambos promueven el bienestar. Son sanadores. Dejé la carrera aún cuando el humor no estaba tan bien posicionado como ahora. Si bien hoy no hay programas de humor como antes, hay mucha gente que tiene su lugar y vive del humor.
—¿Qué te sedujo para dedicarte a esto?
—Naturalmente provocaba risa. Nunca fui humorista a propósito. Soy un tipo de mucha impronta y espontaneidad.
—Y te arriesgaste...
—No estaba bien visto que alguien dejara una carrera universitaria. Hasta mis amigos más abiertos me decían: “Tantos años de estudio, el esfuerzo de tus padres...”. Al principio convivieron las dos profesiones, pero vino la televisión, empezó a aparecer el teatro y me pareció que el artista le estaba robando mucho espacio al médico. Salté a ese gran precipicio sin tener nada fijo.
—¿Atravesaste muchas crisis económicas?
—Sí. Siempre prioricé lo que sentía al bienestar económico. Le di más bola al corazón que a la razón.
—Has dicho que en Decalegrón te pegaron un codazo por venir del Carnaval, ¿cómo fue?
—En esa época, los humoristas de Decalegrón eran los dueños del humor. Bien ganado, porque eran excelentes, pero muy cerrados. Enrique Almada me sugirió para una obra de Decalegrón y no pasó nada. Jorge Denevi planteó mi llegada a Telecataplum y hubo negativas por mi extracción carnavalera. En el teatro también había una "momofobia" tremenda. Tenían miedo de que parara la obra para tomar un vaso de vino.
—Hoy eso cambió y tu hijo Gastón “Rusito” González se ganó un lugar en televisión, por ejemplo...
—El Carnaval antes era under, ahora es cool. Me molesta la frase "los carnavales no son como los de antes". Nada es como lo de antes. Cada cosa en su lugar y momento.
—¿Identificás cosas tuyas en tu hijo?
—Sí, tiene mucha impronta y espontaneidad. Es un poquito más estructurado, de pensar más las cosas.
—¿Qué recordás de tus años en Argentina?
—Víctor Hugo Morales me hizo el puente y en 1984 fui a hacer teatro de revista con Alfredo Barbieri y Don Pelele. Me mandé con mi hija mayor y la madre, vendimos todo pensando que era para siempre. Pero la revista terminó, me quedé sin laburo, mi padre tuvo un ACV, me quedé en Uruguay y perdí el tren allá. Volví en 2000 con Boom, para hacer temporada en Carlos Paz con Graciela Alfano.
—¿Qué tal Alfano?
—Hermosa mujer. Como vedette no tenía mucho. Trabajé con Moria Casán en Boom en Uruguay y es otro color.
—¿Intentaste entrar en Videomatch?
—Fui a la productora de Marcelo Tinelli, pero ellos buscaban figuritas nuevas. Yo venía de trabajar con grosos.
—¿Cuál fue tu mejor personaje?
—Me cuesta elegir. En Dale con todo (Canal 10) hacía al Mono, un vendedor callejero, y un abuelo italiano. Lo que más disfruté fue Entrada libre, donde hacía humor periodístico al estilo Tato Bores. Iba por Canal 10 y duró tres meses al aire.
—¿Quién te hace reír hoy?
—Es difícil. El humorista es jodido para reírse con otro. Me gusta el humor espontáneo.
—¿Por qué casi no hay humor en televisión?
—Porque hay poca gente que escriba humor y nadie aguanta 15 minutos un sketch. A estos chicos de La culpa es de Colón (Teledoce) no los veo, no por rezongón. No hay humor de situaciones.
—Volvés al teatro con Toc Toc, que cumple 11 temporadas. ¿Cuál es el secreto de su éxito?
—El texto es excelente, el elenco es parejo, nos llevamos bien, cada uno está excelente en su personaje. La obra fue un éxito en el mundo y el público uruguayo la revalidó.
—¿Te convocan menos de lo que te gustaría para personajes dramáticos?
—Te encasillan. Pero el humorista tiene más capacidad para hacer drama que el actor dramático para hacer reír. Será que los payasos somos gente enquilombada.
—¿Has hecho castings para series y películas?
—Me costaba, pero empecé a ir por el vicio de actuar y porque necesito vivir. Estuve en Oliva, con Juan Leyrado, y en la serie Metro de Montevideo, que emitió Canal 5 y TV Ciudad. Me eligieron por casting.
—Y estás en El show de la risa en Universal a las 23:00. ¿Qué te da la radio?
—Tiene un encanto especial. Mucha gente la elige como compañía. Una señora me dijo que no puede dormir sin “ese ruidito”.
—Volvés al Carnaval con la Reina de la Teja, ¿cómo te convencieron?
—Salí con ellos en 2015 por última vez. Tenía ganas de volver. El Carnaval me apasiona. Extrañaba el contacto con la gente. El Concurso es un canibalismo, pero la comunión con la gente me sigue conmoviendo. Quería volver para un tour de despedida. No me veo saliendo primero ni figura. Quiero volver a subirme al escenario y ver a esa gente ávida de consumir lo que le das.
—¿Con qué proyectos soñás hoy?
—Un late night show. Lo presenté en un pitching en Saeta, estaba Gustavo Yankelevich y quedó asombrado. Lo aceptaron y no pasó nada. Me encantaría estar de smoking, hacer un monólogo, tener un invitado, un piano, al estilo Jorge Guinzburg. Es difícil, porque ni ellos convocan ni yo planteo.
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