La semana que pasó no fue una más para el exsenador Gustavo Penadés. El martes 7 de octubre cumplió sus 60 años de edad en un lugar que casi nadie podía imaginar poco tiempo atrás: la cárcel de Florida, en la cual además unos días más tarde, el viernes 10, cumplió ya dos años preso, de forma preventiva, a la espera del juicio. Entre uno y otro aniversario, el miércoles 8 por la tarde se enteró, junto a la opinión pública, de una importante novedad: la confirmación de la acusación de la Fiscalía, que le atribuye una veintena de delitos sexuales y pide para él una pena de 16 años, así como una pena de seis años para el profesor Sebastián Mauvezín, presunto intermediario entre Penadés y cinco de las 13 víctimas.
Pero aún falta mucho para laudar uno de los casos judiciales más mediatizados —y de mayores implicancias— de la historia reciente en Uruguay. Un caso en el que a lo largo de más de dos años han convivido revelaciones, verdades, medias verdades, mentiras y también rumores incomprobables. Que expuso desconocidas historias de abuso y violencia por parte de Penadés, pero cuyo alcance y amplitud es y será asunto de debate.
De un lado, la fiscalía dice tener pruebas de graves delitos acumulados durante casi treinta años. Del otro, en el banquillo de los acusados, dos personas dicen ser absolutamente inocentes. En el medio, algunos que creen que puede haber un poco de todo. Y en el final del camino, un juicio que asoma como la instancia con mayores garantías para acercarse un poco más a algún tipo de verdad.
A la espera de que las defensas de los imputados planteen su teoría y la prueba que pretenden introducir, aquí un repaso de lo que la fiscalía puso arriba de la mesa, y los debates que ya se han dado en el camino.
Una a una
Las 13 víctimas por las cuales la Fiscalía acusa a Penadés de una veintena de delitos sexuales conforman una línea del tiempo que se extiende desde principios de la década de 1990 hasta el año 2022, cuando ya era el principal senador de la bancada oficialista.
Mientras que diez de ellos aducen haber mantenido un vínculo sexual con Penadés siendo menores de edad, en casi todos los casos a cambio de una retribución o una promesa, las tres restantes víctimas sostienen haber sufrido algún tipo de abuso o violencia cuando ya eran mayores de edad.
Si se agrupa a las víctimas según la antigüedad de los hechos denunciados, en un primer conjunto están los cinco casos más viejos, que se remontan a los primeros años de Penadés como político y legislador. Ahí hay tres casos que dicen haber estado con él antes de cumplir los 18 años (están identificados en la causa con las letras B, N y O), y otros dos que ya eran mayores de edad pero que según la Fiscalía fueron abusados sexualmente (Javier Viana y “Mid 2”).
En el caso de "B", a poco de iniciarse la causa se acercó al Consultorio Jurídico de la Universidad de la República (Udelar) para denunciar un encuentro con Penadés en diciembre de 1999, cuando se encontraba a pocas semanas de cumplir la mayoría de edad. Dice que estaba en el puerto de Punta del Este con un currículum en su mochila, buscando un trabajo para “hacerse la temporada”, cuando apareció Penadés, quien se presentó como diputado y le ofreció ayuda, pero le pidió que hiciera una caminata hacia el auto desabrochándose el pantalón. Después, según relata, Penadés lo llevó a un motel y lo forzó a tener un encuentro sexual.
“Me jodió la vida”, dijo el hombre en 2023 en una entrevista con El Observador.
Los casos de "N" y "O", por su parte, se sumaron en una etapa más tardía de la investigación.
En el caso de “O”, incluido en la causa a partir de un artículo en Caras y Caretas, sostiene que a comienzos de los 2000 estaba haciendo dedo cuando Penadés lo paró y lo invitó a subir, para luego tocarle la pierna y ofrecerle un encuentro sexual.
“N”, por su parte, señala que en torno a 1996, a sus 16 años, el legislador lo levantó en distintas oportunidades, que en una de ellas fueron cerca del Club Neptuno y Penadés le pidió que se tocara mientras lo iluminaba con las luces del auto, y que también llegó a ir a su apartamento de Bulevar Artigas y Maldonado, a cambio de dinero.
En eso último coincide con parte de lo declarado por Javier Viana —incorporado a la causa a raíz de su relato en el libro Gustavo Penadés, dos caras de un hombre con poder. Viana —que primero dijo que tenía entre 18 y 17 años, luego entre 16 y 17, y finalmente algo más de 20— reconstruyó encuentros sexuales en ese apartamento que Penadés tuvo entrada la década de los 90 y que fue allanado recientemente para cotejar coincidencias con los testimonios.
Ambos señalan por ejemplo que ingresaban por el garaje para luego subir al apartamento de Penadés, donde dicen haber recibido abusos sexuales.
Lo relatado por Viana, además, también se emparenta mucho en sus descripciones y el lenguaje con lo que declaró "Mid 2", otra víctima que también era mayor de edad al momento del encuentro con Penadés y llegó a la causa a través de información proporcionada por el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) en el marco de un programa de reparación a personas trans.
De ningunas de estas víctimas hay indicios, al menos al momento, de que se conozcan entre sí o a otros de los denunciantes más recientes.
El debate sobre la prescripción de los delitos y su acumulación
Al debate sobre la prueba y la veracidad de cada uno de los delitos que se le atribuyen a Penadés se le agrega la discusión sobre los plazos de prescripción.
La teoría base detrás de la acusación de la fiscalía es que la comisión de un nuevo delito cualquiera interrumpe la prescripción de delitos anteriores.
Entonces se forma una especie de cadena, en la que la acumulación de delitos mantiene "vivos" a los anteriores. En esa interpretación, el descarte de algunos casos puede hacer tambalear la cadena.
La defensa de Penadés señala que, más allá de eso, algunos delitos preveían un plazo para hacer la denuncia a instancia de parte y eso caducó.
Un Tribunal de Apelaciones introdujo como variable a considerar el hecho de que Penadés tuvo fueros durante todos los años en los que cometió los supuestos delitos.
Según ese fallo, los fueros dejaron en suspenso los plazos de prescripción.
De todos modos, la discusión se reeditará en el juicio.
Los de la polémica
En el medio de esa línea de tiempo aparece, por un lado, el caso de un policía mayor de edad que denunció haber sido acosado por Penadés en enero de 2014, así como las dos víctimas más públicas y controvertidas de la causa: Romina Papasso, la que inició todo con su denuncia mediática contra Penadés, y Jonathan Mastropierro, un joven a quien el exsenador admite haber pagado por sexo cuando ya era mayor, pero que también denuncia una primera instancia previa como menor, que es negada enfáticamente por los imputados.
La tesis de la defensa es que Papasso y Mastropierro, de alguna forma, coordinaron una campaña de calumnias contra Penadés tergiversando hechos y encuentros que el legislador mantenía con jóvenes pero siempre mayores de edad. En ambos casos, la defensa explota sus contradicciones e historiales delictivos para sembrar dudas sobre la veracidad de sus relatos y sus posibles motivaciones.
Para la fiscalía y la defensa de las víctimas, la teoría de las “denuncias armadas” no se sostiene ni para los casos más viejos ni para los más recientes. Según ellos, la estantería de testimonios y otras pruebas se mantiene en pie más allá de todas las polémicas en las que han estado envueltas esas dos víctimas públicas.
Papasso, que denuncia dos encuentros abusivos con Penadés en el año 2007, se encargó de poner en jaque su credibilidad al idear una denuncia falsa contra el hoy presidente de la República, Yamandú Orsi, a quien acusó de haber violentado a una persona trans, pero luego admitió que lo había inventado.
En el caso de Penadés, en una etapa temprana también estuvo detrás de un chat falso que buscaba incriminar burdamente a Mauvezín. Ante la denuncia de los implicados, e informes policiales que confirmaban el origen fraudulento de esa evidencia, la propia fiscal Alicia Ghione —que ha sido duramente criticada por las defensas— informó a la fiscalía de Corte acerca de la responsabilidad de Papasso en ese hecho.
Por esos y otros episodios se la condenó en agosto de 2024 a algo más de dos años en prisión.
Sobre las denuncias contra Penadés —tanto las suyas como las de otros menores—, Papasso ha dado varias vueltas, pero ante la Justicia y la Fiscalía, hasta ahora ha sostenido reiteradamente que los relatos son esencialmente ciertos.
Esa es una diferencia respecto a lo sucedido con Orsi. Otro contraste es que con el hoy presidente no apareció luego ninguna otra denuncia ni tampoco vinculaciones con el mundo de la prostitución, como sí ocurrió con Penadés.
Eso, claro, no confirma de por sí lo relatado por Papasso. Para el juicio, además de su relato, la fiscalía pretende incluir como prueba los testimonios de familiares suyos, personas vinculadas al liceo al que concurría en la época, así como detalles de su historia clínica y episodios de salud mental que registró en las fechas cercanas a los presuntos abusos de Penadés.
También se citará nuevamente a Papasso para que dé su versión sobre conversaciones con otras víctimas que generaron suspicacias por parte de los imputados. La defensa del exsenador, por su parte, ha cuestionado también algunas contradicciones en el relato de la primera denunciante, por ejemplo en la descripción del auto de Penadés.
Mastropierro, en tanto, también desembarcó en la causa en los primeros días del escándalo público y pronto se convertiría en una de sus caras más controversiales. Según su versión, se contactó con Papasso luego de que Penadés hiciera una conferencia negando la denuncia inicial y anunciando una inmediata acción por difamación. Papasso había dicho en su denuncia mediática que Penadés, según escuchaba, ya hacía buen tiempo que no hacía más “esas cosas”. Pero Mastropierro la convenció de algo distinto.
“No estás sola”, le escribió el joven, bajo el seudónimo “Mateo”, y dijo contar con pruebas de encuentros recientes por plata con menores de edad.
En esos primeros días, Mastropierro facilitó imágenes de Penadés en un hotel de alta rotatividad y a la salida de un cajero automático, alegando que estaban ligados a encuentros con menores.
En mayo de 2023, cuando concurrió a declarar a Fiscalía, Penadés se defendió de todas las acusaciones y atribuyó las denuncias a una “trama” supuestamente orquestada por Mastropierro.
“El relato que aparece en uno de los testimonios es un relato en el que supuestamente son dos menores, y eso no es así”, se defendió Penadés, quien aseguró que el encuentro en cuestión había sido un trío con dos mayores en 2020.
Ante la pregunta de cómo sabía la edad, el legislador dijo que lo supo después, cuando se enteró que Mastropierro había caído preso por estafas. “Y además físicamente y como persona uno se daba cuenta que era mayor de edad”, agregó, tal como consta en el libro Gustavo Penadés, dos caras de un hombre con poder.
Junto a su abogado, Penadés adujo que luego de ese encuentro Mastropierro había enviado la foto a Mauvezín, insinuando un posible intento de extorsión.
La versión de Mastropierro es otra.
Para empezar, asegura que la primera vez que estuvo con Penadés fue entre 2016 y 2017, a través de Mauvezín en la aplicación Skokka. Su versión sobre ese encuentro varió: primero dijo que había sido sin dinero de por medio, luego distinguió entre ese y un posterior trío, y en la Justicia afirmó que la primera vez que se vio con Penadés sí obtuvo una retribución. Si bien reconoce esos cambios en su versión, y el uso inicial de un seudónimo, el joven aduce que soltó la información a medida que el caso avanzaba y que en un principio no se veía a sí mismo como víctima, sino como testigo.
“No busco ningún tipo de rédito económico. Lo considero una etapa cerrada porque yo ya lo superé. Si hubiera sabido que iba a terminar en todo esto ni siquiera le escribo un mensaje a Romina, me ahorro todo esto y en este momento estaría en mi casa viendo una película”, dijo en su declaración anticipada. “Sí, me pagó teniendo 17 años. Esté bien o mal, no es tema mío. Si yo estuve mal en algo asumiré las consecuencias en su momento, qué sé yo. No es ningún tipo de represalia ni de trama”.
Ni el chat fraguado de Papasso ni las fotos que circularon de Penadés forman parte finalmente de la prueba incorporada en la acusación.
La fiscalía tampoco logró incorporar a la causa otros supuestos casos de explotación de menores acercados por Mastropierro, y que figuraban como líneas de investigación en una etapa inicial (algunos de ellos esbozados en el pedido de desafuero).
Pero el testimonio del joven de alto perfil se mantuvo en pie pese a las polémicas en torno a su persona. Ahora deberá sortear el escrutinio del juicio. Para su caso, la fiscalía también pretende reforzar su testimonio con el aporte de otros testigos.
Ni Papasso ni Mastropierro están entre las víctimas por las que se pide una compensación económica.
"Violencia privada" contra policía en 2014
En la acusación, la fiscal Isabel Ithurralde le atribuye a Penadés un delito de violencia privada por el acoso a un joven policía de 19 años mientras patrullaba la rambla de Punta del Este en el verano de 2014.
Según la acusación, el policía relató que Penadés se acercó en un auto, le preguntó si quería hacer "una changa", y se llevó sus manos a los genitales. El funcionario adujo que le pidió que se retirara porque si no lo llevaría a la comisaría, pero luego sintió que Penadés lo seguía. Cuando pidió apoyos y le solicitó que se identificara, Penadés dijo que tenía fueros por ser senador.
La fiscalía dice que Penadés "utilizó violencia e intimidación psicológica siguiendo a la víctima con su vehículo durante varias cuadras mientras este último caminaba solo en horas de la noche, siendo de una edad cronológica mucho menor que el imputado, para obligarlo a ingresar a su vehículo con la finalidad de realizar actos sexuales con él".
Los casos más recientes
Una parte central de la disputa en el juicio será la relación entre Papasso o Mastropierro con algunas de las víctimas que les siguen en el tiempo. La búsqueda de esos vínculos formó parte de los esfuerzos de Penadés y otras personas que se le acercaron, como el policía Carlos Taroco, condenadas por idear una contrainvestigación en torno a las víctimas de identidad reservada.
Esos esfuerzos no llegaron a ninguna conclusión clara. Mientras que la Fiscalía y las defensas de las víctimas aseguran que eso es porque las relaciones son nulas o insignificantes, la defensa de los imputados ha insistido en que existen lazos que alimentan las suspicacias.
Pero empecemos por el principio.
En ese extremo más reciente de la línea del tiempo aparecen cinco víctimas, de las cuales cuatro se conocen entre sí (víctimas D, E, G y H) y son las otras que involucran en sus relatos al profesor Mauvezín como intermediario, mientras que una quinta (letra C) dice haber concurrido por su cuenta al encuentro con Penadés, tras contactarse directamente a través de una app o la web.
Luego de las primeras denuncias contra Penadés, “C” concurrió a una sede policial y denunció que había sido abusado por el legislador en 2018, cuando tenía unos 15 años. Una vez notificada, la Fiscalía lo llamó a declarar y se incorporó a la causa. Es, por lo tanto, uno de los casos que a priori pone en cuestión el alegato de Penadés de que la Fiscalía fue quien salió a la búsqueda de las restantes víctimas.
Este joven adujo que se encontró con Penadés en un auto en la zona del Hotel del Prado, que el legislador trancó las puertas y lo forzó a tener un encuentro sexual. Al momento de declarar tenía 20 años y una historia de “vulnerabilidades” familiares y “fragilidad psíquica”, según las pericias a las que se sometió. Su abuela, que declaró como testigo, dijo que por aquel momento percibió una recaída en su salud mental.
Hasta el momento la defensa de Penadés no ha argumentado que este joven conozca al resto de las víctimas. Su nombre apareció en una esquina del flujograma que armaron quienes pretendieron ayudar a Penadés, aunque sin vínculos definidos.
El exsenador se refirió a esa denuncia en particular cuando declaró ante Fiscalía en mayo de 2023, cuestionando su verosimilitud. “Usted se imaginará que producto de quien soy, las precauciones que tomaba eran muchas. No voy a parar en el Hotel del Prado, en una zona oscura en Montevideo, a tres cuadras de la sede de un cuartel de la Guardia Republicana que se ubica en esa zona. Se imaginará que no lo hacía, o sea, jamás”, declaró.
Entre las pruebas que pide la Fiscalía está la historia clínica de “C”, así como informes de psicólogos y psiquiatras que lo atendieron en distintos momentos.
Otra es la historia con los cuatro jóvenes restantes, que denuncian abusos de Penadés con la intermediación de Sebastián Mauvezín en el año 2022.
Los dos primeros que se acercaron a denunciar, en mayo de 2023, fueron las identificadas como víctimas D y E.
El primero de ellos relató que fue abordado por Mauvezín mientras jugaba al fútbol con otro amigo en la zona del shopping Nuevocentro. Según su relato, Mauvezín les comentó que estaba organizando un partido de fútbol pero que a cambio tenían que hacer un “trabajito” por el que les pagarían $ 2.000. Ese trabajo, dijo, era salir con Penadés. Él tenía 16 años.
Tanto la fiscalía como los defensores de las víctimas plantearon en diversas audiencias que en un principio “D” tuvo reticencia a declarar por temor a que se lo acuse de “cómplice”, al haber derivado otros conocidos a Penadés.
“E” dice que tenía entre 13 y 14 y que se encontró tres veces con Penadés. “G” relata que tenía 17, mientras que “H” sostiene haber concretado un encuentro con 14 años.
Sobre ellos recaerá buena parte de la discusión en el juicio, por varias razones.
Para empezar, son —además de Mastropierro— los casos en los que la acusación no es solo contra Penadés sino también contra Mauvezín como intermediario. Además, son estos casos más recientes los que empezaron a torcer la suerte de Penadés. Cuando en mayo de 2023 se informó que se habían sumado testimonios muy cercanos en el tiempo, el legislador comenzó a perder el respaldo político que había tenido en un inicio. Primero fue empujado a pedir licencia y luego se le votó su desafuero.
También están, entre ellos, los más pequeños de la causa. Si bien ha negado cada uno de los delitos, en sus salidas públicas Penadés ha sido más enfático en la negación de los encuentros con chicos de 13 o 14 años.
El largo tramo entre la imputación y la acusación ya permitió de hecho ver algunos esbozos de la discusión en torno a esos casos.
Por ejemplo, los imputados dicen que es inverosímil que de cuatro adolescentes solo uno hablara por celular con Mauvezín y que, además, ese celular no haya sido hallado por la Fiscalía. Tanto “D” como su madre declararon que ese teléfono se perdió en una mudanza, que no recuerdan cuál era el número, y que conseguían celulares usados.
De hecho, la fiscalía convocará a la madre del joven al juicio para que dé cuenta del uso de los celulares. También se convocará a los familiares directos (madres y un padrastro) de los otros jóvenes para que narren "cómo se enteraron" de la situación de sus hijos con Penadés.
Otro punto de discusión es la relación del grupo con Romina Papasso. Ellos aducen que cuando el caso explotó mediáticamente, se contactaron con Papasso para preguntarle cómo podían denunciar lo que les había ocurrido.
La defensa de los imputados pone el foco en distintos encuentros que tuvieron, y versiones en su momento alimentadas por Papasso respecto a posibles “preparaciones” de sus testimonios.
Cuando la primera denunciante fue descubierta en sus mentiras sobre Orsi, y eso hizo temblar parte de la estantería en el caso Penadés, la fiscalía convocó a los cuatro jóvenes, que ratificaron sus denuncias y lamentaron las acciones de Papasso.
Más recientemente, la defensa de Penadés halló mensajes de Papasso con la víctima “H” y la madre de “D”, en los meses posteriores a la denuncia, en los que, por ejemplo, Romina decía cosas como “vas a tener que decir que es verdad lo del viejo”. Ante esa situación la fiscalía también convocó a los involucrados para que aclararan el contexto de la conversación. Según informó El Observador, Papasso dijo que efectivamente “era verdad” y solo le estaba diciendo que tenía que decírselo a la madre.
Para reforzar su teoría respecto a estas cuatro víctimas, la fiscalía también cuenta con reportes de antenas de celular, así como evidencia de distintos giros de dinero a Mauvezín en aquellos meses. Mientras que los imputados defienden que eso correspondía a encuentros con mayores de edad, quienes acusan lo consideran prueba de contexto que abona el relato de los menores.
El debate, por supuesto, se profundizará en el juicio.
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