Cuando Charlie Sheen recuerda los años que pasó adicto al alcohol, la cocaína, las pastillas y el crack, evoca el momento en que vomitó sangre a chorros desde su balcón. O cuando sus manos temblaban tanto que no podía servirse un vaso de Patrón Silver.
Estos recuerdos regresan sin previo aviso, colgando sobre sus pensamientos como un móvil sobre una cuna. Durante casi ocho años, esas memorias, por perturbadoras que sean, lo han ayudado a no volver a estrellarse contra el caos.
El 12 de diciembre de 2017, Sheen -cuatro veces nominado al Emmy por Two and a Half Men y en su momento uno de los actores de televisión mejor pagados de Hollywood en una serie que tenía 15 millones de espectadores por episodio- dejó de beber. Desde entonces ha estado bastante callado, al borde de convertirse en uno de esos casos de “¿qué fue de él?”.
En 2023 apareció en algunos episodios de la comedia Bookie, que lo reunió con su antiguo jefe/némesis de Two and a Half Men, Chuck Lorre. Ya no inundan las redes sociales los clips de Sheen afirmando que la sangre de tigre corre por sus venas (aunque todavía se pueden encontrar). Ahora está contento pasando el tiempo en el sur de California con sus cinco hijos y tres nietos, tomando licuados y haciéndose pedicuras con su hija Lola o mirando deportes.
También ha pasado tiempo solo en casa escribiendo unas memorias, The Book of Sheen, que Gallery Books publicará el martes. Durante años circularon rumores sobre él. El libro, junto con el próximo documental de Netflix aka Charlie Sheen, lo enfrentan directamente a esos rumores. Él llama al libro “un pase tras bastidores con acceso total a la verdad”.
Conocí a Sheen, de 60 años, en agosto, en el Fairmont Miramar Hotel & Bungalows en Santa Mónica. La soleada escena californiana parecía un poco alegre para un hombre cuyas memorias comienzan con la frase: “El 3 de setiembre de 1965, en Nueva York, a las 10:58 p.m., nací muerto”.
Esa noche, su madre, Janet Sheen, y su padre, Martin Sheen (nombre real Ramón Antonio Gerardo Estévez), miraron con pánico mientras el Dr. Irwin Chabon (intencionadamente escrito en el libro como “Shaybone” para capturar “su vibra fónica”) reanimaba a su hijo tras una emergencia de “estrangulamiento umbilical”. El bebé fue nombrado Carlos Irwin Estévez en su honor.
La familia, que incluía a los hermanos mayores de Charlie Sheen, Ramón y Emilio, y a su hermana menor, Renée, finalmente se estableció en Malibú. Como escribe Sheen en el libro, cuando empezó a actuar y consiguió su primer trabajo tres semanas después de terminar la secundaria, “Carlos se transformó en Charlie, y Estévez dejó paso a Sheen”.
Sheen tenía mucho material para aprovechar. Estaba su infancia temprana viajando a los rodajes de su padre. El joven Charlie almorzó con Marlon Brando en Apocalypse Now y jugó un “acalorado y surrealista” partido de ping-pong con O.J. Simpson en el set de la película de 1976 The Cassandra Crossing.
Luego vino la tartamudez que desarrolló en tercer grado. La describe como un “fallo cerebral” que aún lo aqueja y que, cree, fue una de las cosas que lo empujaron a beber. También estuvo la fama temprana con Ferris Bueller’s Day Off, Platoon y Wall Street. Y luego, por supuesto, el espectacular y prolongado derrumbe que generó millones de titulares poco halagadores y acusaciones.
“Me vi abrumado y no busqué la ayuda que necesitaba”, dijo sobre sus años más tumultuosos, que llevaron a su despido de Two and a Half Men en 2011. “Simplemente pensé: ‘Lo tengo bajo control’. Pero no lo tenía”.
Andrew Renzi, quien dirigió el documental, me describió a Sheen como “un ícono tan conocido por sus tropiezos como por el cariño que genera”. Renzi pasó alrededor de un año conociendo a Sheen antes de empezar a filmar, e entrevistó a varias personas de su vida, incluidas sus exesposas Denise Richards y Brooke Mueller, su compañero en Two and a Half Men Jon Cryer, además de Sean Penn, Lorre, el hermano de Sheen, Ramón, y Heidi Fleiss, un contacto suyo durante su breve reinado en los años 90 como la “Madama de Hollywood”.
Estévez y Martin Sheen no participaron en la película. Esto, sin duda, avivará rumores de distanciamiento familiar, así que conviene disiparlos. Uno de los hilos más fuertes en las memorias es la cercanía de todo el clan Sheen. Y también es uno de los aspectos más desgarradores.
Sus padres y sus hermanos lo acompañaron en intervenciones, rehabilitaciones y casi sobredosis. Y luego vino su espectáculo de gira en 2011, mal recibido, titulado My Violent Torpedo of Truth/Death Is Not an Option, que Sheen describió como “un momento quásar nada espectacular”. Durante años, su familia y amigos vivieron con el temor de que sonara el teléfono y fuera esa llamada, la que cualquiera que ha amado a alguien con adicciones reza por no recibir nunca.
Los proyectos autobiográficos salvaron a Charlie Sheen
Cuando hablé con Estévez, dijo que él y su padre no participaron en el documental simplemente porque vieron un primer corte y sintieron que sus voces, sus historias, no eran necesarias. (Martin Sheen declinó hacer comentarios para este artículo, al igual que Richards). La parte más sorprendente de las memorias de su hermano, dijo Estévez, fue cómo ha logrado mantener su sentido del humor intacto, a pesar de toda la oscuridad.
“No estoy seguro de que yo hubiera podido hacerlo”, dijo. Durante los años más duros, cuando su hermano estaba en su peor momento, su madre tenía un mantra que los ayudaba a sobrellevarlo: “Donde hay vida, hay esperanza”.
“Creo que Charlie ha llegado a su verdad, y eso es una gran victoria para él”, dijo Estévez.
En 2015, después de que Sheen le contara a Matt Lauer y a millones de espectadores de Today que era VIH positivo, dijo que sintió alivio.
“Le quitó las balas a tantas armas que aún estaban apuntando hacia mí”, dijo. “Lo mismo ocurre con lo del libro y el documental. Esta es la mejor manera de cancelar las demandas de rehenes de una vez por todas y no sentir que es algo que tengo que llevarme a la tumba. ¿Cómo es ese dicho? Estamos tan enfermos como nuestros secretos”.
Está abierto a actuar de nuevo, pero no lo busca activamente. “Estoy un poco fuera de práctica”, dijo. “Podría hacer otra comedia de situación cayéndome de la cama, y no es nada contra las sitcoms. Es solo un engranaje que está fácilmente disponible. Sentirme ahora mismo lo bastante cómodo frente a cámara para entregar algo realmente dramático requeriría un poco de calentamiento”.
Escribir las memorias ha sido el trabajo más duro y gratificante que ha tenido, dijo Sheen. Mientras entra en esta nueva etapa de su vida, una en la que probablemente su pasado volverá a salir de las sombras y ser juzgado una vez más, se siente preparado. No le queda nada por ocultar.
(Dina Gachman, The New York Times)
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