Federico Bigalli nació en Buenos Aires pero de chico se mudó a Montevideo con su familia. Tiene 37 años, está en pareja y tiene una hija de un año. Estudió logística y junto a su padre crearon hace una década Biggest, una empresa centrada en el autoalmacenamiento, un servicio que permite guardar pertenencias en boxes y acceder a ellas «en pocos pasos y con poca burocracia», destacó.
Biggest surgió de una inspiración internacional; él y su padre conocieron el modelo de negocio en el exterior. La empresa, ubicada en Ciudad de la Costa, ha visto impulsada su operación gracias al crecimiento comercial de la Ruta Interbalnearia, y Bigalli confía en que la llegada de más empresas a esa zona será buena para potenciar los negocios.
Desde su inauguración, Biggest triplicó su espacio de almacenaje y tomó nuevo impulso tras la pandemia, en parte gracias a una mayor demanda del e-commerce.
—¿Cómo surgió la idea de emprender con un servicio de almacenamiento?
—La idea de emprender surgió en 2014. Mi padre —que es mi socio— vio el negocio en EE.UU. Allá había muchas empresas (en el rubro) y empezó a investigar la posibilidad de traer el modelo a Uruguay. El self storage comenzó después de la Segunda Guerra Mundial en Texas, por el boom de consumo que estaba experimentando la sociedad de posguerra, lo que hizo que la población necesitara espacios de almacenamiento. El storage se volvió una extensión de la casa. Nosotros decimos que nos transformamos en una extensión de tu casa o empresa, pero no solo como algo marketinero, sino que de verdad, tener un espacio de almacenamiento ayuda a vivir más ordenado y genera bienestar.
—¿Esta fue su primera vez emprendiendo?
—Sí, pero ya conocía el rubro. Siempre trabajé en logística y en 2014 me encontraba haciendo una Maestría en Logística en la Universidad de Barcelona. Estaba viviendo allá y en la empresa en la que trabajaba hacíamos algunas mudanzas y depósitos de mercadería en un self storage. Al principio tuvimos que capacitarnos mucho. Los primeros años viajé a EE.UU. a convenciones de self storage; de eso me nutrí mucho. Al inicio teníamos duda (del negocio) por un tema de densidad de población, porque este es un mercado chico y se trata de grandes inversiones que necesitan mucha gente en la vuelta para que funcionen. En Latinoamérica, destacaría que el mejor lugar para instalar un negocio así es San Pablo, una ciudad que se está poblando de storages, porque hay una alta concentración de personas que viven en espacios reducidos y precisa lugar para almacenar. También tuvimos la asesoría de una empresa americana para la construcción, porque trabajamos con entrepisos que soportan mucha carga. Vinieron ingenieros estadounidenses a diseñar la estructura con todas las condiciones que tenía que cumplir para ser storage. Luego de la pandemia, en muchas ciudades del mundo, edificios, fábricas y parkings abandonados fueron remodelados y utilizados como espacio de autoalmacenaje, pero esas estructuras no tienen la seguridad que se necesita. Nuestro depósito se pensó desde cero para esto. Todo el sistema de boxes lo importamos de EE.UU., traemos hasta los focos de luz.
—¿Con cuántos boxes comenzaron la empresa?
—Cuando abrimos, el depósito tenía unos 1.000 metros cuadrados (m2). En la etapa inicial combinamos espacios de almacenamiento con parking, para tener dos líneas de negocio. Después se fue construyendo más storage a medida que se fue conociendo más el servicio. Este año triplicamos el espacio: hoy tenemos 3.000 m2 y más de 350 boxes de diferentes tamaños, entre 2 m2 y 40 m2 . Los precios van desde $ 2.300 hasta $ 27.000 por mes. El precio incluye un seguro que cubre US$ 2.000 contra robo e incendio, y si los clientes quieren aumentar la póliza, hacemos el contacto con la aseguradora.
—¿Cómo fue lanzar al mercado un servicio poco conocido?
—La pionera en Uruguay fue Punta Box, que abrió en Montevideo. Luego abrimos nosotros como opción en Ciudad de la Costa. Diría que el punto más desafiante al inicio fue que la gente no conocía el concepto. Teníamos que vender el servicio, pero además explicar bien qué hacíamos, porque si el cliente no entiende qué vendés, no te puede comprar. Y este era un sistema que rompía con la lógica de depósito tradicional, o con el servicio de guardamuebles de algunas empresas de mudanza.
—¿Cuáles son las características principales de este sistema?
—Podés venir todos los días, todas las veces que quieras entre las 8 y las 19 horas. Es un sistema flexible porque permite cambiar de tamaño de box. Tenemos 20 medidas distintas y pagás por el espacio que utilizás, los contratos son mensuales y eso da más flexibilidad.
Otro punto clave es la privacidad y seguridad. Los boxes tienen una estructura metálica y una cortina de acero con dos pasadores para candados. El sistema apunta a eso: seguridad, flexibilidad y privacidad. No sabemos qué guardan los clientes, sí se delimitan por contrato una serie de cosas que podrían ocasionar perjuicio al resto del depósito, pero buscamos que de verdad la gente tenga privacidad.
—¿Cómo influyen factores como el desarrollo inmobiliario o el crecimiento de los negocios en la Ruta Interbalnearia en su empresa?
—Con el crecimiento de la zona se está generando un corredor comercial. Cada vez hay más empresas que se instalan. En enero abrimos un depósito nuevo de 800 m2 en el que la planta baja está enfocada a empresas, porque apostamos a eso. Son depósitos más grandes, de 12 m2 en adelante, pensados para pequeñas y medianas empresas, por ejemplo importadoras. Tenemos un montacargas de última generación y una rampa de fácil acceso para carga y descarga. Queremos brindar un servicio para que las pequeñas empresas tengan un almacenaje cerca del aeropuerto y del corredor logístico que se está armando, además con acceso a una de las principales rutas, para que la entrada y salida del depósito sea rápida. Antes, los depósitos estaban alejados de la ciudad, hoy se ven los «galpones logísticos urbanos» y se están acercando cada vez más al centro de la ciudad. Las empresas quieren llegar más rápido a sus clientes, tener menos costos y una logística inversa más eficiente. Además, para los clientes particulares es más práctico. Por ejemplo, si guardo libros no quiero ir a 50 kilómetros de casa para buscar lo que quiero leer el fin de semana.
—¿Cuál es el perfil de clientes?
—Los clientes se dividen en dos tipos: particulares y empresas. Dentro de empresas, generalmente son pequeños importadores, pymes o personas que se dedican al e-commerce. Para ellos, luego de la pandemia, el self storage se volvió un aliado súper fuerte. Pueden almacenar productos, mostrarlos, preparar pedidos, todo por una tarifa única y sin ataduras. También hay profesionales independientes, como escribanos o abogados, que tienen mucho archivo y documentación y pueden alquilar un box para guardarla. Es un sistema muy flexible para las empresas.
Por otro lado, los clientes particulares contratan el servicio por diferentes situaciones de la vida como un divorcio en el que una de las partes necesita almacenar sus pertenencias hasta que encuentra un nuevo lugar donde vivir; la muerte de un familiar y la venta de una propiedad; una mudanza o una reforma. También hay otro perfil de cliente que es el que se va al extranjero y tiene un «tiempo muerto» hasta que organiza el booking para llevarse sus cosas, o el extranjero o uruguayo que llega al país y necesita almacenar sus pertenencias hasta que encuentra dónde vivir.
—¿Cuál es el tiempo promedio de alquiler de un box?
—La gente está ganando confianza en el servicio, ya es más conocido. Hoy si decís «tengo un box», la mayoría de las personas te entiende. Hace 10 años no pasaba; eso es importantísimo. A raíz de eso, la gente elige tenerlo más a largo plazo, un fenómeno que al principio no se daba. Antes se usaba para resolver una situación concreta, por ejemplo: tengo una mudanza, lo alquilo, resuelvo la situación y listo. Hoy se genera un storage permanente: lo alquilo para tener una extensión de mi casa o de mi comercio. Hay personas que eligen el servicio aunque tengan espacio en su casa, para tener resguardadas sus cosas con privacidad, por ejemplo objetos de colección. También hay quienes nos eligen para guardar cosas por temporada, por miedo a que le entren a la casa cuando se van de vacaciones, u objetos de las casas de veraneo cuando no las usan. Eso no se daba hace unos años.
—¿Cómo integra la tecnología a su negocio?
—Hicimos un camino de transformación digital. Fuimos los primeros en hacer reserva online para que el servicio sea más rápido y para que la cotización sea online y transparente. En cualquier momento del día podés entrar a la web y ver cuánto sale un depósito —sin costos ocultos—, venir, firmar el contrato y ocuparlo. En otros países, como es legal hacer un contrato digital, le agregan eso al servicio; en Uruguay todavía estamos medio atrasados con la digitalización de contratos. En algunos centros (de storage) de EE.UU. ni siquiera hay personal. Visité uno en el que entrás y hay un tótem donde seleccionás el depósito que querés, pagás con tarjeta, firmás el contrato y se te habilita la unidad.
—¿Qué perspectivas de crecimiento ve para la empresa?
—Creo que el crecimiento va a venir más del lado (del cliente) empresarial —pymes, importadores, pequeñas empresas— que del particular. Hemos tenido contacto con empresas de Argentina, Brasil y Paraguay que están viendo de instalarse en Uruguay y para empezar no quieren alquilar un local, entonces pueden comenzar con un depósito chico. Nuestro foco ahora está más que nada orientado a lo empresarial, porque es donde vemos proyección. El cliente particular sigue siendo el core del negocio, pero si empieza a haber cada vez más oferta también se divide la demanda. El plan hacia adelante es digitalizar más el negocio.
La llegada de nuevos avances tecnológicos al mercado local
—¿Qué tendencias globales ve que podrían incorporar en Uruguay?
—Recientemente incorporamos acceso al depósito con pin. En otras partes del mundo ya hay cerraduras de boxes con bluetooth en vez de candado, y apps donde se puede hacer un inventario de lo que tiene el box, o hacer fotos o videos de lo que hay guardado. Los avances tecnológicos están muy buenos, pero depende del mercado que los quieras incorporar. Hay cosas que acá no se pueden incluir todavía. Por ejemplo, cuando exploramos la idea de los candados con bluetooth, la empresa que brinda el soporte informático es estadounidense y trabaja en el horario americano, entonces si tenés abierto en un horario desfasado y te surge un problema, es difícil tener una respuesta rápida. Las opciones están, el tema es si después las podés aplicar y funcionan. En Europa, por ejemplo, están haciendo videos 360 para que la gente conozca los boxes por la web y tenga la perspectiva de lo que puede guardar. La tecnología para depósitos está muy avanzada, incluso hay empresas dedicándose específicamente a eso. Es una industria que tiene mucho tiempo y todo ese know how mezclado con tecnología es algo increíble.
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