Fue educadora, quebró en la crisis y se volvió un oráculo que lee la borra del café entre José Ignacio y Miami

Laura Keoroglian se divide entre Uruguay y Estados Unidos, dice que siempre escapando del frío, y en esta charla con Sábado Show repasa su carrera, su crecimiento y una la lectura a Luis Lacalle Pou.

Laura Keoroglian.
Laura Keoroglian.
Foto: Gentileza.

Licenciada en Educación, docente y parte de una familia armenia (es prima hermana de Marcel), Laura Keoroglian atravesó una crisis que la obligó a reinventarse.

De una sobremesa familiar salió su primer “mensaje” en la borra de café, y nunca más soltó esa herramienta que la conectó con famosos, la llevó a la televisión y a Estados Unidos, donde reside la mitad del año. De su carrera, la borra de café y los famosos, es esta charla.

—Hace años que te vimos en Canal 4 leyendo la borra de café. Pero antes de eso fuiste docente y directora de un colegio. ¿Cómo fue ese pasaje de un mundo tan estructurado al universo del oráculo?
—Yo soy licenciada en Educación. Trabajé veinte años en ese campo: primero en el colegio armenio donde fui alumna, después abrí mi propio colegio, laico. Era un trabajo de mucho esfuerzo y amor, pero con la crisis del 2001 me fundí, como tantos. Fue durísimo: perdí la escuela, tuve que reinventarme y ya no quería saber nada más con la educación. Y ahí apareció, casi como un salvavidas inesperado, la borra de café.

—¿Era algo que practicabas de chica?
—No. Lo conocía porque en las casas armenias es común. Después de comer, siempre alguien agarra la taza y hace un comentario. Pero nunca había leído en serio. Mi primera vez fue en un cumpleaños de mi padre. Estábamos todos en la sobremesa, con el café, y una hermana llevó a su novio que no era armenio. Alguien le contó que los armenios leíamos el café, y me pidió que lo hiciera. Yo jamás había leído, pero me salió decirle que veía un hombre y una mujer abrazados, con un bebé en brazos. Todos quedaron en silencio. Al tiempo, esa pareja tuvo una hija, mi sobrina. Eso fue impresionante.

—¿Ahí te diste cuenta de que había algo más?
—Exacto. Entendí que era un canal, una conexión de corazón a corazón. No lo busqué, simplemente apareció. Y como me fascinó, seguí practicando con familiares y amigos, como un juego. Con el tiempo se volvió parte de mí.

—Hasta que se transformó en profesión.
—Sí. Cuando vino la crisis tuve que cerrar el colegio, y ya no quería volver a ese mundo, pero tampoco sabía a dónde ir. Y la vida me fue empujando. Un día me invitaron a un evento de Buen Día Uruguay, me hicieron una nota y eso generó interés. Poco después me convocaron a Canal 4 para el programa y terminé siete años al aire con un segmento muy lindo. Esa vidriera me abrió todas las puertas.

—¿Qué te dio la tele?
—Exposición. Fue como poner un altavoz a lo que yo hacía. Llegué a muchísima gente. Leía a famosos, a políticos, a conductores. Y me obligó a profesionalizarme, a desarrollar un método, a entender cómo comunicar lo que veía de manera clara, sin rodeos.

—En el verano estás en Punta del Este, pero ahora estás en Miami ¿Cómo llegaste a Estados Unidos?
—Sí, estoy hablando mientras ando en bicicleta por un parque cerca de la playa. Siempre fui medio gitana. En Uruguay hacía temporadas en José Ignacio, en La Barra, atendía a turistas y a muchos argentinos. Eso me llevó a Buenos Aires: cada tanto me instalaba, daba consultas y talleres. Y un día me dio ganas de cortar los inviernos uruguayos viniendo a Miami. Primero fue por unos meses, después conocí gente, me hicieron notas en programas de TV importantes y me di cuenta de que podía llegar a más personas de todo el mundo. Hoy estoy establecida acá, aunque vuelvo seguido a Uruguay y a la Argentina para dar talleres, y siempre conectada por mi página de Instagram.

Laura Keoroglian.
Laura Keoroglian.
Foto: Gentileza.

—Para alguien que nunca escuchó: ¿qué significa leer la borra de café?
—Es un oráculo, como el tarot, las runas o la astrología. Yo lo aprendí de manera intuitiva, después fui desarrollando mi propio método. Pero aclaro algo: para mí no es adivinación del futuro. No creo en un solo futuro fijo. La lectura sirve para ampliar la percepción, para que la persona vea las cosas desde otro ángulo. Las imágenes que aparecen en la taza son símbolos, escenas. Y la pregunta clave es: “¿Por qué hoy recibo esta información? ¿Qué me puede aportar para mi presente?”.

—Pero supongo que la mayoría llega queriendo saber si va a encontrar pareja, si se va a casar, o si va a ganar dinero.
—Obvio (se ríe). El amor y la plata son los temas más preguntados. Yo les explico que no hay un solo futuro, que todo depende de las decisiones, de las creencias que uno tiene. Una lectura puede ayudarte a detectar esas creencias limitantes y abrir el panorama.

—¿Qué te preguntaban los famosos en televisión?
—En televisión es distinto: es más un show. Depende del conductor, pero siempre se termina hablando de amor porque engancha más. Recuerdo una lectura que hice acá en Miami a Chikybombom, que fue muy divertida. Pero en privado, todos somos iguales: amor, miedos, trabajo, saltos de fe que nos cuestan. Nadie se salva.

—¿Y a vos qué te deja cada lectura?
—Muchísimo. A veces lo que le digo al otro termina siendo un mensaje para mí. Me pasa seguido: estoy canalizando algo y después pienso “esto era para mí también”. Por eso digo que no somos seres separados, estamos todos conectados. Es como una sopa cuántica donde cada uno refleja algo del otro.

—¿Qué cambia en alguien después de una buena lectura?
—Es como que se le cae un velo. Algo que en el fondo ya sabía, pero no lo podía ver. No hablo de infidelidades, sino de autoengaños, de quedarse atrapado en un loop de pensamientos. La lectura ofrece otro punto de vista, una apertura. Yo soy solo una mensajera: después cada uno decide qué hacer con esa información.

—Si no leyeras la borra del café, ¿a qué te dedicarías?
—Al arte, a la comunicación, a guiar personas. De hecho, estoy en una transición: ya no me defino solo como lectora de borra de café. Estoy dando talleres de espiritualidad práctica, de elevar la frecuencia vibratoria, de cómo vivir con más conciencia. También estoy preparando un libro sobre los oráculos. Lo docente siempre está en mí, es parte de mi ADN.

—¿Cómo vive alguien que se dedica a esto? Porque también está el prejuicio, ¿no?
—Sí, claro. Todavía existe la mirada de “esto es un cuento” o “es charlatanería”. Pero la experiencia habla sola. Si vos venís, vivís la lectura, y te resuena, no hay vuelta. Y el que no quiera, perfecto. Yo no trato de convencer a nadie.

—Entonces el consultante también tiene que estar predispuesto.
—Totalmente. Tiene que reservar hora, prepararse un café con las instrucciones que le paso, dedicar tiempo y dinero. Eso marca que viene con ganas, abierto a escuchar. Si alguien no quiere, yo no le leo. Me pasaba cuando trabajaba en Punta del Este, cuando iba por mesas para leer la borra, y a quienes no querían, no le leía. Porque esto requiere predisposición y respeto.

Laura Keoroglian.
Laura Keoroglian.
Foto: Gentileza.

—¿Por qué es eso?
—Algunas personas tienen un entendimiento más concreto y lógico. Entonces, como que les cuesta más entenderlo. Me van a matar los contadores y escribanos, pero personas con esas profesiones, como que están tan acostumbrados a estar ceñidos a una regla, a una norma y a cumplirla, que pierden la capacidad de lo simbólico. Lo simbólico no es literal. Si yo veo que alguien te da una apuñalada en la espalda, no es que te van a apuñalar. Quiere decir que vos lo sentís como una traición, por ejemplo. Por eso depende del nivel de conciencia, que no tiene que ver con que sea buena persona, ni que sea inteligente, sino cuánta apertura de su conciencia tiene para la comprensión de las cosas.

—Antes que fuera incluso candidato, le leíste la borra del café a Luis Lacalle Pou. ¿Qué te acordás de esa lectura?
—Creo que todavía está en Youtube, porque creo que fue en 2007. Una de las cosas que más me acuerdo es que le hablaba de una mujer. Cuando le hablaba pensaba en la esposa, pero le hablaba de la importancia de una mujer, y resulta que fue el primer presidente que tuvo una vicepresidenta. Pero de eso me di cuenta mucho tiempo después. También me di cuenta que él estaba muy atento.

—¿Quién te dice que no has elegido a Beatriz Argimón por la lectura?
—Capaz, quién te dice.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar