"Yo encaro cada pelea con la expectativa de ganar. Si bien era un torneo de altísima exigencia, sin duda creía que era viable salir campeón. Entreno y peleo con esa mentalidad, que va más allá de lo racional y me da una confianza absoluta en mí mismo para cada desafío que tenga por delante", dijo a Ovación Javier Zaruski, el uruguayo campeón del mundo de Jiu-Jitsu Brasileño en categoría Superpesado (97 kg).

El peleador charrúa de 32 años ya se había coronado campeón mundial en dos ocasiones: primero en 2019 con cinturón morado y después en 2021 tras imponerse ante todos sus adversarios de aquel torneo por sumisión (nocaut, en lenguaje boxístico), con el cinturón marrón. Fue justamente esa consagración que lo catapultó a ponerse el cinturón negro (equivalente al profesionalismo), con la confianza del brasileño André Galvao, una leyenda del deporte que además es su coach personal.

Con ese cinturón negro peleó el pasado mes de diciembre de 2023 un nuevo campeonato mundial de Jiu-Jitsu No-Gi de la Federación Internacional de Jiu-Jitsu Brasileño (IBJJF), en Las Vegas (Nevada, EE.UU.), y alcanzó el logro más importante de su carrera hasta el momento y "el más importante que se puede conseguir en este deporte", siendo el segundo latinoamericano en conseguirlo y, obviamente, el primer uruguayo.

Pero evidentemente su carrera no comenzó con el título mundial de 2021, sino que ya hace unos 13 años, cuando tenía 19 años y una vez abandonó el fútbol luego de jugar en la tercera división de El Tanque Sisley. Al principio se interesó por las artes marciales mixtas (MMA), pero junto al entrenador Andrés Angelero (líder del equipo Tsunami en Uruguay) comenzó a practicar Jiu-Jitsu y consiguió su cinturón morado, con el que decidió dar un paso más en su carrera.

"Me vengo preparando para esto hace muchos años. En 2019 decidí radicarme en San Diego (California, Estados Unidos), donde entreno en el club Atos, uno de los mejores del mundo, sino el mejor. Me vine especialmente para entrenar junto al profe André Galvao", contó Zaruski en la entrevista.

Foto: TYY Withrow

"El torneo consistió en cinco peleas para cada participante, entre los 20 mejores peleadores del mundo en cada categoría (desde Rooster hasta Absoluto, una más que Superpesado). Yo entré en la penúltima plaza, por lo que me tocó pelear con el número uno en la segunda ronda y el numero dos en la final", explicó.

Lo cierto es que la dificultad de su fixture no fue impedimento para demostrar su poderío: ganó cuatro de las cinco peleas por sumisión y la restante por puntos. El primer día de competencia tuvo tres peleas, y el segundo día semifinal y final: "Fue un torneo muy duro. La pelea que gané por puntos fue la tercera (primer día), a la que llegué cansado de las dos primeras. Para la semi y final pude descansar y finalicé ambas".

El primer día sometió a José Muñoz y Kaser Larsen, y derrotó por puntos a Jackson Douglas. En la semifinal se impuso sobre Vinícius Lessa y en la final le ganó a Vinícius Trator.

"Estoy muy agradecido por haber conseguido mi gran objetivo. Obviamente ahora hay otros por delante, pero fue algo que me costó muchos años de trabajo y entrenamiento duro, y haberlo conseguido hace que valga la pena haberme alejado de mi familia y todos los sacrificios que llevó. Me siento privilegiado", confesó el luchador.

Por delante: "Tengo un Grand Prix de ocho peleadores en Guadalajara, México, el próximo 25 de mayo, que organiza Premiergrappling".

Mientras tanto, seguirá entrenando: "Hago pesas tres veces por semana, luchas de Jiu-Jitsu todos los días, más técnica. Recuperación, estiramiento, más bañera de agua helada y sauna. Más fisioterapia y entre otras cosas. Es un entrenamiento físico muy completo. muy exigente", señaló.

Foto: IBJJF