Había un artista, una obra, una historia ahí, detrás de Ulises Beisso, el artista plástico que falleció en 1996, quien sin prisa pero sin pausa se ha vuelto uno de los nombres con más proyección del arte nacional. Será, por ejemplo, el primer uruguayo contemporáneo en tener una retrospectiva en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, el Malba, una certificación importante.
La muestra se titulará Mi mundo privado y es la primera exposición institucional de Beisso fuera de Uruguay. Revela —junto con el creciente interés de coleccionistas, dicen fuentes de partes interesadas— una recuperación de esa obra, acompañada por una valoración internacional en aumento.
“La importancia de su legado hoy radica en haber pensado, en términos identitarios, las disidencias y la diversidad en el contexto cultural rioplatense de los años ochenta y comienzos de los noventa”, dice el curador de Mi mundo privado, Martín Craciún.
Nieto del fundador del semanario Marcha —Carlos Quijano, una de las figuras culturales de su tiempo— Beisso era psicólogo, diseñador gráfico e ilustrador. Dejó unas 300 obras y una sola muestra individual en el Cabildo de Montevideo meses antes de su prematura muerte en 1996, tras una lucha contra un fulminante cáncer de páncreas.
Tras su fallecimiento, todo su acervo se dividió en dos: una parte quedó en la casa que compartía con Juan Arrospide, su pareja, y otra parte, la que fue a lo de sus padres, quedó guardada en un cuarto, ante la negativa de su madre a exhibir una obra cargada de temática homoamorosa y francamente queer, cuando el anglicismo no estaba ni cerca integrado al vocabulario.
Cuando falleció Arrospide y luego la madre del artista, la casi totalidad de ese acervo fue llevado a un atelier en la Ciudad Vieja y pasó a sus hermanos, quienes desde entonces, junto al galerista Ricardo Campo de W Galería, se han convertido en difusores del valor artístico de una obra y una historia de vida que incluye pinturas, instalaciones, esculturas, bocetos y hasta mobiliario.
Campo tiene su galería en Buenos Aires y Pueblo Garzón y ha sido un promotor importante en la colocación de la obra de Beisso en un contexto internacional.
Nacido en 1958, el mayor de cinco hermanos de una familia de una burguesía culta y que fomentó las inclinaciones artísticas del primogénito siempre que no abandonara una educación formal, Beisso tempranamente reveló su vocación artística.
Entre 1973 y 1975 estudió con Pepe Montes (el último maestro del taller Torres García) y en 1976 continuó su formación con Jorge Damiani. Entre 1977 y 1979 residió en México y a su regreso a Uruguay estudió en el taller de Guillermo Fernández, entre 1979 y 1983.
La estadía en México llenó su paleta de colores y una notoria influencia de Frida Kahlo. El descubrimiento tardío de Nueva York lo puso al tanto de la contemporaneidad.
Primer artista contemporáneo uruguayo en el Malba
La retrospectiva Ulises Beisso. Mi mundo privado se inaugura el jueves 21 de agosto a las 19.00 en la Sala 3 del Nivel 1 del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Es la primera retrospectiva que el museo, surgido de la colección de Eduardo Costantini, dedica a un artista contemporáneo uruguayo. Hubo sí, de históricos como Pedro Figari y Rafael Barradas. La retrospectiva, que es menos exhaustiva que Rara avis, la de 2022 en el Subte Municipal de Montevideo, incluye sus Rituales dorianos e Imágenes de lo (mí) escondido, su única muestra institucional en Uruguay, meses antes de su muerte en 1996. Estará montada hasta el 10 de noviembre.
Aunque hoy se presentan tan actuales haciendo énfasis en debates vigentes, ni sus formas ni su temática estaban en sincronía con su tiempo.
“Trabajaba a nivel estético de una manera que no condescendía mucho con el momento del Uruguay de 90”, dice Craciun, actual coordinador del Instituto de Artes Visuales. “Los temas identitarios no estaban tan pregnantes en los concursos, en las exposiciones y, con una muerte temprana, su obra no tuvo difusión, no ganó premios, no fue seleccionado ni en el Premio Nacional ni el Salón Municipal. Así, quedó muy circunscrita a su círculo de amistades”.
En vida, la única muestra institucional fue en el Cabildo de Montevideo, meses antes de su muerte. Se trataba de Imágenes de lo (mí) escondido con curaduría de Alicia Haber y textos de Jorge Abbondanza y Hugo Achugar. Una temprana promotora de su arte fue Nancy Bacelo, en cuya Feria del Libro y el Grabado Beisso encontró cobijo para una obra que era mirada con desdén y con recelo por el medio.
“La obra de Ulises la ves hoy y es muy contemporánea y actual”, dice Campo. “Para su época estaba manejando temas de conversación, diálogos y formas de ver lo que estaba pasando a la par de otros artistas en otras partes del mundo”.
Un primer camino para desentrañar esa vida y esa obra fue el documental de Sergio de León, La intención del colibrí, estrenado en 2021. La película tuvo una importante difusión local y en festivales internacionales y confirmó que, verdaderamente, Beisso había quedado por fuera del radar y replanteaba el valor de su producción
De León había conocido a Beisso y Arrospide cuando, con 19 años, los ayudó a comprar una casa en Playa Verde. “Pensaba que era un artista reconocido”, le cuenta el director a El Pais. “Y me di cuenta que no, y por eso todo lo que está pasando es como justicia artística”.
Así, en cinco años y monedas, la obra de Beisso tuvo un crecimiento exponencial.
Empezó con la retrospectiva Rara Avis en el Subte Municipal montevideano, cocurada (junto con Craciun) por Pedro Pablo León de la Barra, el mexicano que es una referencia de arte latinoamericano en el Guggenheim, y siguió este año con su presencia (como el único uruguayo) en la última Bienal de Porto Alegre. El Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry también compró una de sus obras.
A eso ahora hay que sumar el objetivo, cada vez más cerca de concretarse, de llevar la retrospectiva a Nueva York en 2026, que fue donde Beisso ideó el tramo final de su obra. En la muestra del Malba participa el Institute for Studies on Latin American Art (el Islaa) de Nueva York.
Mi mundo privado —que así se titulaba un cuaderno con bocetos y anotaciones que Beisso dejó como su legado y que refiere a una película de Gus Van Sant, el director queer de la década de 1980— recoge varias líneas de su fecunda trayectoria.
“Uno tiene que ser muy cuidadoso al momento de seleccionar la obra, de organizarla, para poder transmitir el espíritu y las condiciones que fueron determinantes para que una persona como Ulises produjera lo que produjo”, dice Craciun sobre el proceso curatorial. “En ese sentido, uno tiene que generar una narrativa atractiva y que de alguna manera dé información clave para que un visitante entienda por qué trabajaba así y lo peculiar de su arte”.
“Lo que Ulises produce es un manifiesto, un aquí y ahora de un momento muy específico con un artista que sentía, por un lado, la libertad creadora y la opresión de la sociedad”, dice Craciun. “Ese testimonio lo reproduce de una manera muy singular, lleno de color, lleno de energía. Y luego con la serie Imágenes de lo (mí) escondido sabiendo que estaba enfermo, más cargado de oscuridad y con una crítica mucho más aguda”.
“Cuando fui a visitar a la familia y me mostraron el acervo me enfrenté a un artista increíble, maravilloso y al que todos habían pasado por alto”, dice Campo. “Era un diamante en bruto y dijimos: ‘Hay que hacer que Uli vuele”’. Lo viene haciendo.
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