Leiva compone, toca, canta, produce y lucha contra corriente. Se considera “un tío con suerte” pero un problema irreversible en una de sus cuerdas vocales amenaza su arma más importante, la voz. Un obstáculo en el camino que le ha hecho pasar por el quirófano, adaptarse, cambiar para poder seguir adelante y ver el futuro con optimismo: “Estoy en mi mejor momento. Tengo una vida muy privilegiada”.
Eso se lo podrá comprobar hoy, a las 21.00, en Sala del Museo, donde Leiva llega como escala de su tour Gigante y se presentará ante un aforo completo.
Ataviado con sombrero, botas blancas, sonriente y amable, cercano. Pide agua pero que no esté fría. Hay que cuidar esa garganta: “Para un cantante tener un problema en la voz es desgastante e incómodo. En mi caso, mi problema no es grave porque me permite cantar, seguir con mi oficio. Pero es una lata estar ahí entrando y saliendo del quirófano (…) Lo de la voz más o menos lo tengo controlado. Empiezo a entender cuáles son los límites y qué es lo que hace que mis afonías se disparen”.
Leiva (quien nació en Madrid, 1980) tiene ina trayectoria, profesional y personal, que narró en primera persona en la película documental Hasta que me quede sin voz que ha rodado desde 2023 y que se estrena en cines españoles en octubre y aún no está disponible en ninguna plataforma de streaming en Uruguay.
Una suerte de diario emocional y personal que acompaña al músico, productor y empresario en su gira internacional, y a ese ser humano que batalla con sus demonios, el pasado, su familia, la soledad y la salud, con el permanente fantasma de las afonías y un problema en la voz que le obliga a operar sus cuerdas vocales con regularidad.
“Justamente tengo la lesión en el foco de trabajo y la fuente de la que viven una parte importante de mis amigos, pero hay que ver el vaso medio lleno. Y me permite hacerlo de otra manera. Tengo que reducir mucho los ‘shows’ y tengo que hacer las cosas de otra manera, pero puedo hacerlo, por lo tanto estoy agradecido”, confiesa.
La excusa para su nueva gira y por lo tanto para su visita a Montevideo, es Gigante, su último disco publicado en abril de este año.
“Me he dado cuenta de que en los últimos años no me he cuidado y me da la sensación de que en este disco hay cierta reconciliación conmigo, que le estoy poniendo palabras a cosas que nunca me he atrevido a contar y que hay una sensación muy explícita, muy desprejuiciada y un poquito más compasiva», reconoce en una entrevista.
En los tres años y muchos meses transcurridos desde la publicación del previo Cuando te muerdes el labio (2021), algo se removió en su interior.
“Nunca he tenido crisis por la edad, achaques físicos o la sensación de que me estaba haciendo mayor hasta hace poco. Nunca miro para atrás, pero sí tengo un poquito de ansiedad del futuro y he visto que ha pasado el tiempo y que me toca cuidarme”, explica.
Esa consciencia del paso del tiempo y del peso de las circunstancias queda retratado ya en el título, Gigante (Sony Music), y de nuevo en cortes como “Leivinha’”, uno de los más confesionales, donde canta: “Me cuelgan los pies, me viene gigante / subo al escenario con diez vinos de más / y me muero por tener las sensaciones de antes”.
“Nunca había visto la ecuación de la cantidad de familias que están a mi cargo, la mayor parte amigos míos de toda la vida. Por eso las decisiones de poner la maquinaria en funcionamiento y cómo les afecta el número de shows que hago a su economía directa me ha supuesto un sufrimiento y una responsabilidad, que en ocasiones he sentido un poquito de ahogo”, confiesa.
La gira comenzó en la plaza de toros de Toledo el 30 de mayo y está planteada para conciliar las necesidades de su equipo y las suyas propias, que también ha tenido en cuenta a la hora de grabar el álbum entre Madrid, Ciudad de México y un pequeño pueblo de Texas llamado Tornillo, huyendo de las rutinas.
“Si hubiera vuelto a grabar en Madrid todo, me habría aburrido. Allí suceden las cosas a otro ritmo. Y lo que tiene grabar en cinta y en analógico es que no te permite hacer 120 tomas. Puedes hacer tres y eso te exige tocar bien y estar superconectado", valora.
Consciente de que “los chavales ya no quieren canciones tristes /sólo necesitan un iphone”, como señala en el tema que da nombre al álbum, insiste en permanecer ajeno a imperativos del algoritmo con un trabajo lleno de emociones incómodas, con 14 canciones, muchas por encima de los cinco minutos.
“No me puedo subir al manicomio del consumo voraz y de la idea de que la gente tiene la paciencia muy limitada. Hay un punto en donde me siento un pelín desfasado en las formas, afortunadamente no en la falta de la conexión con la gente”, se reafirma.
La empatía consigo y con los demás es una de las máximas del disco y la gira, que aborda por ejemplo el tema de la depresión en “Caída libre”, el más mediático de los temas, pues le permitió trabar colaboración con Robe Iniesta de Extremoduro.
La obligada búsqueda de calma y rebajar la velocidad tras la operación son dos aspectos muy importantes en esta ‘nueva vida’ de Leiva de permanente equilibrio entre descansar y buscar a través de experiencias la inspiración necesaria para componer: “El lugar donde hay que ir a buscar las canciones no es el sitio donde hay más serenidad y más calma”.
“En casa no hay muchas canciones. Supongo que habrá quien encuentre la fuente de inspiración en una vida muy rutinaria, muy ordenada, muy equilibrada. A mí me va mejor cuando me voy de casa”, asegura.
Considera que la humanidad “no atraviesa su mejor momento” y los jóvenes lo tienen más difícil que antes, sobre todo por la exigencia o la exposición en redes sociales.
“Yo no tengo redes sociales. Si tuviera que bregar con estar constantemente viendo la vida de la gente y lo que la gente opina de mí, sería profundamente infeliz (…) Me da la sensación de que estamos un poco desquiciados, con el consumo voraz, con la necesidad de mostrar estatus… Ves el Congreso y parece una película de terror», apunta.
No obstante, se ve en cinco años defendiendo otra gira internacional y un disco nuevo. Con momentos de calma en su refugio en las montañas de Madrid, ese lugar en el que encuentra la paz cuando las luces se apagan.
Con información de EFE
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