Hay una máxima indiscutible: los libros de Gabriel García Márquez no se pueden adaptar al cine. El estreno hoy en Netflix de la adaptación que hizo Arturo Ripstein en 1999 de El coronel no tiene quien le escriba es lo más cerca que se ha estado de contradecir esa sentencia que se apoya en que, siempre, se suelen preferir los libros a sus traslaciones audiovisuales, quizás por una cuestión del prestigio que aun mantiene lo literario.
Las adaptaciones de la obra del colombiano, cargada de una imaginación de la que, por lo visto el cine no ha estado a altura, han recibido en general críticas divididas.
El coronel no tiene quien le escriba no ha sido la excepción. Ahora, su llegada a Netflix sirve, en todo caso, para preparar el terreno para la miniserie basada en Cien años de soledad, la novela cumbre del escritor colombiano, que se negó siempre a trasladarla al cine. Sus hijos —que autorizaron la publicación de su novela póstuma, En agosto nos vemos, a pesar de que había dicho antes de morir que no quería que eso pasara— aceptaron la propuesta de llevarla a una miniserie que se estrenaría este año.
En 1980, el actor Anthony Quinn le ofreció un millón de dólares por los derechos de Cien años de soledad, a lo que García Márquez contraofertó dos millones, uno para él y otra para la revolución latinoamericana; a Quinn le pareció un precio excesivo.
Años más tarde, García Márquez recibiría tres millones de dólares por los derechos de El amor en los tiempos del cólera, que terminó siendo una superproducción dirigida por el británico Mike Newell, con Javier Bardem. El resultado roza lo vergonzante.
El mexicano Ripstein y García Márquez ya habían trabajado juntos en una de las incursiones del Nobel colombiano en el terreno del guion cinematográfico. Escribió el libreto de Tiempo de morir, una suerte de western, que se estrenó en 1967. Gabo, el apodo que se hizo universal, fundó la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños en Cuba y antes había ejercido la crítica cinematográfica.
Ripstein debió esperar 30 años a que le autorizara la adaptación de El coronel no tiene quien le escriba, la nouvelle que se publicó en 1961, y que es considerada una de sus obras más lineales, por lo tanto más cinematográficas, del colombiano. Hay poco realismo mágico.
“No me dejó entonces, porque pensó que era muy joven”, le contó Ripstein al diario argentino Página 12 durante el rodaje. “Esperó todo este tiempo para decirme: ahora puedes”.
García Márquez no vio el guión ni fue a la filmación y, de acuerdo a esa crónica de Página 12 firmada por Mar Marín, puso dos condiciones: sacar de la plantilla a un actor secundario y que se filmara en blanco y negro. L último no se le cumplió aunque la paleta tirando al sepia es bastante apagada.
La adaptación es de Paz Alicia Garciadiego, esposa y socia creativa del director. Trasladó la acción a un pequeño pueblo del Golfo de México (se rodó en el estado de Veracruz) y convirtió al coronel en un héroe de la Guerra Cristera que espera infructuosamente, todos los viernes con la llegada del correo, la ansiada pensión.
En tanto sobrevive como puede con su esposa en una pobreza que ya se está llevando puesta la dignidad y la salud; hay un hjio muerto que los atormenta. El coronel se aferra a un gallo de riña que, espera, lo va a sacar de pobre en una temporada de riñas que se demora demasiado para la urgencia de la situación.
El papel de Lola, la esposa interpretada por la española Marisa Paredes, está más desarrollado que en la novela, al igual que la historia de amor crepuscular entre ella y el coronel (Fernando Luján). En el elenco están, también unos juveniles Salma Hayek y Daniel Gómez Cacho.
La uruguaya Mariela Besueivskyfigura como productora ejecutiva. La película compitió por la Palma de Oro en Cannes; ese año la ganó Rosetta de los hermanos Dardenne.
En Uruguay, se estrenó, de acuerdo al sitio Cinestrenos, el 28 de abril de 2004 en los cines Plaza Central y los MovieCenter de Montevideo Shopping y Portones. En YouTube circula una copia de calidad discutible pero suficiente.
Una relación complicada
Aunque el cine fue una parte importante de la formación de García Márquez, las adaptaciones de sus libros no han sido tan felices.
La lista es larga e incluye la reciente miniserie de Amazon sobre Noticias de un secuestro del chileno Andrés Wood; Crónica de una muerte anunciada de Francesco Rosi y con Ornella Mutti; Eréndira del brasileño Ruy Guerra; Del amor y otros demonios de la costarricense Hilda Hidalgo; Memoria de mis putas tristes del danés Henning Carlsen, con guion de Jean-Claude Carriére y Un señor muy viejo con unas alas enormes del argentino Fernando Birri.
Muchos consideran, ante ese panorama (en el que faltan algunas adaptaciones de cuentos) que El coronel no tiene quien le escriba sería la más lograda. El estilo de Ripstein, solemne, teatral (a pesar de sus clásicos travellings) y un poco amargado, ha quedado un poco anticuado pero hay alguna generación que encontrara ese estilo como cercano.
Ripstein, quien terminó enemistado con García Márquez, es uno de los grandes maestros del cine mexicano. El coronel es parte de una trilogía con Garciadiego y que integran Mentiras piadosas y Profundo carmesí.
El director y su guionista estuvieron de visita en Montevideo en 2003. “Ripstein y Garciadiego estarán en nuestra capital menos de 24 horas (vuelven a Buenos Aires al dia siguiente) para presentar una retrospectiva de su obra que dará comienzo el lunes 17 en Sala Cinemateca”, anuncióEl País, el 12 de noviembre de 2003. “Ese día, a las 11 horas, los cineastas ofrecerán una conferencia de prensa, en el Salón Acuerdos de la Intendencia Municipal de Montevideo, y Ripstein recibirá de manos del Dr. Adolfo Pérez Piera la distinción de Visitante Ilustre de la ciudad”.
El suelto define a Ripstein, quien tiene 80 años, como “uno de los grandes nombres del cine latinoamericano y autor de algunas películas fundamentales como Principio y fin, Profundo carmesí o El coronel no tiene quien le escriba”.
Habrá que agregar ahora que, Ripstein llega, gracias a García Márquez, modernamente a Netflix.