La ruta 20 serpentea entre plantaciones de soja y pradera. Se ubica en el departamento de Río Negro a poca distancia del límite con Soriano. Cada tanto, a la vera de ella se ven cascos de estancias en muy buenas condiciones. Máquinas con ruedas gigantescas como patas de arañas pasan por los campos verdes. Este bucólico paisaje choca con el hecho de saber que por aquí mismo pasó la semana pasada Andrés Morosini, con sus hijos Alfonsina (de dos años) y Francisco (de seis), instantes antes de asesinarlos y suicidarse, tirándose con su auto al arroyo Don Esteban. El BYD rojo se hundió rápidamente en las frías y rápidas aguas, sumergiéndose a cinco metros de profundidad.
En la ciudad de Mercedes hay quienes presumen que Morosini dejó la ruta, se detuvo y bajó hacia el río soltando el freno de mano. Tras caer, el arroyo lo arrastró hasta una curva donde este se ensancha y la profundidad crece rápidamente.
A una decena de metros de distancia del puente y sobre un manto de césped estaban apiladas este miércoles varias prendas de ropa de Morosini, conocido en Mercedes como Tito. Había un pantalón verde militar con el cinto puesto, varios shorts, algunas camisas y unas remeras de marca. Alguien había dejado, también, un ramo de claveles blancos colgados en un árbol, a poca distancia de la orilla.
En la Seccional 1ra de la ciudad de Mercedes, el subcomisario y vocero de la Jefatura de Soriano, Rodrigo Castro, dice que tras sacar a las víctimas la Policía se llevó toda la ropa que encontró en el auto para periciarla. “No se deja ni un pañuelo”, advierte. ¿Cómo esa ropa de Morosini, entonces, llegó hasta ese lugar? “Es posible que alguien quiera armar un santuario”, arriesga.
De hecho, cerca de la ropa, bien por debajo del puente, alguien armó una cruz, la hizo con un caño de PVC y apretó su base con varias piedras. Esa cruz podría ser la escena final de una serie de hechos concadenados que derivaron en la muerte de dos pequeños que vivían en un entorno marcado por la violencia.
10 de agosto
Era domingo y había carreras en el Hipódromo de Mercedes. Alejandro Morosini, hermano de Andrés, había salido hacía poco del Comcar y volvía a correr. Pero no le fue bien. Él y su caballo se cayeron. Según los testigos, luego de esto el jockey fue llevado en una ambulancia al hospital. Mientras esto pasaba, Andrés buscaba un responsable, al que encontró y le propinó varios golpes.
La caída, en realidad, se había debido a que en el lugar por donde pasó el caballo de Alejandro hay un pozo, según dijeron varios testigos del episodio a El País. La reacción de Andrés llevó a que algunos en el hipódromo lo buscaran para vengarse. Lo rescató Micaela Ramos, la madre de sus hijos, que con el auto rojo que luego sería protagonista de la tragedia entró al lugar y logró llevárselo.
Antes de irse, pasaron por la puerta del hipódromo, donde había varias personas , entre ellas al menos dos niños. Algunas eran los que buscaban vengar al hombre que había sido golpeado. Andrés, que iba en la parte de atrás del coche, abrió la ventanilla y desde allí los apuntó con un rifle.
Según los testigos, alguien le gritó: “Si sacás el arma, tirá”.
Él no tiró.
Minutos más tarde, Morosini regresó acompañado por siete individuos, provocándose una gran pelea en la puerta del Hipódromo.
Uno de los recién llegados sacó un cuchillo de una mochila y le tiró una puñalada en el estómago a un comerciante. Lo salvó alguien que lo logró mover tironeando de la capucha de su campera.
“Los recién llegados nos tiraron piedras y tenían palos. Tito Morosini estaba ahí. Él fue el promotor de los líos”, dijo a El País un hombre que recibió varios golpes en esa instancia.
El caso fue tratado este martes en el Parlamento durante un llamado a sala al ministro del Interior, Carlos Negro. El senador blanco Javier García dijo que tenía información, por comentarios que le había hecho el intendente Guillermo Besozzi, sobre los incidentes ocurridos en el Hipódromo de Mercedes.
“Le preguntamos a Negro si habían ocurrido esos hechos en el hipódromo. Luego de que un jerarca policial llamara a Soriano, se comprobó que eran ciertos. También se me informó que existió una denuncia que no había tenido consecuencias. Podría, quizá, haber sido imposible cambiar la sucesión de hechos que terminaron en la muerte de dos pequeños niños, pero la jueza del caso podría haber mirado con mayor rigurosidad a Morosini cuando decretó la medida de no acercamiento de 50 metros a su esposa, en caso de haber tenido información de estos acontecimientos”, dijo García a El País.
Tras los hechos, según supo El País, tres personas denunciaron a Morosini en la Seccional 3ra de Mercedes. Una de estas fue vista por forense, y se le constataron lesiones en un ojo, nuca y piernas. Durante días varios hombres buscaron a Morosini: querían vengarse.
28 de agosto
Ese día, otra vez, el escenario fue el hipódromo. Un individuo conocido como “el Lula”, que iba acompañado por Tito Morosini, pinchó a una persona en el pecho con una horquilla para heno (una suerte de rastrillo de metal). “Morosini pensaba que era el bravo del Hipódromo de Mercedes”, dijo un testigo del hecho.
1° de setiembre
Tras una denuncia de violencia doméstica presentada por Micaela Ramos, la jueza Letrada de Mercedes de 4° Turno, Beatriz Giordano, dispuso una medida de no acercamiento a Morosini por un lapso de 180 días. Debía mudarse y mantenerse a una distancia no menor a los 50 metros. Se fue a la casa de sus padres, que vivían a 80 metros. También pidió que la situación la revisara el INAU, para determinar si los hijos de la pareja tenían algún derecho vulnerado, pero no impuso a Morosoni ninguna restricción en cuanto a poder verlos. En el expediente de esta instancia, que fue recogido por El Observador, se señala: “Ella apuesta por la familia”. En su denuncia, Ramos se dijo víctima de “violencia psicológica”.
Al conocerse el pasado violento de Morosini y el fatal desenlace para sus dos pequeños hijos, muchos se preguntan en Mercedes si la Justicia no debió haber tomado medidas más duras como, por ejemplo, colocarle tobillera electrónica. La razón por la que no se tomó esta determinación habría tenido que ver con que la sensibilidad de las tobilleras no permiten detectar de manera veraz el acercamiento cuando la distancia es tan corta.
Este martes, la Suprema Corte de Justicia (SCJ) solicitó al Juzgado Letrado de Mercedes de 4º Turno que se dé información respecto a lo actuado para estudiar el asunto. Al cierre de esta edición, no había encontrado ninguna irregularidad en el proceso.
3 de setiembre
Era temprano y el cielo estaba nuboso. Era evidente que iba a comenzar a llover. Pasadas las 7 de la mañana, según informó El Observador y confirmó El País, Morosini violó la medida cautelar que no le permitía acercarse a su mujer, se dirigió a la que antes había sido su casa, y allí ambos discutieron. Tras esto, él y un compañero de trabajo se desplazaron en auto hasta una obra en la ciudad de Dolores; allí se desempeñaban como albañiles.
En el camino, Morosini habló como siempre. No estaba apenado. Tampoco le contó a su compañero de sus problemas con su expareja. Al llegar a la obra, comenzó a lloviznar. Morosini se refugió con sus compañeros bajo una carpa. Allí algunos jugaban a las cartas, otros charlaban.
Pasadas las ocho de la mañana, el gremio de la construcción decretó un paro parcial por el fallecimiento de un obrero en Paso de los Toros. Había muerto mientras limpiaba una retroexcavadora en el río Negro. Cerca de las nueve de la mañana, el compañero que había trasladado le dijo a Morosini que regresaría a Mercedes hasta que culminara el paro. Ambos subieron al auto y se fueron juntos.
En el trayecto “estaba como siempre. Me habló de los hijos. No lo vi apenado”, dijo el compañero de Morosini a El País.
Morosini se bajó frente a la casa de sus padres en el barrio Hipódromo. Antes de despedirse, su compañero le dijo que pasaba a buscarlo a las 12:30 para volver a la obra. “Sí, pasame a buscar”, le respondió.
Algunos vecinos vieron entrar a Morosini. Desde la casa, según supo El País, este le envió mensajes de texto a Ramos diciéndole que quería ver a sus hijos.
También mandó un mensaje de audio a otro miembro de su familia. Allí le dijo que no podía seguir viviendo sin su mujer ni sin sus hijos. “Ya está. Esto no tiene solución. Mi cabeza está podrida. Mis hijos son lo que más amo. No tengo vuelta. Y no puedo irme de este mundo sin ellos. Sé que nunca me vas a perdonar”, dice en un largo mensaje de 11.42 minutos al que accedió El País.
Además, en ese audio cuenta que se quiso quitar la vida “dos, tres, cuatro veces” y que no comía hace varios días. Según supo El País, uno de los intentos lo había tenido este mismo mes, en el hipódromo, y fue salvado por unos jóvenes “vareadores”, como se denomina a quienes montan los caballos para amansarlos, que lo vieron mientras buscaba ahorcarse. Morosini, según supo El País, tenía cobertura de la mutualista local, donde trabajaba Ramos, pero no pidió asistencia psicológica tras su intento de suicidio.
Ramos no contestó los mensajes de Morosini. En ese momento él volvió a violar la cautelar y fue a buscarlos. Ya tenía decidido lo que iba a hacer.
Eran las 10 de la mañana cuando llegó a la que había sido su casa. Los vecinos señalan que se suscitó una discusión entre Ramos y Morosini, según lo que ellos pudieron escuchar. Luego lo vieron salir con los dos niños y subirlos al auto.
“No los vas a ver más”, le grito antes de irse.
Micaela Ramos no realizó la denuncia en forma inmediata. “Hubo una demora entre el hecho ocurrido (el secuestro de los niños por parte de Morosini) y la toma de conocimiento de nuestra parte. La denuncia de la madre fue cerca de las 11:00 horas”, explicó el subcomisario Castro.
El Centro de Comando Unificado (CCU) de la Jefatura de Soriano envió un alerta a todos los móviles y comenzó a rastrear a través de las cámaras las matrículas que pasaron por la entrada del puente sobre el río Negro.
El caso pasó a la fiscal Paula Goyeni. La representante del Ministerio Público solicitó a la Justicia que decretase un pedido de captura para Morosini.
“Si los policías en las calles veían el auto de Morosini, lo iban a detener. Desde el punto de vista policial se hizo todo lo posible para pararlo. Se informó a las jefaturas de Paysandú -donde Morosini tenía familiares- y Río Negro, y se realizaron los cierres departamentales. Por las cámaras sabíamos que no había pasado por el paraje La Víbora, ubicado en la intersección de las rutas 2 y 24”, dijo Castro. A horas de conocerse los fatales desenlaces, la fiscal Goyeni también opinó: “Se hizo todo lo que estaba al alcance; todo lo que fue posible realizar siempre en coordinación constante con la Policía”.