Hasta fines del año 2022, un policía que fue condenado la semana pasada por femicidio repartía su tiempo entre sus dos hogares. El primero, lo había formado con su esposa, con la que tenía una hija de siete años. El segundo, con Leticia Hasckowec , una mujer a la que conoció luego, en una empresa de reciclaje donde tenía un segundo trabajo, a la que le decía que estaba separado. La condena es por 40 años de prisión por haber orquestado la muerte de Hasckowec y por haber forzado a su esposa a participar del asesinato.
A ambas las atormentaba, perseguía y golpeaba. A su primera pareja, que nunca dejó de ser su esposa, la conocía desde hacía muchos años. "Si no tenía la ropa pronta se enojaba, si no tenía la ropa planchada era un problema", declaró ella en el juicio. Pero sus enojos no estaban dentro de la órbita de lo usual. "Un día, discutiendo por la comida, me puso su arma de reglamento en la cabeza (...) Cuando le decía que lo iba a denunciar, se reía"
En determinado momento, la obligó a renunciar a su trabajo en un residencial y la forzó a prostituirse. Él mismo la inscribió en una página web persiguiendo ese fin. Le coordinaba los encuentros con clientes y manejaba el dinero que recibía de estos. Hubo al menos una oportunidad en la que la obligó a dejar el celular prendido, filmando, para que él pudiera ver, en tiempo real, cómo tenía relaciones con un cliente. La mujer declaró haber visto como él y otro hombre, del otro lado de la pantalla, miraban la situación y se reían.
A lo largo de la relación, la había amenazado varias veces. En una oportunidad, le dijo que se iba a subir a un auto con la hija de ambos, que tenía siete años, y chocaría a propósito para matarla. Otra vez, le prometió que prendería fuego la casa de su hija mayor, donde vive su nieta, y terminaría con sus vidas.
En tanto, Hasckowec y el asesino se conocieron en el año 2020, cuando ella consiguió trabajo en la empresa de reciclaje donde él era jefe. Cuando empezaron a salir, ella vio que se concretaba su gran anhelo: formar una familia como la que había soñado y sentirse protegida. El hecho de que su pareja fuera policía, decía, la hacía sentirse segura.
Pero ese sentimiento se desvaneció rápido. El hombre comenzó a ejercer violencia contra ella y esto se recrudeció cuando quedó embarazada. Ella, además, tenía un varón de una relación previa.
Para ese momento, la primera pareja del policía, que sí sabía de la existencia de Hasckowec , ya le había ofrecido separarse. Pero él le contestó que se iba a divorciar cuando quisiera, y que su intención era vivir con las dos, según consignó la sentencia. Ella, contó, no podía irse porque dependía económicamente de él.
Hasckowec sufría los mismos golpes, la misma persecución y era víctima de idénticos insultos que los que el policía perpetraba a su esposa. A ambas les apuntó alguna vez con su arma de reglamento.
"Me pegaste bastante al punto de partirme un diente", relató la víctima fatal en uno de los mensajes traídos a juicio por la Fiscalía que encabeza Valentina Sánchez. Ella llegó a denunciarlo en la órbita de la Justicia que atiende casos de violencia doméstica por golpes y amenazas. Contó que él le había dicho que si lo dejaba "iba a terminar en un cajón".
Tiempo después, Hasckowec retiró la denuncia. En su cabeza, indicó la autopsia psicológica histórica hecha a pedido de la Fiscalía, se jugaban al menos dos cosas. Su profundo deseo de mantener la familia y, en el último tiempo, el terror que tenía a perder su fuente de trabajo, el único sustento de sus dos pequeños hijos, dado que el hombre era su jefe.
A él, Hasckowec lo tenía “cansado”, decía, y por eso empezó a cranear su homicidio. A la primera que le pidió ayuda fue a su esposa. Le ordenó que buscara a alguien en el barrio que pudiera encargarse de hacerlo y como no lo logró, la mujer terminó pidiéndole a su propia hija y a su novio que lo hicieran. Haber colaborado le valió una condena de 20 años de cárcel.
A cambio del homicidio, el condenado le daría a la joven pareja una televisión, una moto, una laptop y 15.000 pesos. Ese dinero era de la propia víctima. Días antes del crimen, el condenado le había pedido a Hasckowec que sacara un préstamo por ese importe para ir de vacaciones a Salto.
Así fue que el día 7 de diciembre de 2022 por la noche llegó al apartamento de la víctima la pareja contratada para cometer el homicidio. Mientras la joven ofició de "campana", su novio hizo entrega de un cuchillo al policía.
En ese momento, en el apartamento familiar estaban Hasckowec, el homicida y los dos hijos de ella de siete y un año, que dormían en una habitación contigua. Tras una breve discusión, el joven contratado la sujetó y el padre de su hija le asestó 23 puñaladas.
Para él, "las mujeres eran cosas"
Para fundamentar su fallo, la jueza Blanca Rieiro explicó que lo que se desprende de las pruebas expuestas en juicio fue que "el detonante de la brutalidad" del condenado "fue que Leticia tuvo el deseo de separarse, a lo que él se oponía terminantemente en su mentalidad machista y con la visión de que las mujeres son de su propiedad y él decidía cuándo se termina una relación. De allí la expresión 'de aquí te vas en un cajón', sentencia que cumplió a rajatabla; a él nadie lo dejaba", expresó.
Años antes del homicidio, la esposa del hombre había intentado denunciarlo en Ciudad de la Costa, pero le contestaron que era "palabra contra palabra" y que como su pareja era funcionario policial "iba a ser muy difícil probarlo". La mujer declaró en el juicio que en la sede policial le dijeron que él "tenía apoyo". Sobre ese punto, Rieiro advirtió: "El Estado, que debió protegerla, no lo hizo. Al contrario, protegieron al violento".
Estas son "conductas que deben erradicarse, ya que por más que el Estado consagre normas, ratifique tratados para la prevención y erradicación de la violencia de género, si los encargados de proteger y perseguir estos delitos miran para otro lado, de nada servirán dichas normas, que en este caso quedaron en letra muerta".
Esto llevó, según el análisis de la jueza, a que el policía pudiera “utilizar” a su primera pareja para cometer el crimen porque ella "no se negaba a nada de lo que él le pidiera ya que le tenía terror". Se aprovechó de su "extrema vulnerabilidad emocional, y dependencia económica" .
Las penas y el motivo
La sentencia que se dictó esta semana fue producto de un juicio oral en el que únicamente se acusó al policía. Se lo enjuició por delitos de violencia doméstica contra ambas mujeres, proxenetismo contra su primera esposa y homicidio muy especialmente agravado por femicidio, además de sicariato contra su segunda pareja. La fiscal Sánchez y el Consultorio Jurídico de la Facultad de Derecho que representó a la familia Hasckowec habían pedido la pena máxima, 30 años, y que se le impusieran medidas de seguridad eliminativas posteriores a la condena por su especial peligrosidad.
La jueza Rieiro aceptó el pedido y dispuso su condena a esa pena y le sumó 10 años de medidas de seguridad.
Los otros colaboradores del crimen, la primera esposa, su hija y la pareja de ella fueron condenados en 2024 por el juez Gonzalo Arsuaga. Aceptaron su responsabilidad en procesos simplificados (juicios más breves). La mujer que ofició de campana obtuvo siete años de cárcel, su novio fue condenado a 20 años y la esposa del policía también cumplirá 20 años. Entendieron que la última, más allá del contexto de violencia en el que estaba inmersa, tuvo, sobre ese acto, poder de decisión.
El del policía fue el único juicio oral del caso, es decir, se expuso ante la Justicia todas las pruebas. En su sentencia, Rieiro resumió que "se acreditó que ambas mujeres debían someterse a sus caprichos. Estaban coartadas en su libertad ya que ambas dependían económicamente de él (...) todo el tiempo eran controladas". También consideró probado que, para él, ellas "eran cosas a su disposición".
Al momento de definir si le imponía o no, como solicitó la Fiscalía, medidas de seguridad eliminativas, consideró que "la peligrosidad deviene de la forma cruel, el odio, la venganza" con la que actuó ante el deseo de la víctima que "quería dar por terminada la relación".
Todo lo ocurrido da cuenta "que en el futuro actuará de igual forma", dijo la jueza, porque aunque declaró que era inocente y que su único "pecado es que le gusten las mujeres", según transcribe la sentencia. Eso, valoró, "no es el motivo del presente juicio, el juicio es cómo acostumbra a tratar a esas mujeres, cómo las tortura y cuando alguna decide no soportar más su violencia, le da muerte".