Miguel Nogueira: sus 50 años haciendo radio, su opinión de las noticias por Tik Tok y qué piensa del retiro

El reconocido periodista rochense celebró cinco décadas entre consolas y micrófonos, recuerda su carrera, sus maestros y reflexiona sobre la vigencia de la radio en tiempos de redes sociales.

Miguel Nogueira.
Miguel Nogueira.
Foto: Instagram @capitonogueira

Tiene cinco décadas en la radio, y dice que todavía lo disfruta como el primer día. Con medio siglo de trayectoria, el periodista Miguel Nogueira recuerda sus inicios en su Rocha natal, en época de discotecas analógicas. Actualmente es parte de las mañanas de Radio Carve donde, junto a Nicolás Lussich, conduce el informativo matutino que (por unas horas) también se emite por la pantalla de Canal 10.

En esta charla con Sábado Show, Nogueira habla de su pasaje por las distintas radios, de los grandes nombres con los que compartió micrófono, de su llegada a Montevideo y su imparable camino en los medios. También reflexiona sobre la vigencia de la radio en tiempos de emprendedores que nunca trabajaron en radio, noticias en TikTok y las redes sociales.

—Estás cumpliendo 50 años trabajando en la radio. ¿Cómo empezó todo?
—Arranqué en Rocha, en Radio Fortaleza, allá por 1975. Yo tenía 15 años, iba a quinto de liceo, en el Liceo 1, que en aquel momento era el único que había en la capital departamental. Con un amigo entrañable, Julio Bucciolano, hicimos un programa que se llamaba Eclipse Soul. Estábamos en plena transición hacia la música disco, con Donna Summer, y los Bee Gees sonando, y Barry White, fue el auge del género. El programa tenía ese doble sentido: pasábamos música soul y disco. Y ojo: no era solo poner discos, había que ir a buscarlos, conseguir el material, muchas veces encargarlo afuera, porque no llegaba nada a Rocha.

Miguel Nogueira, a la izquierda en Difusora Rochense.
Miguel Nogueira, a la izquierda en Difusora Rochense.
Foto: Gentileza.

—¿Cómo era la radio de un adolescente en los años 70?
—Era un ritual. Tenías que llegar una hora antes, preparar los vinilos, medir la duración, revisar que la púa estuviera en condiciones, cortar las cintas de los avisos con tijera y cinta adhesiva. No había margen para el error. Si se te trancaba el disco o se rompía la cinta, quedabas regalado. Y como era chico de pueblo, todo el mundo escuchaba: mis compañeros de liceo, mis profesores, mis viejos.

—Y en paralelo, ¿cómo era la vida de un adolescente en Rocha?
—Muy tranquila, comparado con ahora. Había bailes todos los fines de semana, pero no con un DJ pasando música: eran orquestas en vivo. Te hablo de diez, doce músicos en un escenario. Esa era la normalidad. La disco recién estaba llegando, y nosotros éramos de los primeros en meter esos sonidos en la radio. Imaginate: Donna Summer en un baile de club social de Rocha, con gente que todavía esperaba al acordeón. Era un choque cultural divertido.

—Después de Fortaleza vino Difusora Rochense.
—Sí, en 1978. Ahí estuve hasta 1985. Fue mi escuela definitiva. La radio estaba en el centro de la ciudad y pasaba de todo: política, fútbol, música. Tenías que saber un poco de todo. Si había tormenta fuerte, te llamaban a las tres de la mañana para dar el parte del tiempo porque la gente estaba sin luz. Éramos todólogos, como se dice ahora, pero en serio.

—Y luego vino el salto a Montevideo.
—Claro. En 1985 me vine a Concierto FM. Entré como operador y después como jefe de operadores. Fue un cambio grande: porque de estar al aire, pasé a estar detrás de la consola. Mi padre me preguntaba si era una buena idea, porque no estaba al aire, pero ganaba el triple, y en ese momento la plata era decisiva. Tenía un bebé, la inflación estaba descontrolada, más de 100% anual. Y, la verdad, te comían los piojos. Y Montevideo, comparado con Rocha, era otro mundo: más radios, más competencia, más oportunidades.

—En esos años viviste la gran transición tecnológica.
—Ni que hablar. Cuando empecé, usábamos discos de acetatos, de 78 revoluciones, para la publicidad. Si se caían se partían como un plato. Después vinieron los vinilos, los cassettes, la cinta abierta, el CD y finalmente lo digital. Cada paso fue un aprendizaje. Cuando apareció la digitalización, muchos colegas mayores quedaron afuera, porque no se adaptaron. Yo tuve la suerte de que siempre me gustó meter mano en lo nuevo. Hoy agarrás un mouse y copiás un archivo de un lado a otro. En los 80, si querías una tanda, tenías que grabar aviso por aviso en una cinta y que quedara perfecto. No había “control Z”.

—¿Y cómo era el trabajo con las noticias en esos tiempos?
—Era otra cosa. Tenías el teletipo, que largaba rollos de papel todo el tiempo. Y si se cortaba la cinta y no te dabas cuenta, te quedabas sin información. Imaginate que podías arrancar un informativo sin enterarte de que había renunciado un presidente o que había muerto el Papa, por dar unos ejemplos. Hoy, al revés: el problema es que te enterás de todo al mismo tiempo y tenés que decidir qué dejás afuera.

—Después llegaste a Sarandí.
—Sí, de la mano de Julio Villegas y Jorge Nelson Mullins. Ellos eran dos gigantes. Mullins fue pionero en traer a Uruguay la radio hablada al estilo norteamericano, con grandes noticieros, con mucho peso en la opinión. Villegas era otro distinto: estilo único. Ahí aprendí que la radio no era solo pasar música o leer titulares, era interpretar lo que estaba pasando.

—También fuiste parte de Azul FM y de Poder Ciudadano.
—Sí, con Jorge Gatti hicimos 12 años de programa. Fueron épocas intensas, de mucho periodismo político y social. Había que estar muy atento a todo, porque el país estaba cambiando. Lo disfruté mucho, aunque era un esfuerzo enorme. Y desde 2020 estoy en Carve, en el Informativo de la mañana, junto a Nicolás Lussich. Es como cerrar el círculo: sigo haciendo informativos, sigo madrugando.

—¿Cómo llevás esa rutina?
—Con sacrificio. Me levanto entre tres y media y cuatro. A las cinco estoy en la radio. Así que de lunes a jueves, es imposible ir ver una película: me duermo a los quince minutos., aunque sea la mejor película del mundo. Pero también es un privilegio: ser parte de la mañana de la gente. La radio a esa hora acompaña, despierta, informa. Hay un vínculo muy especial con el oyente que pone la radio mientras prepara el mate o maneja rumbo al laburo.

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Miguel Nogueira junto a Nicolás Lussich en las mañanas de radio Carve. Foto: Archivo.
Foto: Informativo Carve.

—¿Creés que la radio sigue viva frente a TikTok, los podcasts y las redes?
—Sigue viva y fuerte. Imaginate que a las siete de la mañana hay 150 mil autos circulando en Montevideo, y la mayoría tiene la radio prendida. Claro, los jóvenes no consumen como antes, pero la radio tiene algo que ninguna red te da: inmediatez y compañía. Podés escuchar un podcast después, pero si querés saber qué está pasando ahora, prendés la radio.

—¿Cómo ves a los jóvenes que hoy se forman en periodismo?
—Con poca lectura. Y eso es grave. Si estudiás periodismo, tenés que leer todo: prensa oficialista, opositora, internacional, blogs. Aunque no te guste, aunque no compartas. Si no, tu cabeza queda atrofiada. Y claro, en el mundo TikTok, quieren explicaciones de 20 segundos. Pero hay cosas que no entran en 20 segundos.

—Claro no podés entender, o querer explicar el conflicto en Medio Oriente viendo un reel de pocos segundos.
—Exacto.

—También hoy pasa eso que decía Aldoux Huxley, que de tanta información, no sabemos qué es importante y qué superficial.
—A nosotros no nos pasa, porque de noche la productora del informativo nos manda unos 40 o 50 títulos para el día siguiente, y cuando llegamos revisamos portales, noticias de todos lados y vemos qué priorizar, y qué no. También hay que ver si le sigue interesando la guerra de Rusia y Ucrania a la gente, y cuánto más le puede interesar si un ex ministro Evo Morales está preso en Bolivia. Y llega un momento que decís: “ya está, elijamos estas 40 o 50 noticias”, porque también estás limitado por el tiempo.

—¿Qué es lo que más extrañás de aquellos tiempos?
—El oficio. Antes, para estar al aire tenías que tener un recorrido. Hoy cualquiera puede salir con un micrófono conectado a una computadora. También había empresarios que nacieron adentro de una radio y se transformaron en empresarios radiales. No quiere decir que hoy no los haya. Hoy de repente hay gente que compra una radio y se va metiendo en el negocio a medida que pasan los meses, pero no viene del rubro. Antes era distinto, había “gente de radio”, como le decíamos. También extraño los vinilos: un buen vinilo, bien prensado, sigue sonando mejor que un archivo digital.

—Trabajaste con muchos grandes. ¿Quiénes te marcaron más?
—Fueron varios. Me acuerdo que Berch Rupenian tenía un oído único. Escuchaba un tema y decía “esto va a ser un éxito”, y al poco tiempo estaba primero en Billboard. Esa intuición no se aprende, se tiene o no se tiene. También Jorge Nelson Mullins, Omar García, y aprendí de todos.

—Después de 50 años, ¿qué balance hacés?
—Que la radio me dio todo: amigos, trabajo, sustento y alegría. Y también sacrificios: madrugones, sueldos bajos, incertidumbre. Pero lo volvería a hacer. Si no te gusta la radio, no lo podés hacer. Tenés que tener pasión, si no, te fundís.

—¿Y pensás en el retiro?
—Sí, inevitablemente lo pensás. Tengo 66. Capaz que no mañana, pero capaz que se da dentro de unos años. Pero mientras me levante con ganas de prender el micrófono, voy a seguir con esta pasión.

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