Tan imparable como invencible. Red Bull no tiene rival en la Fórmula 1 y se ha convertido en los últimos años en la escudería dominante de la competición. La última demostración es el campeonato obtenido el pasado fin de semana por su piloto, el holandés Max Verstappen (el tercero al hilo), y la consagración de Red Bull como ganador del Mundial de constructores (por segundo año consecutivo).
El actual ciclo victorioso buscará convertirse en una segunda «era dorada» de Red Bull en la F1, donde ya reinó entre 2010 y 2013.
La bebida ha dirigido parte de sus millonarias inversiones en marketing haciendo del deporte una de sus principales banderas. Además del automovilismo, la marca está presente en los deportes extremos -desde cliff-diving hasta BMX, esquí, vuelo y skateboarding-, el hockey sobre hielo y el fútbol, donde es dueña de varios clubes en Austria (país natal de la compañía), Alemania, EE.UU. y Brasil.
El imperio Red Bull es liderado por Mark Mateschitz, hijo del fundador de la compañía (Dietrich Mateschitz) y el hombre más rico de Austria, con una fortuna personal de unos € 20.000 millones (US$ 21.000 millones).
Negocio con «alas»
Las inversiones de Red Bull en el deporte nacen de la venta de su famosa bebida energizante en lata. El año pasado colocó más de 11.500 millones de unidades y cosechó un aumento en sus ingresos de casi un 25% entre 2021 y 2022, para situarse en € 9.684 millones (US$ 10.200 millones).
En 2021, la compañía invirtió unos € 1.600 millones (US$ 1.685 millones) en patrocinios deportivos y en publicidad, es decir, alrededor de una cuarta parte de sus ingresos anuales.
El toro que atrae marcas
Red Bull ha captado el interés de otras empresas por anunciarse en su coche, el RB19. La escudería tiene 38 sponsors, aunque el más importante es Oracle, que el año pasado anunció un acuerdo a cinco años con Red Bull Racing por US$ 500 millones. Se estima que los patrocinios le reportaron al equipo esta temporada US$ 226 millones. En total, la escudería está valorada en US$ 2.600 millones y sus beneficios fueron de US$ 510 millones.
No todas son ganancias. Red Bull debió pagar este año una multa de US$ 7 millones por incumplir el «fair play» financiero en la temporada 2021. La F1 fijó un tope de US$ 145 millones en las inversiones que los equipos pueden hacer en sus autos, medida que busca mantener la paridad entre los competidores.
«Mad Max», la estrella
El piloto holandés, Max Verstappen, es la cara visible de la escudería austríaca. Ha logrado los últimos tres títulos individuales de la F1, destronando al multicampeón, el inglés Lewis Hamilton (Mercedes-Benz).
«Mad Max» ingresó a su cuenta US$ 64 millones el año pasado, la mayoría (US$ 60 millones) por concepto de salario.
En el campo publicitario, el corredor ha mantenido un relativamente bajo perfil. A diferencia de otras figuras del deporte de élite, tiene unos pocos acuerdos comerciales -con marcas como EA (videojuegos), Jumbo (supermercados) y Viaplay (streaming)-, que le reportan US$ 4 millones, según publicó la revista Forbes.
La fuente de ingresos principal de Verstappen es el circuito, donde debutó a nivel profesional con 17 años en 2015 conduciendo el coche de Toro Rosso (el nombre con el que compitió Red Bull tras comprar el equipo Minardi).
El «matrimonio» entre la escudería austríaca y Verstappen va para largo. El año pasado «renovaron sus votos» con una prolongación del contrato por cinco años (2023-2028) por un total de US$ 55 millones anuales. El valor del acuerdo sitúa al corredor holandés al nivel de caché de Hamilton.
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