¿Qué pasaría si existiera gente capaz de atraer la mala suerte de manera inevitable, como una nube negra que nunca se va y solo atrae desgracias? Ese es el disparador de Los mufas, la serie de ocho capítulos que llegó a Disney+ y combina el ritmo de un thriller con una temática absurda sobre un destino imposible de esquivar.
La historia se centra en Roque Burriel, interpretado por el uruguayo Daniel Hendler, un cineasta devenido en columnista de televisión que no pasa por su mejor momento. Es tímido y un tanto torpe, y alguna vez estuvo en la cima de su carrera: hace nueve años ganó premios internacionales, incluso fue galardonado en Cannes por un documental sobre fenómenos sobrenaturales y abducciones extraterrestres. Pero ese brillo quedó en el pasado.
A los 42 años, recién separado de Rosario su pareja de toda la vida (a cargo de Pilar Gamboa, quien trabajó con Hendler en División Palermo), padre de un hijo adolescente, alérgico al pescado y sacudido por la crisis de los 40, Roque se ha convertido en un empleado más de Media3 News, un canal de noticias que se encuentra en plena reestructuración. Es columnista de sucesos paranormales en el informativo, y su trabajo pende de un hilo.
Cuando le presenta a su jefe Silvio (interpretado por Emiliano, el hermano de Guido Kaczka) tres ideas mediocres, recibe un aviso lapidario: “Quiero retenerte, pero con estas ideas va a ser muy difícil que pueda convencer al dueño del canal de que sos importante para nosotros”. El dueño es Valerga (Osmar Núñez), un narcisista supersticioso al que no se lo puede mirar a los ojos y tiene pinta de mafioso, quien decide que el informe que le había dado nuevos aires a Roque, uno sobre “los mufas” (o sea una “persona que supuestamente es portadora de mala suerte”, como lo define la Asociación de Academias de la Lengua española), no salga al aire. Además pidió que todas las copias sean eliminadas, y lo despide sin darle explicaciones.
En paralelo está Vicente Malfatti (Diego Cremonesi), a quien apodan el hombre más mufa del planeta y vive recluido para evitar tragedias. Su historial es tan oscuro como cómico: al inicio de la serie una curandera murió intentando ayudarlo, un delivery perdió la vida en un accidente justo después de entregarle la comida, y cada persona que se cruza en su camino (aunque sea a metros de distancia) parece quedar marcada por la fatalidad.
El vínculo entre Roque y Vicente no es casual y se presenta a partir de flashbacks. Se conocían de niños, cuando el padre de Roque lo sometía a experimentos poco ortodoxos (lo encerraba en una jaula de Faraday), convencido de que Vicente sufría un trastorno involuntario que desencadenaba sucesos paranormales en quienes lo rodeaban. “El niño presenta un desorden en su campo electromagnético que parece generar a su alrededor graves sucesos… constituye un peligro para las personas de su entorno”, decía una de sus anotaciones.
Es así que Vicente vuelve a buscar a Roque para intentar recuperar aquellos registros, y tratar de encontrarle una solución a su problema. Eso obliga al periodista a regresar a la casa familiar, ahora desordenada y abandonada, donde encuentra las huellas de un proyecto inconcluso de su padre, quien desapareció sin dejar rastro. Sin trabajo y sin rumbo (encima su exesposa quiere aceptar un trabajo en España), decide continuar la investigación sobre los mufas y aliarse con Vicente para encontrarle una salvación. Se trata de una extraña sociedad que desatará un efecto dominó de catástrofes, pero que le dará a Roque un impulso para hacer algo con su vida.
Si bien es una comedia, Los mufas juega con los géneros: está narrada como si fuera un thriller —la música de tensión y la puesta en escena hacen su aporte—, pero deja espacio para el humor en las situaciones absurdas que rodean a Vicente como a otros que también son mufa. Como si fueran un imán para las desgracias, sus encuentros con los demás recuerdan a las desdichas de Destino final, pero atravesadas por un humor negro muy rioplatense.
Hendler vuelve a encarnar a ese perdedor querible que carga con culpas y torpezas, un hombre que no termina de asumir su crisis de los 40 y fantasea con volver a su expareja, sin saber que ella ya está rehaciendo su vida. En paralelo, Vicente encarna la desgracia personificada, el catalizador que pondrá a prueba tanto la cordura de Roque como su necesidad de redención. Juntos no hacen uno, pero con un poco de “ciencia” e ingenio, intentan salvarse de ese destino inexorable.
El resultado es una serie que toma la superstición local de los “mufas” y la lleva al extremo, entre la catástrofe y el humor, para explorar qué pasa cuando la mala suerte se convierte en destino compartido.
La vida de Roque, ya de por si compleja, tiene una vuelta de tuerca cuando Valerga le da una misión: rescatar a Emma (Carla Quevedo) su hija, que también es mufa y fue secuestrada por una secta mufa. Vive con un grupo de mufas en un caserón en medio de la nada y alejados de la civilización, para evitar desgracias. Se trata de un lugar que Vicente conoce, ya que fue paciente del lugar años atrás.
Escrita por el argentino Gabriel Medina, director de Envidiosa, la serie de Netflix que protagoniza Griselda Siciliani, esta serie es el reencuentro del showrunner con Hendler, quien trabajó en su ópera prima, Los paranoicos. Graduado de la Universidad de Cine de San Telmo, fue compañero de Mariano Llinás, Damián Szifron (con quien trabajó en El fondo del mar) y Jazmín Stuart (que también protagonizó Los paranoicos), y mantiene un tono ambivalente, entre el policial y la comedia.
Así, Los mufas convierte una de las supersticiones más rioplatenses en un relato universal: un thriller de infortunios con alma de comedia negra, donde las desgracias se transforman en oportunidad para reírnos (un poco) de nuestra propia mala suerte.