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Redacción El País
Una pelea a gritos entre fiscales es muy inusual. Y también es poco común que ambos fiscales deban relatar el altercado a otro colega que dirimirá sobre si existió violencia de género o no.

El trabajo de los fiscales es un asunto serio. Ellos indagan y alteran la suerte de muchas personas. Ese temple necesario para una exigente labor hace imaginar que no estarán a los gritos en sus oficinas. Sin embargo, ello fue lo que ocurrió el 13 de marzo entre los fiscales Gabriela Fossati y Fernando Romano.

Al día siguiente de los gritos que sacudieron la rutina de la Fiscalía, el fiscal de Corte, Juan Gómez, dispuso una investigación de urgencia para esclarecer la denuncia de Fossati referida a “una agresión” padecida en su despacho por Romano. La indagatoria estuvo a cargo de la fiscal Jefa Administrativa, Sabrina Flores, quien está a cargo de la Fiscalía de Flagrancia de 12° Turno y se encarga de investigar el caso Astesiano.

El 16 de marzo, Flores tomó declaraciones a cuatro fiscales: Pablo Bardino, Gloria Nicolini, Fossati y Romano. Bardino y Nicolini trabajaban con Fossati.

En su declaración vía correo electrónico y al prestar testimonio ante Flores, Fossati dijo que Romano comenzó gritándole “a una distancia de un metro, metro y medio”. “Llamándome mentirosa, ignoro por qué, gritándome que quería destruir a la institución varias veces, ignoro por qué”, relató la fiscal.

“La situación de violencia fue muy fuerte. Tanto yo como la doctora Nicolini quedamos temblando. Estoy segura que si yo hubiera sido un hombre, Romano jamás me hubiera agredido de esa manera, por lo que no tengo dudas que hay una afectación de la Ley 19.580 (violencia basada en género)”, agregó.

Fossati no especificó actos discriminatorios por parte de Romano en razón de género sino que lo acusa de agredirla por razones ideológicas, según dice una resolución de la Fiscalía de la Nación a la que accedió El País.

Fossati insistió en que el enojo de Romano tiene una razón ideológica. “Me quedó claro que su enojo y su agresividad hacia mi persona se vincula a que tenemos posiciones ideológicas absolutamente diferentes habiéndome recibido varias adjudicaciones o referencias a mi condición de ‘blanca’”, dijo.

Romano dio su versión a la fiscal Flores. Reconoció que subió al despacho de Fossati. “Yo les pido (a Bardino y a Nicolini) que se queden porque quería testigos de la conversación. Le digo (a Fossati) por qué pusiste que yo te pedí el reintegro (la fiscal había solicitado licencia médica). Lo hice en mi tono normal. Ella me dice ‘a mí tratame bien’”, afirmó Romano.

“Yo estaba molesto por los chats que me estaba mandando (Fossati). Me estaba fastidiando con los audios y los Whatsapp. Cometí el error de subir (a su despacho)”, reconoció Romano.

Y agregó: “Nunca pretendí ejercer violencia sobre una mujer. Estos hechos fueron una discusión entre fiscales sin importar el género. Entiendo que ella me provocó; no logré contener mi impulsividad y cometí el error de subir a su despacho. Lo que creo que estaba haciendo ella (Fossati) era hostigarme a nivel de WhatsApp”.

Al final de su declaración, Romano insistió en el intercambio se dio porque pretendía aclarar una situación.

El Departamento Jurídico Notarial de la Fiscalía consideró que la discusión fue entre dos fiscales en “pie de igualdad” y agregó que “no se advierte” una relación desigual de poder en base al género, así como “tampoco la intención” de menoscabar la dignidad humana de Fossati. Agregó que se trató de una discusión en un marco laboral.

Tras recibir el dictamen de la asesoría letrada sobre que no existió violencia de género de parte de Romano durante la discusión, el fiscal de Corte, Juan Gómez, dispuso la clausura y el archivo de la investigación de urgencia sobre el episodio.