Expertos apuestan a más diálogo y cercanía para revertir episodios de violencia en liceos

Por Agustín Magallanes
Autoridades de Secundaria y el Ministerio del Interior tuvieron esta semana la primera reunión con el objetivo de establecer un plan de prevención de violencia en liceos que sea más amplio, en respuesta a las sucesivas peleas que se dieron en este comienzo de clases y se viralizaron en redes sociales.

A la salida de la reunión, la directora de Secundaria, Jenifer Cherro, remarcó que “primero educa la familia y en segundo lugar el sistema educativo”, e hizo un pedido a los padres: “Por favor, tengan control del manejo de las redes que realizan sus hijos”.

El director de Convivencia y Seguridad Social del Ministerio del Interior, Santiago González, coincidió con Cherro en que los padres deben “estar atentos” a lo que pasa en sus hogares.

Desde que se dieron los incidentes, Interior realiza un control de redes sociales por si surgen nuevas amenazas. Consultado por El País, González enfatizó que con este control “no se está ni escuchando, ni siguiendo, ni nada raro al estudiante; lo que se hace es un seguimiento de redes abiertas”. Es decir, de contenidos públicos, y que si se detecta una convocatoria de pelea la Policía acude. Y puntualizó que hubo un “refuerzo” del patrullaje en algunas zonas.

El País consultó a algunos de los principales psiquiatras y psicólogos de niños y adolescentes a nivel local sobre qué herramientas pueden manejar los padres en esta coyuntura de violencia en algunos centros.

Todos coincidieron en que es imprescindible apuntar al “diálogo” y cercanía con los jóvenes. Prefieren utilizar el término “involucramiento” más que “control” de las actividad que hacen incluso en redes, sobre todo porque “es cada vez más difícil“.

“Los padres educan, muestran el camino, pero no pueden estar todo el día arriba de los chiquilines. Hay que tener un vínculo de comunicación donde el joven cuando pase algo que lo desequilibró pueda contarle a los padres, quienes no tienen que enojarse y rezongarlo y criticarlo, sino sostenerlo y ver cómo lo ayu- dan”, dijo la psicóloga Fanny Berger.

El también psicólogo Alejandro de Barbieri advirtió que “si no hubo una educación previa para que los chiquilines tengan una autorregulación emocional, cuando llegan a los 13 años con un celular y si hay falta de empatía, pasa lo que estamos viendo”, aludiendo a la viralización de las peleas.

La psiquiatra Natalia Trenchi, por su parte, destacó que los adolescentes “siguen necesitando supervisión adulta; que no es control, no es represión, sino estar en la vuelta, y de alguna manera aportarle la madurez mental que los adolescentes todavía normalmente no tienen”.

El psicólogo Roberto Balaguer, en tanto, apostó a “un modelo de confianza, de diálogo, pero de conversar lo que hacen”. “Esto da más garantías para que antes de que hagan algunas cosas piensen y tomen determinadas decisiones”, afirmó.

Los expertos coincidieron en la poca efectividad que tendría un control de redes en comparación con la cercanía. Barbieri remarcó que directamente los padres muchas veces no pueden tener ese control.

En ese sentido, Balaguer apuntó que el monitoreo paternal “se ha vuelto cada vez más difícil, porque hay mil maneras de pasarle por arriba”. Esto, agregó, también se aplica para herramientas de control, las cuales consideró que son más útiles en edades más tempranas.

Berger, por su parte, planteó que el control de las redes es el “último” recurso. “El primero es tener un vínculo de confianza que se crea desde el vamos, con la presencia, la empatía, la sensibilidad e involucramiento de los padres”, dijo y agregó: “No hay que controlar a los hijos, no hay que criticarlos y sobreprotegerlos, hay que charlar con ellos y hay que explicar los peligros de la vida”.

Trenchi, en tanto, destacó que lo relevante en esta coyuntura es “combatir” la violencia “a nivel de las mentes, de los pensamientos y de cómo se gestionan las emociones”.

Y acotó: “¿Cuántas cosas se hacen a favor de la convivencia en paz? Ahí tendríamos que poner el acento”. Esto en un contexto en que hay “chiquilines criados en una cultura de violencia”.