Lorenzo Ramírez: "Estamos en la época de más censura de la historia"

El analista español dialogó con El País sobre la situación actual en Medio Oriente y aseguró que “en un periodo de grandes retos geopolíticos, se ha decidido que en un estado de guerra se censura”.

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Lorenzo Ramirez: "Estamos en un escenario donde no hay dos bandos claros".
Lorenzo Ramirez: "Estamos en un escenario donde no hay dos bandos claros".
Foto: Leonardo Mainé

Lorenzo Ramírez, español, es periodista y escritor especializado en economía y geopolítica. Ha trabajado en el diario Expansión y en la revista Forbes. En la actualidad dirige el podcast “Despegamos” sobre análisis económico y geopolítico, además del programa de televisión semanal “El Gran Reseteo”. Es autor del libro “Las claves ocultas del 11M” sobre el atentado más sangriento de la historia de España.

De visita en Uruguay, invitado por IEEM - la Escuela de Negocios de la Universidad de Montevideo, el analista dialogó con El País acerca de las guerras en Gaza y Ucrania y cuestionó la ausencia de debate en torno a “relatos oficiales” que cree que imperan en esta época.

 
—¿Qué análisis haces de la respuesta de Irán a Israel y qué espera que pueda pasar?

—Yo creo que la gran novedad en este caso es que ha ido teledirigida, pero no tanto hablando del propio armamento, de los propios misiles, sino que, por primera vez en la historia –y esto es un hecho diferencial—, Irán ha comunicado públicamente que había avisado (del ataque a Israel) con 72 horas de antelación a Estados Unidos y a sus aliados del mundo árabe. También hay que diferenciar entre el mundo árabe-suní y el chií, que se tienden a integrar y eso es un error. Hay un mundo suní que tradicionalmente siempre ha estado más cerca de Estados Unidos, últimamente también de Israel, y no hay que olvidar que Arabia Saudí se había acercado también Israel, con esa bisagra china que también, justo antes de que se produjera del ataque de Hamás, que también es otro game changer. Irán estaba obligada a contestar porque lo había dicho públicamente. Y además, yo creo que es más interesante desde un punto de vista de clave interna, porque Irán, aunque sea una verdad incómoda y que prácticamente nadie quiera asumir, tiene un pacto con la Casa Blanca desde los últimos años, desde que llega (Joe) Biden a la Casa Blanca. Y se ha ido potenciando en el último año, sobre todo a raíz de la decisión de la OPEP, de la entrada de Rusia como un peso específico dentro de la OPEP y Arabia Saudí, queriendo hacer daño a Estados Unidos, con esos recortes del precio del crudo que le dificultan rellenar sus reservas estratégicas. Entonces, Estados Unidos necesita a Irán básicamente para bombear el crudo y le deja saltarse las propias sanciones que le ha puesto. Estamos en un escenario en que todas las piezas, por primera vez, en lugar de ser dos bandos claramente diferenciados, tienen interés conjunto. Si a eso le unes también el tema de las elecciones en Estados Unidos, ya el ingrediente completo. Entiendo que esto es difícil de asumir y de comprender, sobre todo para ciudadanos, estamos tan acostumbrados a que nos presenten un mundo dupolar o bipolar, en el que tenemos un blanco y un negro, y los grises son complicados de comprender, pero realmente ahora mismo Irán necesita Estados Unidos, y yo creo que eso explica también que no se haya producido un ataque más tradicional.

—Está claro que a Estados Unidos no le conviene esta escalada. Pero para Netanyahu, que prometió una respuesta a Irán, ¿es realmente conveniente abrir este frente?

—Cualquier escalada a este conflicto no le conviene a nadie porque el último escenario es la destrucción mutua asegurada. Es verdad que Israel tiende a utilizar su poder, su peso en Estados Unidos, para ir tensando esa cuerda, para ir consiguiendo siempre un poco más, lo cual es perfectamente respetable desde un punto de vista interno. Yo creo que Israel, en estos momentos, va a utilizar ese ataque para justificar la operación que tiene en Gaza. Ya no puede decir nadie que Israel está realizando una operación. Se está pasando de la raya; ha sobrereaccionado a ese ataque de Hamás. No es que ahora tenga una justificación, pero por lo menos, va reduciendo un poco la presión internacional que existía para que detuviera las operaciones en Rafah, en Cisjordania y también en la propia Gaza. Esto también ayuda a Estados Unidos a intentar desinflar esa tensión, porque Estados Unidos tiene ahora mismo un problema mismo derivado de las elecciones. Tiene una población que ha reaccionado criticando en buena medida todas las intervenciones de Israel posteriores al 7 de octubre. No porque hubiera metido en vereda a Hamás, sino por la forma en la que lo ha hecho, utilizando además una tecnología y una inteligencia artificial que está generando muchas más víctimas que en otro tipo de guerras. Eso, desde el punto de vista de la comunidad internacional, ha generado mucho rechazo. ¿El ataque de Irán va a reducir ese rechazo internacional? Yo creo que en gran medida sí. ¿Hasta qué punto? Tendremos que esperar todavía un poco para saberlo.

—¿Cómo evalúa el rol y el peso de la ONU en este escenario, con una resolución de alto al fuego que no se cumple?

—A la ONU no le hace caso nadie. Eso es lo que planteaba un poco Rusia en el Consejo de Seguridad. Llega un momento en el que dice “bueno, ¿y aquí a qué venimos a reunirnos?”. Israel viola sistemáticamente las resoluciones de la ONU, pero no solo Israel. Por ejemplo, en el caso del bombardeo de la antigua Yugoslavia, esa operación también se hizo sin el beneplácito de la ONU, con un Joe Biden muy beligerante en aquella época. Al final es una doble vara de medir, cada uno lo utiliza según sus propios objetivos. En ese rol que tenía a la hora de acercar posturas, a la hora de ser un foro de debate, yo creo que ha fracasado estrepitosamente. Yo creo que hay que ir a una reforma de ese organismo. Por verle algo positivo, conseguimos que, al menos, esos enemigos acérrimos se sienten en la misma mesa y que puedan expresar sus opiniones. Teniendo en cuenta cómo está el mundo, eso lo tenemos que celebrar.

—Vayamos a Rusia y Ucrania. ¿Cuánto más se estirará la situación actual? ¿Cuál será el desenlace?

—Yo llevo meses defendiendo que la guerra ucraniana se terminó el pasado verano. Si uno analiza un poco cuál ha sido la ganancia de posiciones, realmente no ha habido grandes ganancias. Está la duda de si finalmente Odesa va pasar a control ruso del todo o no. Odesa es muy importante porque es un puerto que se utiliza no solo para la importación de productos sino para la exportación de cereales a países el tercer mundo, y esa sería la duda que quedaría sobre la mesa. Esta es una guerra que evidentemente Ucrania no puede ganar. Los que planteábamos esto hace dos, hace tres años, no lo decíamos porque tuviéramos un interés notable en apoyar a ninguno de los dos bandos sino porque los propios analistas de inteligencia, los propios ejércitos que estaban sobre la tierra, lo sabían. El concepto de invasión ruso también creo que es tramposo, porque Rusia no llega a invadir Ucrania; es verdad que alcanza Kiev. Luego, parece que hay un conato de acuerdo de paz que el Reino Unido y Boris Johnson tendrían que explicar por qué tumbaron, aunque parece que había un interés en que hubiera guerra para seguir alimentando ese complejo militar industrial en Europa, que es el que resurge como gran beneficiario de todo esto. En principio, Rusia no tiene previsto ir más allá de la protección de las repúblicas del Donbas. Es verdad que al principio planteó aquellos objetivos que nos podían parecer un poco extraños a los que no conocen en Ucrania, como el de la "desnazificación". Eso era algo que no entendía muy bien la gente, porque realmente hay unidades en el ejército ucraniano que son nazis, pero no es que lo digamos nosotros, es que llevan tatuada la esvástica. Esos objetivos han pasado al segundo plano y ahora lo que se defiende un poco es una status quo. Rusia ya no dice que no se va a sentar con (Volodimir) Zelenski; en las últimas horas ha vuelto a decir que se puede sentar con él. Aquí el problema es que Zelenski no se quiere sentar con los rusos y se sentará cuando Estados Unidos y Reino Unido le digan que se siente con los rusos. La gran duda no es lo que va a suceder con Ucrania, sino cómo van a conseguir que la parte de Ucrania quede bajo control soberano, que seguramente sean los territorios del Donbas. Pero evidentemente, Zelenski no va a poder seguir en el país. Primero, porque ha perdido todo el apoyo popular; segundo, porque no tiene la confianza en su propio ejército. Entonces, ¿cuándo parará esto? Cuando la OTAN decida sentarse con Rusia y admitir que las repúblicas del Donbas no van a volver a ser ucranianas y se empiece a plantear qué se va a hacer con ese país o con esa parte del oeste del país que tiene importantes recursos.

Lorenzo Ramirez
Lorenzo Ramírez, periodista y escritor español: "La guerra de Ucrania se terminó el verano pasado"
Foto: Leonardo Mainé

Es verdad también, evidentemente, que Ucrania está en una situación de guerra civil desde el año 2014. Esto es algo que ahora no se puede decir. Antes del año 2021 se podía decir. Hubo un golpe en el Maidán, algunos consideran que no fue un golpe, sino que fue una revolución popular, pero sin entrar a eso, lo cierto es que ahí ya se produce una fracturación de los dos países: la parte rica, la parte industrial, que era la parte que estaba haciendo negocios con Rusia, se separa. Y eso en ningún momento lo admite. A partir de ahí empieza una guerra proxy, de esas que suceden en el mundo. En Oriente Medio las hemos visto muchas veces y parece que son las grandes olvidadas, pero cuando han tocado sur europeo, nos ha parecido mucho más relevante. No digo que no sean importantes: lo que digo es que otras guerras también lo son y se olvidan. En el caso de Siria yo creo que es evidente.

—¿Por qué cree que no se puede expresar la opinión de que desde 2014 en adelante Ucrania estaba en una guerra civil, o hablar hoy de los problemas judiciales de Netanyahu?

—Porque es un estado de guerra y lo que hay que determinar es que todo aquel que cuestiona el relato oficial es un enemigo del pueblo. Esa es la gran tristeza de lo que está sucediendo. Estamos en una época en la cual nunca ha habido más capacidad para poder acceder a la información, y estamos en la época de más censura de la historia, incluyendo la de las dictaduras. Y esto es lo que hay que denunciar. Si uno analiza, por ejemplo, los documentos de 2021 de la Comisión Europea, planteando la corrupción en Ucrania, estos indican por qué Ucrania no podía entrar a la Unión Europea: porque era un país eminentemente corrupto, por sus dirigentes. En el momento en el que Rusia inicia su intervención militar —dirían los rusos—, o su ocupación —diría la gente un poco que estaría más en la línea de la OTAN—, a partir de ese momento, ya se entra en un estado de guerra y todo aquel que cuestione el discurso oficial es un disidente, un negacionista. Venimos de esa nueva ingeniería social, con una pandemia que nos afectó mucho sociológicamente. En un periodo de grandes retos geopolíticos, se ha decidido que en un estado de guerra se censura. Pongo un ejemplo: en Israel, plantear que hay que abrir una investigación sobre lo sucedido en el 7 de octubre y ver hasta qué punto el gobierno pudo utilizarlo —que es muy grave lo que estamos diciendo—, ha sido una reclamación de los propios israelíes, del propio ejército israelí. Periódicos con tanta importancia como el diario Haaretz también lo han hecho. Pero como estamos en un estado de guerra ahora mismo, no se puede abrir ese debate. Netanyahu tenía muchos problemas judiciales, quería aumentar su poder reduciendo esa democracia israelí que tradicionalmente ha sido un ejemplo de democracia, una democracia nueva pero que ha sido un ejemplo. Y yo creo que el principal enemigo en estos momentos del pueblo israelí es el propio primer ministro. Plantear eso en el ágora pública, en el debate, creo que lo enriquece. Podemos pensar en un sentido y otros en otro. Lo que no puede ser es que suceda, como por ejemplo en Europa, que no podamos acceder por Internet a la agencia pública rusa TASS, porque se considera que es un país con el que estamos en guerra y por lo tanto no podemos obtener su información. Si no podemos informar, si no podemos hablar, y si no podemos intentar llegar a las realidades, es muy difícil que la propaganda no sea lo que lo inunda todo.

Lorenzo Ramirez
Lorenzo Ramirez, periodista y escritor especializado en economia y geopolitica.
Foto: Leonardo Mainé

Es fundamental que, por lo menos los que somos periodistas, podamos expresarnos y utilizar las posibilidades que nos da la tecnología para poder llegar a todos los sitios. No se trata de que un determinado analista tenga razón, se trata de poder escuchar a todos y luego poder sacar las conclusiones que parezcan adecuadas. Hemos ido considerando que todo discurso que no refuerce nuestra línea de pensamiento es un discurso disidente, y así se recupera esa idea muy comunista, también en cierta medida fascista, pero sobre todo comunista, del enemigo del pueblo.

Además

Estados Unidos y Trump

—¿Cómo ve un Estados Unidos de Trump en este escenario mundial?

—El problema de Trump va a ser ya directamente el día después de las elecciones, porque si gana, se planteará que llega al fin del mundo, que llega prácticamente un dictador a Estados Unidos; si pierde, sus seguidores van a plantear que la democracia de Estados Unidos no es limpia y que ha habido un fraude electoral. Lo más peligroso de lo sucedido en el 6 de enero con el asalto al Capitolio es que la democracia de Estados Unidos ha perdido cierta legitimidad, pero desde su propio punto de vista, no tanto externa sino interna. El país está dividido, hay un ambiente de guerra civilista en Estados Unidos. Hay dos bandos muy enfrentados, dos bandos que además conciben la política de una manera completamente distinta. Pero también son gestos. Porque si nos ponemos a analizar, ¿realmente Trump va a adoptar una política exterior muy distinta a la de Biden? Puede hacer lo mismo (que en su anterior mandato), que es replegarse al America First, al Make America Great Again, pero eso implica aranceles a Europa, implica aranceles a China, implica seguir atacando Irán. No olvidemos que a Qasem Soleimani lo asesinan en Irán con una operación antiterrorista puesta en marcha por la CIA durante la época de Trump. Yo creo que en los temas grandes, los importantes, no habría tanta diferencia, pero sí que habrá mucha crispación. También hay mucho nerviosismo por las personas, las instituciones, las élites, las industrias que han estado muy cerca de este Partido Demócrata y de un Joe Biden que lleva toda la vida ahí, y que no en vano ha ido tejiendo una serie de alianzas, una serie de obediencias. Esos temen perder su parte del pastel cuando llegue Trump, de igual manera que si en el futuro Trump también tiene que salir y tiene que llegar luego un presidente demócrata, sucederá lo mismo. El problema es que ahora tenemos dos, tres, cuatro guerras a la vez en suelo occidental y que realmente la incertidumbre es absoluta.

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