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Llamas y nubes de humo: Río de Janeiro, un campo de guerra con los paramilitares

El presidente Luiz Inácio Lula Da Silva descarta una intervención de las Fuerzas Armadas pese al aumento de la violencia.

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Detienen a una docena de sospechosos por incendiar 35 autobuses en Río de Janeiro
Milicias paramilitares incendiaron al menos 35 ómnibus.
Foto: EFE

AFP, EFE
Autobuses incendiados, una humareda recubriendo los barrios populares del oeste de Rio de Janeiro: las escenas de caos esta semana mostraron el alcance del control de las milicias parapoliciales en la capital turística de Brasil, convertidas en un asunto de seguridad nacional.

El ataque, que dejó en llamas 35 autobuses y un tren, ocurrió en respuesta a una operación policial que mató a un líder de esas poderosas organizaciones criminales, según las autoridades.

Rio de Janeiro no había sufrido tal depredación a su transporte público en un mismo día.

El presidente Luiz Inácio Lula da Silva comparó las llamas y las nubes de humo con “escenas propias de la Franja de Gaza”, y dijo que las milicias constituyen un problema de seguridad nacional.

“Es muy fácil ver esas escenas por televisión (...) y decir ‘es un problema de Rio, del alcalde, del gobernador’. No, es un problema de Brasil al que tenemos que hallar una solución”, afirmó.

Fundadas hace unas cuatro décadas por expolicías, las milicias se formaron como una respuesta de grupos de autodefensa comunitarios al azote de las bandas narcotraficantes.

Su cuna histórica es la zona oeste de Rio, donde predominan los barrios pobres y desatendidos por los servicios públicos.

Un 40% de la población de la ciudad, es decir unos 2,6 millones de personas tienen su hogar ahí.

Inicialmente bien vistas por los habitantes, las milicias pronto comenzaron a parecerse a los grupos criminales que combatían, cobrando “protección” a los comercios locales, y luego extendiendo sus tentáculos, como las mafias, a todo tipo de servicios.

Venta de bombonas de gas sobrefacturadas, desvío de líneas eléctricas o servicio de Internet... todo lo abarcan, incluso el mercado inmobiliario.

“Acaparan tierras, incluso públicas, para construir viviendas o centros comerciales -mayormente de forma irregular-, que alquilan o revenden a los habitantes”, explica la socióloga Carolina Grillo, de la Universidad Federal Fluminense (UFF), estudiosa de las milicias.

La opinión pública comenzó a desilusionarse con las milicias en 2008, luego del secuestro y tortura de un equipo de periodistas.

La Asamblea Legislativa de Rio abrió una comisión investigadora y más de 200 personas fueron arrestadas, incluyendo personalidades políticas.

Las milicias comenzaron en los últimos años a incursionar también en el tráfico de drogas, forjando alianzas puntuales con el narcotráfico.

De igual manera han expandido sus operaciones a las periferias pobres del norte de Rio.

La situación se tornó explosiva en junio de 2021, cuando el poderoso jefe miliciano Wellington da Silva Braga, alias “Ecko”, fue abatido en una operación policial.

Estalló una guerra de sucesión interna y los narcotraficantes se aprovecharon.

“Las sangrientas luchas dieron una oportunidad a los narcotraficantes de recuperar y expandir sus territorios” en alianzas con algunas milicias, dijo Grillo.

El espiral de violencia ha enlutado la zona oeste de Rio.

Este año las muertes por armas de fuego aumentaron 127%, y los tiroteos, 55%, respecto a 2022, según datos de la plataforma especializada Fogo Cruzado.

Las milicias ya habían acaparado los titulares a inicios de mes, cuando tres médicos murieron baleados en un bar frente a la playa en el acomodado barrio Barra da Tijuca, en la zona oeste.

Los investigadores sospechan que uno de ellos fue confundido con un líder miliciano que estaba jurado de muerte por rivales.

El gobernador de Rio de Janeiro, Cláudio Castro, advirtió al crimen organizado a “no desafiar al Estado”, y prometió una lucha “sin descanso” para detener a los peces gordos de las milicias.

“Como si cortar las cabezas fuese a resolver algo”, lamentó Grillo. “Todos los grandes líderes de las milicias fueron presos o muertos y eso no impide la expansión de los grupos armados”, añadió.

La experta defiende en cambio que las autoridades deben desarticular sus operaciones financieras, y critica una ausencia de control político sobre las fuerzas de seguridad de Rio, que tienden a favorecer incursiones policiales armadas en detrimento de investigaciones profundas.

Castro anunció el miércoles la creación de un “grupo de trabajo” con apoyo de organismos federales para atacar el problema de las milicias, volcado especialmente a “asfixiar financieramente” estos grupos.

No militarización

El presidente Lula descartó una intervención militar directa en Río de Janeiro para combatir a las milicias. “No queremos pirotecnia con una intervención (militar) que no dio resultados en el pasado”, afirmó Lula durante la transmisión en vivo de su programa semanal en redes sociales, que retomó después de tres semanas tras pasar por dos cirugías, una de ellas en la cadera.

No obstante, a pesar de descartar la intervención militar directa, Lula señaló que ya dialogó con el gobernador Castro, y con los ministros de Justicia, Flávio Dino, y de Defensa, José Múcio, para encarar la crisis de seguridad en Rio.

Lula indicó que la Fuerza Aérea puede aumentar su presencia en los aeropuertos de Río de Janeiro, al igual que la Marina en los puertos y las Policías Federal y de Carreteras en los puestos de control, para reforzar la fiscalización.

“Vamos a ayudar a Río de Janeiro a combatir más el crimen organizado, el narcotráfico, el tráfico de armas y las milicias para que el pueblo de Río de Janeiro vuelva a tener tranquilidad”, comentó.

De acuerdo con Lula, “el problema de la violencia en Río de Janeiro termina siendo un problema de todo Brasil, como las inundaciones en Santa Catarina o la sequía en la Amazonía”. “Nosotros queremos compartir la solución de los problemas que los estados tienen porque es un problema de Brasil y yo soy el presidente de Brasil”, apuntó, sobre la situación en Rio, hoy una de las ciudades más violentas de Brasil.

Además

Robo de armas militares en San Pablo

El Ejército de Brasil sancionó a 17 militares por “fallos” de conducta y “errores de procedimiento” en los procesos de control del armamento, tras el robo en una base militar del estado de San Pablo de 21 metralletas de gran calibre, informó el jueves la institución.

El grupo de militares, que incluye a oficiales, fue sancionado con penas de entre uno y 20 días de prisión disciplinar, de acuerdo al comunicado del Comando Militar del Sudeste, responsable de la base de Barueri, donde fueron sustraídas las armas.

Ahora le compete al Ministerio Público Militar decidir qué delitos atribuye a los sospechosos, que pueden incluir los de malversación, robo y extravío, según señaló la institución en un comunicado.

De las 21 metralletas perdidas, 17 ya han sido encontradas en los estados de San Pablo y Río de Janeiro, nueve de ellas de calibre 50, de uso exclusivo del Ejército y capaces de derribar aviones, y ocho de calibre 7,62.

La institución ha afirmado que dedica “todos los esfuerzos” a la recuperación del armamento faltante.

Después de que se detectara el robo durante una revisión hace más de dos semanas, a los casi 500 soldados de la base se les confiscó los teléfonos celulares y se les prohibió salir del cuartel, lo que llevó a las quejas de sus familiares.

Aunque el Ejército informó desde un inicio de que las metralletas eran inservibles, el robo despertó la alarma de las autoridades civiles ante la posibilidad de que un armamento con tanto poder de fuego pudiese acabar en manos del crimen organizado.

Las 21 armas desaparecidas representan el mayor “desvío” de arsenales públicos desde 2009, según el Instituto Sou da Paz, una ONG que estudia la violencia en Brasil y denuncia desde hace años los controles “precarios” sobre los almacenes militares y de la Policía.

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