Los desafíos de Uruguay para tener menores subas de precios y una "moneda de calidad"

Banco Central organizó conferencia y posterior debate sobre metas de inflación como régimen de política monetaria, bajo diversas aristas.

Evento del BCU sobre metas de inflación y política monetaria del país
Evento del BCU sobre metas de inflación y política monetaria del país.
Foto: Francisco Flores

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La conferencia de Alexandre Tombini -economista brasileño, jefe de representación del Banco Internacional de Pagos en las Américas y expresidente del Banco Central de Brasil- sirvió de puntapié para debatir sobre la política monetaria de Uruguay en un contexto internacional de altas tasas e inflación, del que algunos países salen mejor parados que otros.

Se pusieron temas claves sobre la mesa, como la necesidad de que el Banco Central (BCU) tenga autonomía, de que su actuación se separe de las sucesivas administraciones (se habló de descalzar el nombramiento de los cargos del BCU de los ciclos políticos de gobierno), de la necesidad de llevar la inflación al rango meta ahora para que ésta no se dispare después (algo que los gobiernos vienen evitando por el costo político de ésto y porque los resultados se verían en la siguiente administración, según dijeron). También se habló de la “calidad de la moneda local” como pilar a largo plazo y la importancia de que el BCU genere credibilidad, lo que permitiría mayor coincidencia en las expectativas de inflación.

De todos esos puntos, en el que más coincidieron e insistieron los economistas fue en que el BCU tenga mayor autonomía. Sobre las metas e instrumentos que utiliza el ente, hubo consenso en que son los “adecuados”, pero que no se utilizan a pleno.

El evento, bajo el título “Metas de inflación como régimen de política monetaria”, se realizó ayer en la sede del BCU, con la presencia de su presidente, Diego Labat, y otras autoridades. Luego de la exposición de Tomini, hubo un debate de los economistas Aldo Lema (Vixion Consultores), Diego Pereira (JP Morgan Chase), Tamara Schandy (Exante), Nicolás Cichevski (CPA Ferrere) y, como moderador, Diego Gianelli (Banco Central de Chile).

Labat mencionó el programa “Hacia una moneda de calidad” que desarrolla el BCU alineado con la meta de inflación, desde hace tres años, y reconoció que hasta ahora no ha dado los resultados esperados, porque “es un sistema en construcción”, defendió.

No se obtienen resultados inmediatos “por decreto o voluntades”, afirmó. “Para eso hay que convencer (a los distintos actores sociales). El rol del BCU no solo es establecer la tasa de interés, sino convencer en debates serios y de calidad sobre las virtudes de lo que hacemos y de lo que falta”, dijo Labat.

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El rol del Banco de Pagos en el mundo

El Banco Internacional de Pagos (BIS, por su sigla en inglés) que representa el economista Alexandre Tombini, es una organización financiera propiedad de numerosos bancos centrales con sede en Suiza.

Es conocido como el “banco de los bancos centrales”. Su función es fomentar la cooperación financiera y monetaria internacional, apoyar el diálogo con otras autoridades responsables de promover la estabilidad financiera, y actuar como contraparte de los bancos centrales. No rinde cuentas a ningún gobierno.

Crecimiento lento

Sin hablar de la política monetaria del BCU (de hecho, siempre se refirió a estudios internacionales y regionales, pero casi nada de la realidad uruguaya), Tombini consideró que los bancos centrales de la región están preparados para reducir la inflación y que, incluso, reaccionaron “de manera temprana y decidida”, un año antes de que lo hicieran las economías desarrolladas. Afirmó que los bancos centrales de la región cuentan con herramientas para combatir la inflación, pero no para el crecimiento de sus economías ni para acortar las desigualdades salariales. Advirtió que las vulnerabilidades fiscales llevan a que los shocks externos se sientan con mayor fuerza. “La inflación ha caído en algunas economías latinoamericanas, pero el crecimiento económico es lento (salvo excepciones)”, afirmó.

Reafirmó que la inflación está cayendo en forma significativa en la región, aunque se mantiene alta. “El proceso será lento”, comentó. Los factores que generalmetne inciden en una inflación persistente y que recomienda atacar son: las expectativas de los agentes económicos que son los que definen precios y salarios; la indexación en los contratos y en especial la indexación informal (en Uruguay la indexación tiene que ver con la dolarización de la economía, afirmó); y las negociaciones salariales en la medida en que las empresas tienden a pasar los ajustes a los precios, lo que hace a la inflación más persistente.

Por supuesto que las vulnerabilidades fiscales y el bajo crecimiento de las economías de América Latina actúan en contra. En tal sentido aclaró que en la región la política monetaria se ha vuelto restrictiva con déficit más reducido, pero la política fiscal sigue siendo expansiva, generando presión.

Focos de atención

Volviendo a Uruguay, Schandy advirtió que la porción no transable del Indice de Precios al Consumidor (IPC) no ha estado nunca dentro del rango meta, en los últimos 15 años.

“Hay interacción fuerte con la política salarial y fiscal, pero no con la porción no transable del IPC”, afirmó. De cara a las próxima ronda salarial, advirtió sobre la posibilidad de que se convaliden sistemas de indexación salarial que no sean cónsonos con las metas de inflación (ver aparte).

Gianelli, desde su rol de moderador, destacó que “evangelizar” y difundir sirve para que todos los actores estén alineados con los objetivos de inflación. Cichevski comentó algo que llamó la atención a algunos de los presentes: el BCU tiene su definición de “inflación subyacente”, y el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) otra definición sobre el mismo concepto. “Hay que ajustar criterios”, reclamó.

Lema propuso mejorar los niveles de predicción del BCU potenciando los intercambios con otros bancos centrales y enviando economistas al exterior. También propuso que se refuerce a la institución en los hechos, para luego traducirlo al ámbito del Derecho.

Al final, Labat dijo que le habría gustado “retrucar” algunas cosas de lo expresado en el evento, pero que no era la idea, sino jerarquizar el debate.

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La “zona de confort” del 8% de inflación juega en contra

Lema consideró que uno de los factores que más pesan en la alta inflación histórica de Uruguay, es que el esquema de “meta de inflación” llegó hace solo 30 años, más tarde que en otros países. “Por lo tanto, Uruguay no tiene un régimen pleno de metas de inflación”, afirmó.

Asimismo hizo alusión a una “zona de confort” elevada (de no querer cambiar las cosas), por la cual las expectativas de los gobiernos y de los agentes económicos están ancladas en una inflación de 8%. “El 8% dista de la estabilidad de los precios”, advirtió. “El costo de pasar al 3% o 4% no se quiso pasar”, remarcó el economista.

Pereira explicó el fenómeno de la alta inflación poniendo foco en que los agentes económicos se manejan con expectativas futuras y no actuales, por lo que no terminan de alinearse con la política monetaria del BCU. “También inciden las restricciones de tener una economía dolarizada”, destacó entre otros factores.

Cichevski opinó que la “zona de confort” del rango del 6% 8% existe porque no hay una demanda fuerte de 2% o 3% por parte de la población, que reacciona sí cuando se llega a los dos dígitos.

Hubo matices diferentes sobre un tema en especial: si las reglas de indexación en salarios y contratos pueden llegar a conspirar contra la política monetaria. Schandy aclaró que éste es un “ingrediente” en la ecuación. En esa línea, Pereira se refirió a algunos países donde el salario se indexa a la inflación, y ésta igual se mantiene en niveles bajos. Cichenski acotó que “cada vez hay más conciencia de que el diseño de la negociación es relevante en la política monetaria”. A su entender, es necesario que la inflación baje primero, para que luego bajen las expectativas (no al revés).

Los especialistas manejaron la idea de la “tasa neutral de interés” (el nivel de la tasa de interés real de corto plazo, consistente con la actividad económica cercana a su potencial y la inflación cercana a su meta de largo plazo).

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