Hoy comienza oficialmente la mayor fiesta de jineteadas del país: la Criolla de la Rural del Prado. Durante siete días jinetes de todo el país, pero también de Argentina y Brasil, se darán cita en un evento que acumula casi un siglo de historia, aunque sus raíces son más antiguas que la creación del propio Estado uruguayo. En los últimos años este evento ha enfrentado denuncias de grupos animalistas, incluso existe una Coordinadora por la Abolición de las Jineteadas en Uruguay, que define la práctica como explotación animal y una tradición que debe de acabar.
Mientras escala la presión de los grupos animalistas, los competidores consideran que participar en el Prado es “un honor” aunque no se alcance ningún premio. El solo hecho de ser convocado es sinónimo de estatus. Hay una especie de cofradía entre los jinetes: si bien compiten en el ruedo, conviven cerca de 10 días, duermen en los mismos pabellones y comparten ratos. Dicen que forman una familia elegida, el tema central siempre es “lo relacionado a los caballos” y cuando todo termina ya piensan en el año siguiente.

Muchos montevideanos asisten al Prado -lo mismo que al Parque Roosevelt- por curiosidad o porque ya es costumbre; este es uno de los eventos en el que la ciudad recibe al campo. Pero de fondo hay otro elemento: el 12 de marzo el presidente Yamandú Orsi suspendió por 180 días la aplicación de una resolución aprobada en febrero por el Instituto Nacional de Bienestar Animal (INBA), que pretendía dar un marco regulatorio a las jineteadas y que ya había provocado la cancelación de actividades en el interior. Orsi dijo que convocaría a una mesa de diálogo con las organizaciones involucradas. La reglamentación establece la presencia obligatoria de veterinarios y la descalificación de jinetes que maltraten caballos, entre otros elementos. Hay sanciones de más de 20.000 dólares, confiscación de animales y cancelación o suspensión de autorizaciones.
La decisión fue apoyada públicamente por dirigentes blancos y colorados, como los senadores Sebastián Da Silva y Pedro Bordaberry. Manifestaron que la decisión de este gobierno es de “sentido común” y permite que se realicen con tranquilidad las fiestas de tradición gauchesca. También habló el ministro de Ganadería, Alfredo Fratti, quien admitió que el gobierno desconocía el detalle de la reglamentación aprobada el 10 de febrero y que Uruguay es muy diverso como para que una misma normativa sobre jineteadas se aplique de igual forma en todos los eventos.
Con la decisión de Orsi, por estos días numerosas escuelas rurales podrán hacer pequeñas criollas a beneficio, sin tener que asumir los costos que implicaría aplicar el decreto que se levantó. La reglamentación, sin embargo, no afectaba a los grandes eventos, que en su mayoría ya aplicaban estos parámetros. De hecho la Intendencia de Montevideo (IMM) anunció que realizará las tradicionales jineteadas de caballos con “todos los nuevos requisitos” del decreto que fue suspendido.
Presencia de veterinario y organizadores responsables
¿Qué proponía la reglamentación aprobada por el Instituto Nacional de Bienestar Animal (INBA) al final del gobierno de Luis Lacalle Pou, que fue revocada por Yamandú Orsi? Se exigía la presencia de un doctor veterinario habilitado por el Ministerio de Ganadería en todas las domas o criollas. Además, los organizadores tenían que contar con herramientas para transportar al animal en caso de accidente.

El hincapié más fuerte sobre los jinetes estaba en cómo trataban a los caballos: si el jinete lo golpeaba en la cabeza o en cualquier lugar a modo de castigo, tenía que ser desclasificado de la competencia. Los organizadores tenían que contar con un seguro por cada jinete.
Había cuidados para los caballos, como disponer de agua mientras estaban concentrados en el predio. El palenque, que es un palo donde se ata a los caballos antes de que suene la campana de largada, tenía que contar con un sistema acolchado, para que los animales no se dañaran la cabeza.
La redacción del decreto suspendido por el gobierno, que llevó más de dos años de discusión, muestra una semilla en Uruguay: querer dar todas las garantías de cuidado para las yeguas y caballos de domas y también para los jinetes, que según se dice en el rubro “siempre tienen la caída asegurada”. Es un deporte que necesita de técnica para mantenerse erguido, una tradición cuestionada por muchos. Es un práctica que necesita disciplina y que se lleva adelante en muchos puntos de la campaña.
¿Pero qué dicen los jinetes de todo esto? Aquí, su voz.
Contamos tres historias de hombres jóvenes que siguen eligiendo subirse a pelo o con montura a un caballo que intentará tirarlos a como dé lugar.
Con cepa de campeón
En 2022 Agustín Miraballes llegó a la máxima gloria pero terminó en un hospital y demoró seis meses en recuperarse. El último día de competencias, cuando ya estaban casi todos los puntajes dados y sabía que iba a ganar, el caballo que le tocó se cayó al piso con él arriba. No logró liberarse, y cuando el animal de un salto se paró, lo pisó con una pata de atrás. Los caballos utilizados para jineteadas pesan unos 400 kilos, son “macizos”, con mucho músculo, a diferencia de uno que se puede usar para arrear ganado.

Se mareó un poco, y enseguida supo que era grave porque el dolor era muy fuerte. Pero se negó a la asistencia médica, quería recibir el premio, hasta que el doctor de la Criolla le habló claro.
—Me dijo “che te veo blanco, mostrame tus manos.” Y le mostré y tenía la palma de la mano bien blanquita. Y me dijo “andá, porque ahí donde te piso está el bazo y es complicado”. Ahí me fui a la ambulancia, y después me operaron. El caballo me había roto el riñón y el bazo.
Con honor, el premio lo recibió su padre, quien también fue jinete, al igual que su tío. “Debe de haber sido un orgullo muy grande para él”, dice Miraballes. Pero esta no era la primera vez que recibía un premio en la Criolla del Prado. En 2019 ganó el premio revelación, que se lo entregan al jinete uruguayo “más nuevo” que hace mejor puntaje, sin importar la categoría.
Las categoría en las que compiten los jinetes en el Prado son en basto oriental, en pelo nacional, en internacional pelo, en basto argentino. Todas tiene su reglas, pero básicamente más puntos lleva quien no se cae del caballo desde que suena la campana y realiza las mejores posturas, sea levantado una mano, cruzando los brazos o también curvando el cuerpo cuando el caballo está en dos patas. Acá importa “la elegancia” y el estilo con el que cada jinete se mueva.
Como dice su nombre, cuando se compite en pelo el caballo no está ensillado, es decir, no tiene monta o silla agarrada a su cuerpo, y el jinete se tiene que sostener directo desde las crines (los pelos largo y grueso del cuello). Lo único que lleva es un rebenque, el tiempo es de ocho segundos, si es que el jinete logra soportar. En cambio, en las categorías en basto el animal sí lleva montura, que se la coloca el propio jinete, son diez segundos y se puede quedar eliminado no solo por caer sino por perder parte de la montura.
Miraballes vive en Maldonado, es domador de caballos, pero todos los fines de semana aprovecha para ir a diferentes criollas. Grandes o chicas. Ahora dice que está contento porque viene con viento en la camiseta, el pasado fin de semana ganó el primer premio en la fiesta Minas y Abril, y se llevó 50.000 pesos “para las casas”.

Tiene 26 años y una hija de dos meses que se llama Clementina, que “no para de crecer”. Además de competir en Uruguay, estuvo en Brasil y Argentina. “En Argentina es prácticamente como acá, pero en Brasil muchos caballos son diferentes y no solo corcovean, es decir hacen fuerza para pararse en dos patas, sino que giran”, dice Miraballes.
—¿Cómo vivís las manifestaciones de los grupos animalistas?
—Es horrible. No sé cómo explicarte, pero no está bueno que ellos entren así, queriendo llevarse el mundo por delante. Imaginate que el Prado está por cumplir casi 100 años, capaz antes era bruto, pero los cuidados que se le dan a los caballos han cambiado muchísimo.
—¿Pero el caballo sufre?
—Si me preguntas si sufre el caballo, yo qué sé si sufre, pero date cuenta que un pingo corcovea en una jineteada, no más de diez segundos. Y ponele que por año tenga que trabajar, no sé, tres minutos en total… El resto está todo el año suelto con comida, con todos los cuidados.
—¿Alguna vez estuviste en alguna situación tensa con animalistas?
—No, por suerte. Pero es algo feo que pasa.
Miraballes ahora espera que la suerte lo siga acompañando y que en esta edición pueda volver a llegar a un buen puntaje en la Criolla del Prado.
De la ciudad al campo
Antes de ser mayor de edad Juan Pablo Cano ya andaba montando vacunos (por lo general son animales de pocos años de edad) y caballos a escondidas de sus padres. Su primer golpe grande se lo dio a los 14 años, cuando se cayó mal y se quebró las dos manos; le había mentido a sus padres y se había ido con un primo grande a competir. Esto fue en una criolla de vacas en Lavalleja, que se hacía a beneficio de una causa social. “El organizador estaba asustado porque era menor de edad, pero le dije que no se tenía que hacer cargo de nada porque yo había elegido ir”, recuerda Cano.

Él no nació en el medio rural, sino en la ciudad de Maldonado hace 27 años, después por razones familiares se fue a Minas. Su familia no tiene vinculación con los caballos ni con el agro. Y, de hecho, costó que comprendieran su gusto por las domas.
Dice que ha tenido suerte. Y que por eso le han tocado premios grandes. Como aquel auto cero kilómetro que se ganó en 2019 en la criolla de Palmitas, en el departamento de Soriano. También ganó dos motos, que después vendió, y recibió premios importantes en dinero. En el Prado obtuvo el segundo lugar en 2022 y el cuarto en 2024. Su racha de triunfos no se limita a Uruguay: también ha cosechado reconocimientos en competencias de Brasil, en el estado de Río Grande del Sur. Porque, parece, en esta tradición gauchesca seguimos unidos como una sola región, como lo fue antes de las invasiones luso-brasileñas que terminaron en 1828.
—¿Cómo explicarías qué son las jineteadas a alguien que no sabe nada?
—Es muy difícil porque yo lo llevo dentro del corazón. No es que uno monta pa’ hacer ver o algo; no. Uno monta porque le gusta. Además no es un juguete, vos subís y no sabés si el día de mañana vas hasta arriba o no.
En Uruguay no hay manera de vivir solo de las jineteadas: Cano es peón rural en una estancia en el departamento de Lavalleja. Y dice que tiene el gusto de poder trabajar montando a caballo.

—¿Te afectan en algo los reclamos que hacen los grupos animalistas?
—Me entra por un oído y me sale por el otro. No debe de haber otra doma en la que aparezcan.
—¿No se manifiestan en otras fiestas de las grandes?
—La única pantalla que ellos tienen es el Prado porque saben que no les va a pasar nada. Creo que es un atrevimiento por parte de estas personas, porque nosotros respetamos lo que ellos opinan.
—¿Te parece que hay desinformación? Ellos creen que se está lastimando al animal.
—Hay desinformación, sí. Capaz que es lo que piensan muchas personas, pero uno no obliga al animal; ellos nacieron así. Cada caballo es distinto y, si bien hay razas, hay algunos que nunca van a poder ser domados para ser mansos.
Cano no es de los jinetes que se cuidan mucho, el entrenamiento lo hace a diario trabajando. Hay otros que sí se cuidan con las comidas, salen a correr o hacer ejercicios para tener más musculación en las piernas.

Él asegura que hay que tener fuerza, sobre todo en las piernas, para poder mantenerse montado al caballo. También dice que el tiempo enseña a aplicar las técnicas correctas para caer y no salir tan lastimado.
Además, en su caso “no te podés andar lastimando al cuete, porque sabes que el lunes hay que madrugar y volver a trabajar”. Pero igual admite:
—A veces no te da tiempo ni a reaccionar porque el caballo te tira en un segundo.
Jugar en el Centenario
En el mundo de la jineteada los golpes son parte del combo. Diego Almada (32) lo sabe bien. Aunque venía compitiendo casi todos los fines de semana, el pasado prefirió parar para poder llegar a la Criolla del Prado en buen estado, cuenta desde Florida.

Está la Patria Gaucha, la Criolla de Durazno, La Fiesta del Mate, innumerables eventos donde participan. Pero para los jinetes no hay como llegar a la Criolla del Prado. “Es como jugar en el Centenario si jugás al fútbol”, dice Almada. La selección la hace el capataz de campo del Prado que busca jinetes con experiencia y con una cierta madurez, porque son ocho días compitiendo, “y hay que poder resistir eso físicamente, pero también con la cabeza”.
Sobre el tema de las denuncias de maltrato animal, opina:
—No veo que haya tanto maltrato. Uno que se ha criado al lado de los animales, sabe el trabajo que se le dedica a estos caballos; es impresionante.
—Los animalistas dicen “seguro a vos no te gustaría que te hagan eso”.
—No sé, tendría que convertirme en caballo un día y pensar de su lado.
—¿Y se genera una especie de vínculo con los caballos que montas?
—Claro, uno le toma cariño. Los tropilleros tienen una gran satisfacción por sus caballos. Y uno también porque monta caballos que le han dado muchos premios y más allá de eso satisfacciones lindas.
—¿Cuántos años vive un caballo de estos de las jineteadas?
—Puede llegar a los 18 o 20 años, y lo vas a mirar y vas a decir que tiene 11 años. Porque no es lo mismo que el caballo que trabajó toda la vida en el campo. O sea, llegan a la misma edad y notás la diferencia: el de jineteada va a estar enterito, no se le van a notar los años.

Almada tuvo dos veces mención en la Criolla del Prado, en 2016 y 2017 quedó quinto, compitiendo en basto oriental. Pero no hay recetas para el éxito. “Por más que uno practique, que se prepare, hay factores que no se pueden controlar”, dice, “el estado del caballo, el de uno mismo esos días”. Pero él está seguro de algo, y es que acá mucho depende de la suerte.
Para estos tres jóvenes jinetes reconocidos en el ambiente de las criollas y premiados, se viene una semana muy esperada en todo el año, que viven como una fiesta única. Intentan llegar en las mejores condiciones físicas, los acompaña su familia y se llevan hasta cama y colchón.
Pero, del otro lado del ruedo están los grupos animalistas como la Coordinación por la Abolición de las Jineteadas en Uruguay, que ya convocó a una movilización para esta tarde: marcharán a las seis hasta la Rural. La Plataforma Ambientalista, otra organización, cita para las tres de la tarde a una concentración en el acceso principal al predio. Los dos mundos volverán a chocar.
“¿Están en contra de que no violenten a los caballos?”
Para Rita Rodríguez, representante de las protectoras de animales en el Instituto Nacional de Bienestar Animal, la decisión del presidente Yamandú Orsi de suspender la regulación para las jineteadas es “un grave error”. Rodríguez, quien había sido precandidata a la presidencia por el Partido Verde Animalista, se preguntó en un video en su cuenta de Instagram “qué tan felices estarán los votantes frenteamplistas de que esto se esté dando de esta manera (...) A sabiendas de que hay muchos frenteamplistas que son animalistas”. La militante afirmó que quiere entender qué es lo que molesta de la reglamentación. “¿Qué no los violente, que no les peguen?”, pregunta Rodríguez en su cuenta.
En los pocos días de vigencia de la resolución del INBA, varias criollas se suspendieran, básicamente por el temor a las multas. Ya que el no cumplimento tenía sanciones que podían llegar a los 20.000 dólares.
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