En la previa de las elecciones presidenciales de Chile de este domingo, El País conversó con la directora para América Latina y el Caribe del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA), Marcela Ríos.
La analista, de nacionalidad chilena, aborda ese tema, además de hacer un balance regional 2025 y proyecciones para 2026.
-¿Qué se espera en Chile, ante un probable triunfo de José Antonio Kast, según encuestas?
-Esta es una elección poco tradicional para Chile, porque la derecha se presentó muy fragmentada, con tres candidaturas distintas, sin haber hecho primarias. Lo que se repite es lo sucedido en 2022, cuando la derecha tradicional, de los partidos que apoyaron a los dos gobiernos de Sebastián Piñera, en esta elección nuevamente quedara fuera del balotaje. Y eso hizo que quien se instala en el balotaje, al igual que en el 2021, sea un candidato de ultraderecha (Kast). Pero el Congreso no tiene una mayoría avasalladora de las derechas, en el Senado la centroizquierda y la derecha están empatadas, y en la Cámara de Diputados tienen una mayoría débil. Esto significa que quien sea electo tendrá un camino difícil en términos de la agenda legislativa y deberá desplegar una estrategia fuerte de negociación con la oposición. No será un triunfo unidimensional de un solo sector, porque lo que viene va a estar matizado. Las encuestas dan una mayor probabilidad de triunfo al candidato de derecha, cierto, pero esta es la primera elección presidencial con voto obligatorio en Chile, y eso introduce incertidumbre porque quedará incluido un sector de la población que es algo errático, lo que implica una mayor volatilidad electoral de lo que Chile suele ver.
-¿Qué impacto puede tener el resultado electoral en Chile en la región?
-Puede generar un cambio de fuerzas, sobre todo si hay un giro a la derecha en Chile primero y en Colombia en el próximo año. Esto va a modificar la relación de fuerzas en la región, y va a desalentar un poco ese polo de colaboración de las izquierdas de hoy, con Brasil, Chile, Colombia y Uruguay, junto a España. Se van a fortalecer las alianzas con Argentina, que hoy tiene menos aliados en la región, salvo El Salvador y Paraguay, pero otros gobiernos de América Latina no están realmente alineados con la agenda de Milei, quien está sí en línea con EE.UU. Entonces, un triunfo de Kast en Chile fortalecerá el polo de países alineados con EE.UU.
-¿Cómo ven en IDEA el caso Venezuela, con la presión de la administración Trump para acabar con el régimen de Nicolás Maduro?
-No tenemos ninguna experiencia mundial donde la intervención militar de un país externo haya producido un efecto positivo en instalar una democracia. Vemos improbable que esa estrategia de EE.UU. pueda tener un efecto positivo. Por lo menos, desde IDEA estamos comprometidos con las soluciones multilaterales. Cualquier decisión vinculada a intervenir en un país debería ser discutida en el Consejo de Seguridad de la ONU, en espacios multilaterales. Las acciones deben estar ligadas al derecho internacional y al respeto de los derechos humanos. Por lo tanto, preocupa cualquier decisión que en ese sentido se logre avanzar, no solo porque es contraria al derecho internacional, sino porque, como decía al principio, no tenemos ningún ejemplo internacional de una intervención militar extranjera que haya generado como resultado el fortalecimiento de la democracia, sino lo contrario.
-¿Cómo la región cierra el año 2025, desde el punto de vista electoral?
-Se ha mantenido la tónica de las últimas dos décadas de la alternancia, en términos generales. Si bien hemos tenido continuidad en algunos países -en México se mantiene el partido Morena y en Ecuador sigue el presidente Daniel Noboa, por citar casos-, la tendencia es la alternancia. En Chile, por ejemplo, la última vez que hubo continuidad en la coalición de gobierno fue en el 2005, cuando asumió la presidencia Bachelet en su primer mandato, a manos del entonces presidente Ricardo Lagos.
-El año pasado usted advirtió sobre el riesgo de pérdida de las democracias en la región. ¿Eso sigue en pie, o nota mejoras en ese sentido?
-Hemos tenido algunas luces de buenas noticias, aunque la situación sigue siendo muy precaria. Una luz fue que la alternancia en Bolivia transcurrió pacíficamente, con todos los actores aceptando los resultados y donde las instituciones electorales cumplieron un rol para ayudar a procesar los conflictos que surgieron. Hay otros casos de buena canalización de los riesgos. Es decir, si bien tenemos enormes desafíos en la región y hay amenazas sobre las democracias, también se está logrando procesar conflictos profundos a través de vías pacíficas institucionales.
-¿Qué proyectan para 2026?
-El año próximo viene cargado, con elecciones en Brasil, Perú, Colombia. Se va a ver si se da un movimiento de péndulo, o por ejemplo, en el caso de Brasil, si se rompe esa tendencia de la alternancia y se logra mantener el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT). Se ha discutido si se dan procesos de ‘derechización’, o si los latinoamericanos pasan por periodos de “esquizofrenia ideológica”, pero es claro que no tenemos línea única. Hoy, Uruguay, Brasil, Chile, Colombia tienen gobiernos de izquierda, pero es muy probable que cuando termine este ciclo, eso va a estar mucho más matizado. Argentina ya tiene un gobierno de derecha y es posible que Chile y Colombia también se sumen a ese péndulo hacia la derecha. Pero no podemos decir que sea un cambio unívoco en la región. Lo que sí vemos es que en América Latina surgió muy fuertemente una extrema derecha distinta a las derechas tradicionales.
-¿Cuáles serían las principales diferencias que notan?
-Antes las derechas tenían discursos más liberales en lo económico, y conservadores en sus valores. Hoy, tienen una beta más libertaria, anti-Estado, plantean más los temas de migración y de seguridad, hay una suerte de crítica y resistencia respecto del multilateralismo y de la agenda contra del cambio climático. Y hay más derechas en contra de los derechos de las mujeres. Tenemos sectores políticos que emergen con un signo de interrogación respecto de su apego a la democracia liberal representativa. Está por verse, por ejemplo, si el camino de Nayib Bukele, que ha delineado de manera muy radical el sistema político en El Salvador, se va a replicar en algunos otros países.
-¿Ven temas en común en la región para 2026?
-Yo sé que en Uruguay está muy presente el tema de seguridad, y también está marcando la agenda de Chile, Ecuador, Costa Rica y otros países. En toda América Latina hay una enorme preocupación por la seguridad y por el avance de las estructuras del crimen organizado y el narcotráfico. Entonces, el año próximo le pondremos (en IDEA) mucha atención a las formas de reaccionar de los gobiernos ante estos fenómenos. Para nosotros, es central que la agenda de combate a la inseguridad no deteriore la democracia, sino que fortalezca el estado de derecho.
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