Narco defendía boca de droga como un "castillo medieval": con aceite hirviendo tirado desde la azotea

Vecinos del Cordón relataron lo que es vivir hoy al lado de la "boca" de drogas; hablaron de su miedo y de lo que implica vivir con robos continuos.

Policías desbaratan a una "boca" de drogas ubicada en el corazón del Cordón.
Policías desbaratan a una "boca" de drogas ubicada en el corazón del Cordón.
Estefanía Leal.

Se nota que la casonatuvo su esplendor hace 60 años. Ubicada en Juan Manuel Blanes y Charrúa, tiene ventanales y puertas enormes y una fachada con valor arquitectónico. Encima de la puerta principal hay una pequeña simbología de cemento, en cuyo centro se aprecia a un pájaro sin alas y con una corona rodeada de ornamentos. En la parte superior de las ventanas hay adornos más sencillos. Todo eso fue cubierto con una pintura barata de color gris.

A los costados de los ornamentos, ubicados en las partes superiores de las ventanas, hay columnas que ofician de marcos que hacen rememorar al coliseo romano. Ningún espectador puede observar estos detalles en una primer mirada a la fachada de la casa porque hace 15 días la Policía tapió la vivienda, ya que allí funcionaba una boca de drogas.

Según cuentan los vecinos, el declive de la vivienda aparentemente fue también el de una familia. La última integrante del linaje familiar era una señora mayor que padecía de Alzheimer. Hace poco más de un año, un pariente de esta señora llegó a la casa con el eventual propósito de cuidarla. Como había habitaciones de más, el recién llegado tiró unos colchones y sofás. Con ellos armó un “lugar de achique” —allí se aglutinan las personas que consumen y se encuentran bajo los efectos de las drogas— y armó una la boca.

La clientela llegó enseguida y las dos semanas comenzaron los problemas. Propietarios de “bocas” cercanas tomaron represalias porque habían perdido su público.

Boca de drogas
Luego de tres allanamientos, la Policía logró cerrar la boca ubicada en Blanes y Charrúa.
Estefania Leal/Archivo El Pais

“La competencia intentó prenderle fuego la casa. Hubo gritos y tiros”, dijo Alberto S., un vecino que vive a poca distancia.

En los primeros seis meses, las disputas con otros traficantes del barrio fueron constantes. Se sucedían corridas, pedreas y griteríos por las noches que molestaban a los vecinos. El dueño de la “boca” se encerraba en su “castillo medieval” y aguantaba estoico las embestidas.

Un día la puja cesó. Los vecinos no saben la causa de ello. Tal vez los traficantes de drogas decidieron llegar a un acuerdo porque cada vez que ellos se enfrentaban venía la Policía y los allanaba. Por ejemplo, la casona fue allanada en dos ocasiones.

Sin embargo, los vecinos observaron que a la cuadra llegaba cada vez más adictos. Luego se desparramaban por las calles Juan Manuel Blanes, Charrúa y Chaná. Es decir, no se separaban mucho de la “boca”.

Una noche, la afluencia de consumidores de pasta base fue superior a la habitual. Como la mayoría de ellos no tenía dinero para pagar dosis de pasta base u otra droga, el traficante les prohibió el ingreso a la “boca”.

Según dijo Julio P., otro vecino, los adictos comenzaron a romper las ventanas a pedradas. Y agregó que el traficante replicaba tirándoles grandes piedras desde la azotea.

Algunas piedras golpearon las fachadas de las casas ubicadas frente a la “boca”.

“En un momento, un grupo de adictos comenzó a trepar las rejas de la casona. Desde la azotea, el traficante les tiró aceite hirviendo. Varias personas resultaron quemadas. Eso ocurrió en el verano pasado”, relató el vecino.

Los adictos se fueron.

—¿Usted tenía miedo de vivir al lado de una “boca” de drogas?

— Yo no —dijo Julio P.—. Pero mi pareja sí. Pensaba que, en cualquier momento, alguno de los consumidores la iba a tirar al piso y arrastrarla para robarle. Cuando venía tarde del trabajo, me pedía que la fuera buscar a la parada de ómnibus.

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Según los vecinos, los primeros seis meses de funcionamiento de la “boca” se caracterizaron por tiros, pedreas y robos a los autos de la zona. Agregaron que luego la “boca” comenzó a funcionar con bajo perfil: solo ingresaba un drogadicto por vez y el traficante trataba de no llamar la atención.

Julia, una vecina que vive a muy poca distancia de la “boca”, relató que su surgimiento trastocó todo el barrio.

“Tenía mucho miedo. Eran las 21 horas y no quería ir al supermercado. Afuera, en la calle, había generalmente gente rondando la ‘boca’, gritando o peleando entre sí”, contó la vecina.

Juan Manuel Blanes y Charrúa es una zona del Cordón ocupada generalmente por estudiantes universitarios. “Pero el barrio cambió con la venta de drogas. Se vino a pique. Ahora hay muchos adictos caminando. Antes yo no tenía miedo de andar en la calle, ahora sí”, explicó.

Además de las permanentes distorsiones a la tranquilidad del barrio a toda hora, el tráfico de drogas al menudeo también trajo los robos a los vehículos. “Se triplicaron los hurtos en los autos. A nosotros nos rompieron el vidrio en dos ocasiones. Fueron en la madrugada”, dijo Julia.

Un comerciante explicó que estar ubicado cerca de una “boca” es un problema constante. “Entran y piden monedas. Salen y esperan a los clientes afuera para pedir dinero. No se puede dejar el auto afuera y hay que acompañar a todos lados a los hijos o le roban lo que llevan encima”, explicó Juan, el dueño de un supermercado.

Señaló que otro vecino que vive al lado de la “boca” no puede dormir porque las pedreas y gritos ocurren todas las noches. “La gente piensa que el adicto compra droga y se va. Pero no es así. Quedan rondando cerca y roban y retornan al lugar para consumir”, dijo.

A los adictos cualquier cosa les sirve. Rompen los vidrios de los autos y lo que obtienen lo cambian por pasta base. Cansado de que le rompieran los vidrios de la camioneta, el dueño del supermercado deja las puertas sin llave.

Lo máximo que puede ocurrir, explicó, es que dejen revueltos los papeles de la guantera. Ahora los adictos ya no abren más la camioneta. Saben que en la cabina de la camioneta no hay nada de valor.
 

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