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Mansión del sexo: quién es quién y qué papel jugaron los condenados por el asesinato

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La mansión en donde habitaron las mujeres que están en prisión por caso de homicidio. Foto: Ricardo Figueredo

CRIMEN DE EDWARD VAZ

La jueza de Maldonado Ana Guzmán condenó ayer a seis personas por el crimen de Edward Vaz. Dispuso penas de entre 8 y 25 años de prisión para los involucrados.

Dos cabezas que lo planearon, dos choferes, dos sicarios, dos celulares y una amiga dócil. Esas fueron las piezas que la Justicia colocó sobre la mesa para armar la imagen final de ese puzzle: el crimen del profesor de inglés Edward Vaz. En una sentencia dictada ayer, a la que accedió El País, la jueza de 11° Turno de Maldonado Ana Guzmán condenó a seis personas que participaron del homicidio y detalló cuál fue el rol que tuvo cada una.

Los ideológos.

Cuando Federico Vaz llegó del gimnasio la noche del 9 de julio de 2018 y vio a su padre herido en el suelo enseguida dijo: “Esta fue mi madre”. Su madre es Lulukhy Moraes. Convivió con Vaz, pese a estar separados, durante diez años en una mansión valorada en más de un millón de dólares en Punta del Este. Se conoce como la “Mansión del Sexo” porque esa residencia ubicada en el barrio Beverly Hills, fue escenario de fiestas swinger.

La jueza Guzmán en una sentencia de 24 páginas dio como “probado” que Moraes y su pareja en aquel entonces, Mauro Machado, planearon el asesinato de Vaz aquella noche. “Sé que Moraes estaba muy enojada contra Vaz, y no era un enojo común, ni una etapa pasajera en la evolución habitual de un divorcio”, reflexionó la magistrada en la texto y luego explicó que en 2016 Vaz denunció a Moraes y a Machado por amenazas. En esa instancia el profesor de inglés declaró: “En el verano mi hijo se escapó una vez en bicicleta hasta mi apartamento para advertirme que me cuidara, que planeaban enviar a alguien para hacerme daño. Con mucha angustia y temblando se fue el niño”. Además la jueza argumentó que “es posible que también hubiera enojo de Moraes por una acción de nulidad de la venta de cuantiosos bienes gananciales que Vaz estaba a punto de entablar”.

Sicarios y choferes.

Machado se contactó con Mathías Guarteche, un conocido de su barrio en Montevideo, y le ofreció dinero para trasladar a los dos sicarios desde Montevideo a Maldonado. Al llegar a la ciudad iban a hacer trasbordo en otro auto que lo manejaría alguien que conocía con detalle el edificio donde vivía Vaz: Franco Silvera. Era empleado de Moraes y Machado y también había trabajado para Vaz. Este hombre llevó a los sicarios hasta la casa de Vaz, los esperó y los devolvió al auto de Guarteche para que el hombre los regresara a Montevideo una vez que ejecutaran al profesor. Pero para que Silvera y Guarteche pudieran concretar ese encuentro necesitaban hablar por teléfono. Ahí es cuando entra en escena “la amiga dócil”. Así describe la jueza Guzmán a Leticia Giachino. Cabe destacar que Giachino, Machado, Moraes y Vaz convivieron en la mansión “Gispy Queen”.

La “Mansión del Sexo” se ubicaba en el mejor barrio de Punta del Este; fue adquirida por un empresario brasileño. Foto: Ricardo Figueredo
La “Mansión del Sexo” se ubicaba en el mejor barrio de Punta del Este; fue adquirida por un empresario brasileño. Foto: Ricardo Figueredo (Archivo)

Giachino se dirigió a Montevideo a comprar dos celulares básicos. En la compra figuraba su segundo apellido. “Su participación en los hechos fue en calidad de cómplice”, sostuvo la magistrada y explicó que sin su participación no se podía haber concretado el crimen. Machado le dio un celular a Guarteche y otro a Silvera. Los dos sicarios se bajaron del auto cerca de las 22:00 horas. Se dirigieron al edificio donde vivía Vaz con su pareja. Ahí uno de ellos, Carlos Alberti, tocó timbre. Respondió la pareja de Vaz. Alberti preguntó por él, dijo que era un amigo de la hija. Cuando Vaz bajó, el otro sicario, al que la magistrada se refiera como “Alfa”, lo ejecutó de dos disparos.

Ambos corrieron hacia el auto de Silvera. Más tarde se subieron al de Guarteche y escaparon a Montevideo. Guzmán indicó que Alberti fue el que engañó a la pareja de Vaz porque esta, luego, le reconoció la voz. El pago para el encargado de tocar el timbre fue $ 3.000, y su tarea era garantizar que el docente saliera al exterior. El encargado de disparar recibió $ 7.000. “Alfa”, quien presume que disparó será juzgado en una investigación aparte.

Los otros seis fueron condenados ayer. A Moraes y Machado, los ideólogos, la jueza los condenó como coautores de un homicidio especial y muy especialmente agravado a 24 años de prisión. Guarteche, que contrató a los sicarios, fue condenado a la misma pena. Alberti, quien tocó el timbre, cumplirá 25 años. Es el único que no es primario. Giachino y Silvera fueron condenados como cómplices del crimen con ocho años de penitenciaria.

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