Análisis: 100 días al son de Donald Trump

El presidente de Estados Unidos tiene como primer tema de su agenda internacional ponerle fin a la guerra en Ucrania. La reunión con Zelenski en el Vaticano puede ser clave.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la Oficina Oval de la Casa Blanca.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la Oficina Oval de la Casa Blanca.
Foto: AFP

Los periodistas tenemos una obsesión por los números redondos. En especial a la hora de recordar sucesos que sacudieron al mundo (por ejemplo, inicio y fin de las dos guerras mundiales del siglo XX, el asesinato de JFK o los atentados del 11/S); o pasarle raya a la gestión de un presidente, como los primeros 100 días de Donald Trump en su segundo período, que se cumplirán el miércoles.

Fue en Estados Unidos donde se instaló la tradición de hacer balances de los gobiernos a los 100 días. Surgió con Franklin D. Roosevelt, que en 1933 fijó ese plazo para aprobar un paquete de leyes a fin de sacar al país de la crisis que arrastraba de la gran depresión de 1929. Esas leyes que hizo aprobar en el Congreso fueron la base de su programa New Deal.

Desde entonces, ningún presidente se ha salvado de que los medios estadounidenses juzguen su gestión cumplidos los primeros 100 días. Y también desde entonces, todos los presidentes han aprovechado ese plazo para hacer andar sus grandes promesas electorales, o aprobar medidas de alto impacto que luego usan como sello de su gestión.

Y si de grandes promesas electorales o medidas de alto impacto se trata, vaya si Trump usó bien estos primeros 100 días en la Casa Blanca.

Desde su campaña contra la migración ilegal y las polémicas deportaciones, que lo han enfrentado a varios jueces; pasando por las tijeras de Elon Musk para recortar el gasto en la administración federal, un asunto que comienza a preocupar a los republicanos en el Congreso; y los aranceles masivos que aplicó a todo el mundo en diferentes niveles, desatando una guerra comercial -especialmente con China- que tiene a los mercados en vilo, no ha pasado un día en que el mundo no se despierte preguntándose qué hará Trump.

Este ímpetu inicial ha tenido un impacto negativo en la opinión pública estadounidense. Trump es el presidente con el porcentaje de aprobación más bajo en sus primeros 100 días en el gobierno en las últimas siete décadas, según una encuesta de CNN realizada por SSRS. Su índice de aprobación es del 41%, el más bajo para cualquier presidente en sus primeros 100 días desde Dwight Eisenhower, incluido el primer mandato del propio Trump. Solo el 22% dice aprobar firmemente la gestión de Trump, un nuevo mínimo, mientras el 45% la desaprueba firmemente.

Otra encuesta, del Washington Post-ABC News-Ipsos, le da a Trump un 39% de aprobación, en comparación con el 55% que lo desaprueba. En febrero, esas cifras eran del 45% de aprobación y del 53% de desaprobación.

Si esta encuesta se hiciera fuera de las fronteras de Estados Unidos, probablemente los niveles de desaprobación hacia Trump serían mayores. El presidente ha protagonizado varios choques con sus aliados de la Unión Europea, y tampoco está claro qué será de la relación con América Latina, más allá de un apriete al régimen de Maduro en Venezuela y una alianza fuerte con la Argentina de Milei.

De todos modos, hay que reconocer una cosa: Trump está haciendo lo que dijo que iba a hacer; nadie debería sorprenderse.

Además de procurar que la guerra comercial provocada por sus aranceles no cause mayores turbulencias, Trump tiene como primer tema de su agenda internacional ponerle fin a la guerra en Ucrania, esta iniciada por la invasión rusa en febrero de 2022. La reunión que mantuvo con el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, el sábado, sentados frente a frente, sin mesa de por medio, en la majestuosa basílica de San Pedro en el Vaticano en el marco de los funerales del papa Francisco, puede tomarse como un indicador de que algo grande se está por anunciar.

Las declaraciones este fin de semana del secretario de Estado, Marco Rubio, además de abonar la expectativa, son inquietantes. “Creo que esta semana será crucial (...); tendremos que decidir si queremos seguir participando en este esfuerzo o si es hora de centrarnos en otros asuntos igual de importantes, o incluso más importantes en algunos casos”, dijo Rubio.

En concreto, Trump debe decidir si Estados Unidos sigue negociando un acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia, o se retira y se dedica, como dice Rubio, “a otros asuntos igual o más importantes”.

Aquí se abren dos escenarios. Primero, el retiro de Estados Unidos implicaría dejarle el camino libre al presidente ruso, Vladimir Putin, para que avance sobre Ucrania o, como temen en Europa, sobre otro país. Segundo, seguir con las negociaciones haría que Rusia conserve buena parte de los territorios ocupados, en especial Crimea. En ambos casos, pierde Ucrania.

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