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En Montevideo hay más personas en la calle que camas en los refugios

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Personas en situación de calle. Foto: Darwin Borrelli

EN 15 MESES DEMANDA CRECE UN 25%

El ministro Bartol reconoció que “el Mides no puede solo” y pidió articular con otras organizaciones para abordar a fondo “un problema endémico”.

Cuando los encuestadores empezaron su recorrido, en la madrugada del tercer lunes de julio, había viento norte y la temperatura ya estaba por debajo de los 12 grados. Los refugios del Ministerio de Desarrollo Social estaban casi al tope: 1.668 camas estaban ocupadas. Pero en las calles de Montevideo, a la intemperie, dormían o intentaban hacerlo otras 885 personas.

Ni una ley de internación compulsiva o la Policía “levantando” a cuanto humano tirado encuentre le daría a cada una de esas personas un techo bajo el que pasar la noche. Sencillamente porque los poco más de 1.700 cupos en refugios que dispone el Mides, no darían abasto para albergar a las 2.553 personas que fueron censadas aquella madrugada de lunes. Y eso que el Ministerio incrementó la capacidad.

El ministro de Desarrollo Social, Pablo Bartol, fue contundente: “el Mides no puede solo”. Lo dijo sin quitarse responsabilidades y sin incurrir en una puja de relatos entre la “herencia maldita” y el “no están prontos para gobernar”. En todo caso, fue una expresión de deseo de que Vivienda estuviese más activo (la quinta parte de las personas dice estar en calle por falta de trabajo), de que la sanidad diga presente (un tercio tiene problemas de salud mental y más de la mitad es consumidor diario de drogas) y que tras las cárceles hubiese “una revinculación” (más de la mitad estuvo preso).

Y esa cooperación incluye también a los gobiernos departamentales. El ministro Bartol reconoció que su cartera ha venido coordinando “con éxito” con la mayoría de las intendencias del interior del país. En particular, elogió “el buen vínculo” con la comuna canaria. Pero admitió que con el gobierno de Montevideo “está siendo más difícil”. Según el jerarca, la IMM no dispone de camas para las noches y solo ofrece espacio para pasar parte del día (achique, le dicen).

La escasez de camas, según las autoridades del Mides, es algo “solucionable”.

El gobierno está ultimando 25 contenedores, acondicionados como minicasas, para que puedan vivir parejas de personas en situación de calle de manera autogestionada.

Lo que se ha hecho este invierno, explicó Bartol, “son soluciones de emergencia”, pero, “como el problema es endémico, se necesita avanzar en los asuntos de fondo”.

El proyecto de ley de Presupuesto que el Ejecutivo enviará al Parlamento en agosto, incluirá una partida especial para salud mental que, por decantación, podría impactar en la atención a personas en situación de calle. Pero según supo El País, el Mides trabaja también en un modelo específico, que implica un trabajo interno en cárceles y afianzamiento de los vínculos que, en base a cálculos primarios, rondaría $ 1.200 millones anuales.

El COVID-19 bajó los ingresos de quienes se ganan las monedas en la calle -el 58% reconoció esa situación- y a la quinta parte le costó la pérdida del empleo. Pero no es la causante de todos los males.

El propio exdirector de Evaluación y Monitoreo del Mides, Juan Pablo Labat, reconoció que “el efecto pandemia puede ser fuerte, no es apreciable a través de la técnica utilizada y es esperable un crecimiento mayor de la población en calle en corto plazo”. Pero no en la “foto” que evidenció el censo.

De hecho, tras las crisis económicas más agudas, como ocurrió en 2002, es frecuente encontrarse a niños durmiendo en la calle. Eso, hasta ahora, no ha ocurrido. En la recorrida del tercer lunes de julio, los técnicos del Mides, Naciones Unidas y el Instituto Nacional de Estadísticas solo encontraron a un menor de 18 años. Se trataba de un adolescente de 16, residente en el INAU, que había salido del hogar sin consentimiento.

La población en situación de calle, en este sentido, sigue teniendo un perfil marcado: hombre (nueve de cada diez), de mediana edad (en promedio de 39 años), de baja formación (el 47% no acabó la escuela) y que está en esta coyuntura hace un año o más. Y las barreras siguen siendo las mismas: insuficiencia de ingresos, vínculos débiles, salud mental, privación de libertad, consumo problemático.

Tras el censo de julio, los técnicos evidenciaron un cambio en ese consumo: aumentó la pasta base en detrimento del alcohol. Tal vez como respuesta dijo Bartol, para “escaparle a la soledad”.

La idea japonesa que no fue, y una propuesta chilena en práctica

La persona en situación de calle es un problema urbano y mundial. No es una frase hecha. Los gobernantes de las principales ciudades le viven buscando, con mayor o menor éxito, una solución a un obstáculo que, según el ministro Pablo Bartol es “histórico y endémico”.

Por eso antes de asumir su cartera, el hoy secretario de Estado estudió qué se estaba haciendo en otras latitudes. En Japón, por ejemplo, se usaron las cápsulas -esa especie de camas que parecen un sarcófago y que los orientales usan para dormir en mitad del trabajo. Pero por lo “chocante” de esa imagen para una cultura como la uruguaya -unos apilados sobre otros- la tuvo que descartar. En cambio sí prosperó una propuesta chilena: en lugar de alquilar refugios u hoteles, darle las llaves de una casa a un grupo reducido de personas y que se autogestionen. “Eso da sentido de pertenencia”. Ya le dieron llave a una señora y una pareja.

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