Los negocios en Uruguay, la realidad argentina y el futuro del retail, según el empresario Francisco De Narváez

De visita en Uruguay, el presidente del Grupo De Narváez habló sobre el valor de la "estabilidad" que ofrece el país para invertir a pesar de su "escala pequeña". "Hay un montón de oportunidades", aseguró

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Nació en Bogotá hace 71 años y se nacionalizó argentino. El retail está en su ADN. Nieto e hijo de empresarios del comercio, hizo carrera en Tía, la empresa familiar, hasta convertirse en presidente del Grupo De Narváez (GDN), un conglomerado presente en tres países y con más de 25.000 empleados. En Uruguay, el holding tiene marcas icónicas como TaTa, BAS, San Roque, Woow, Multi Ahorro Hogar y Frontoy.

De visita en Montevideo por los 69 años de TaTa, De Narváez recibió a El Empresario y habló del valor de la «estabilidad» de Uruguay y de la «calidad» de su gente para impulsar sus negocios, incluso a pesar del pequeño tamaño del mercado interno. «Hay un montón de oportunidades», afirma. De Narváez está casado y tiene seis hijos.

—Vino de visita en el marco de los 69 años de TaTa. ¿Qué balance hace sobre la empresa?
—Cumplir 69 años de trabajo en Uruguay es un evento muy emotivo para todo el grupo empresario, y como miembro de la familia fundadora, le agrega un sentimiento que tiene que ver con el espíritu de nuestros fundadores, Karel y Milena Steuer, porque ambos remaban en la misma dirección. Nos sentimos una parte de la historia reciente de Uruguay y estamos muy orgullosos de eso. Pero esto no fue mágico, fue una construcción en el tiempo que comenzó en el primer local, en 18 de Julio y Roxlo. Siempre con la misma vocación y la misma actitud de agradecer a quienes nos elegían para resolver sus necesidades y satisfacer sus expectativas en cumpleaños, aniversarios, Día del Niño, Reyes, Navidad y demás. Esa presencia se ha ido consolidando y hoy es lo que somos: más de 180 locales en los 19 departamentos, más de 4.500 colaboradores y un desafío que hoy es más constante que nunca, por las nuevas tecnologías, la forma en la que nos comunicamos y decidimos todo, cómo elegimos. Los cambios son mucho más acelerados, por lo cual lo que hoy está bien, puede ser que a la tarde no esté tan bien, entonces hay que cambiarlo y mejorarlo. La mejora constante es uno de nuestros principios rectores y tiene que ver con comprender qué es lo que el consumidor aspira y pretende de nosotros, para que también nuestros colaboradores estén a la altura y capacitados para poder resolver esas necesidades y expectativas. Y sumo algo muy importante que en Uruguay se da de forma muy intensa: la competencia. Competir te mejora, como en el deporte. Y, finalmente, quienes se benefician de esa sana competencia son los uruguayos. Eso es lo que mantiene el fuego encendido de esta vocación tan genuina que es el retail.

—¿Cuáles son las perspectivas de crecimiento del grupo en Uruguay? ¿Qué posibilidades observa en la región?
—Dejame, primero, compartirte un concepto. Ser grande, estar en tres geografías, en más de 100 mercados, con más de 650 locales y 25.000 colaboradores, te da una dimensión. Pero hace muchos años aprendí que es local por local. Cada una de nuestras tiendas y cada una de nuestras marcas -BAS, San Roque y TaTa en Uruguay- tiene un entorno competitivo y un consumidor por el cual hay que «pelear» para que nos elija. La estrategia se hace general, pero nunca queremos perder de vista que cada uno de nuestros locales y colaboradores son los que construyen el todo. Entonces, conducimos con una visión estratégica de arriba hacia abajo, pero sabemos que se construye de abajo hacia arriba. Creemos en la idea de la pirámide invertida. Lo que más pesa en nuestras decisiones es que el consumidor, cuando haya resuelto su necesidad, diga: «Voy a volver; aquí encuentro siempre lo que busco, al precio adecuado y me voy contento». Ahora, yendo a la pregunta: Ecuador es un país grande, con 17 millones de habitantes y una diversidad geográfica importante. Ahí tenemos 300 locales y más de 8.000 colaboradores. Es un país dolarizado, por lo cual tiene una economía muy estable en el tiempo, (aunque) hoy está muy desafiado por la inseguridad. Argentina, con sus estabilidades e inestabilidades, es un enorme desafío en este momento, porque pasó de una economía muy inflacionaria a una deflacionaria. Eso cambia las reglas de juego, porque la inflación en estos niveles -un 15% por mes, no por año- genera una distorsión muy preocupante en el consumidor, porque no tiene sentido del valor de su dinero, con lo cual se complejiza nuestra tarea de comprar, distribuir y vender mercadería. La estabilidad es lo que te vuelve a poner en un proceso de competitividad. El consumidor comienza a tener perspectiva de qué vale qué, quién es más eficiente, dónde están los mejores precios, es mucho más selectivo y puntual a la hora de elegir dónde compra, por lo cual estamos pasando en la compañía en Argentina por un proceso de reestructuración muy fuerte, porque muchos años de inflación también te corren la vara a la estabilidad, y ese es un enorme desafío.
Y llego a Uruguay. Los uruguayos son confiables, les gusta el trabajo, progresar, comprenden el valor de la educación, tienen orgullo de su país... Y es previsible Uruguay. La estabilidad es una condición básica de vida para el ser humano, la familia y las empresas, por lo cual es un desafío muy importante para nosotros poder continuar este trabajo en este contexto. Si bien es un país pequeño en población, es enorme en la calidad de su gente. Resalto esta condición en nuestros colaboradores.

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Francisco de Narvaez, presidente de Grupo De Narváez.
DARWIN BORRELLI

Uruguay es un país pequeño en población, es enorme en la calidad de su gente.

—¿Qué aspectos debería trabajar Uruguay para ser más atractivo como plaza de negocios?
—Voy del todo a la parte. El mundo hoy está revuelto: hay una «guerra» de tarifas y una guerra que lamentablemente cuesta vidas humanas. Pocas veces, en las últimas décadas, hubo un momento de tanta fragilidad, en donde parece que los liderazgos casi están basados sobre los egos de algunas personas. Me parece peligrosísimo. Es algo que no sucede en Uruguay, acá hay institucionalidad. Entonces, cuando vengo al hemisferio sur, me cuesta encontrar un país que tenga las condiciones de estabilidad, previsibilidad y confianza como Uruguay. Claro, es pequeño en la escala de población, pero es un país en donde muchos inversores extranjeros están viendo estos (factores). Hay un montón de oportunidades, en turismo, construcción, tecnología, los «unicornios» que están generándose, las zonas francas. Es un país que tiene una cantidad de cuestiones positivas. Tu pregunta es en qué se puede mejorar. A mí me parece que hay un punto importante que es la centralidad de Montevideo. Uruguay es muy rico en la calidad humana, naturaleza y geografía en el interior del país. Hay mucho talento y algo que nos encanta cuando llegamos a una ciudad pequeña y anunciamos que vamos a abrir un local, es ver la cantidad de gente que aplica para trabajar. Nos llena de orgullo poder dar ese primer empleo a alguien que puede estar en Rivera, por ejemplo, que no es lo mismo que estar en Montevideo. El rol de un empresario es generar progreso para sus colaboradores y clientes en sus comunidades. Por eso tenemos programas de inclusión, de energías limpias y renovables. Nuestro socio en Uruguay es el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que trabaja en 35 países, y que al invertir con nosotros lo hizo de forma excepcional precisamente por nuestra cobertura geográfica. Entonces, creo que es importante poder desarrollar focos de crecimiento, no solo en el este con el turismo, sino en el resto de Uruguay. Tenemos la vecindad con Brasil y Argentina, que son dos países enormes. Hay mucha capacidad de transaccionar con ellos -en eso siempre influye el tipo de cambio y demás-, pero si uno ve la planificación estratégica de distintos grupos empresarios, Uruguay siempre está, mirando Sudamérica, en la tabla de los primeros cinco o diez países como objetivo, porque aquí se encuentra lo que falta en otras economías que pueden ser más grandes pero que no tienen estabilidad.

Es importante poder desarrollar focos de crecimiento, no solo en el este con el turismo, sino en el resto de Uruguay.

—¿Dónde ve oportunidades para crecer en Uruguay?
—(El objetivo es) crecer, pero hay que ver cómo. No es solo agregar locales, sino pensar qué pasa en cada uno de ellos y mantener el espíritu de servicio. Sin dudas vemos oportunidades; con los cambios de hábito (de consumo), la gente está priorizando la cercanía, la inmediatez y la confianza de que siempre encuentra lo que busca y al precio que puede afrontar. Irrumpe, además, el e-commerce y la entrega domiciliaria, en donde hemos hecho un acuerdo con PedidosYa que nos está dando enormes satisfacciones. También, hay un enorme desafío porque la tecnología ha traído a nuestra industria un enorme cúmulo de información, entonces que hay que saber tomarla, priorizarla y decidir. Al final, somos personas sirviendo a personas y eso nunca lo vamos a perder. Por eso, toda la tecnología del mundo no alcanza si no tenés personas detrás.

(El objetivo es) crecer, pero hay que ver cómo. No es solo agregar locales.

—¿Cómo se compone la plantilla en Uruguay?
—En nuestro caso, el 70% de los colaboradores son mujeres. Eso no es casualidad. Servimos al hogar y la familia, y la mujer nuclea esa condición de poder atender la parte pero sin dejar de ver el todo. La mayoría de las gerentas de nuestras tiendas son mujeres que hicieron toda la carrera aquí. Esa es una característica que desarrollamos y uno de los pilares para la toma de decisiones.

—Una afirmación generalizada entre los uruguayos es que el país es caro. ¿Cómo analiza ese punto, considerando que el leitmotiv de TaTa es «bajar el costo de vida de los uruguayos»?
—Siempre es relativo. Por cercanía, se compara con Argentina, que en un momento era un país «regalado» para los uruguayos, y que ahora es carísimo. Ahí tiene que ver mucho el tipo de cambio, la macroeconomía. Yo no creo que Uruguay es un país caro como concepto, lo que sí creo es que ha sido estable. Valoro mucho más esa estabilidad y es lo que te permite ser previsible. Cuando planificamos nuestras inversiones -que no son de hoy para mañana sino para los próximos años y sostenemos un ritmo de inversión que no ha bajado nunca de los US$ 15 millones por año y se acerca a los 20 millones-, lo hacemos sintiéndonos parte (del país), pero además tenemos la certeza de que esa proyección, seguramente con algunas imperfecciones, va a estar basada sobre la estabilidad. Y la estabilidad en la vida de una persona es importante y en la de una empresa ni que hablar. Por eso vuelvo al principio, nosotros confiamos en los uruguayos, como colaboradores, como país, como dirigentes, porque es un país confiable. Eso te da, como grupo empresario, la motivación para siempre tener una mirada de futuro con respecto al Uruguay. Con las compañías que hoy tenemos, y tal vez con las que podamos tener, de las cuales no te pienso decir nada (se ríe).

No creo que Uruguay es un país caro como concepto, lo que sí creo es que ha sido estable. Valoro mucho más esa estabilidad y es lo que te permite ser previsible.

—¿Qué piezas le faltan a GDN para completar el puzzle local?
—Sos insistente, eh (se ríe). Nosotros hemos sido, somos y seremos retailers. Creemos en entender al consumidor, la competencia, las necesidades en ese triángulo virtuoso. Y sí, claro, permanentemente estamos mirando (posibilidades de negocio), porque la velocidad con la que todo se está modificando nos hace precisamente estar atentos a todas esas oportunidades. Miramos las necesidades de las familias como núcleo. Uruguay tiene 1,2 millones de familias, y cuando luego ves los distintos perfiles -la mujer, el varón, los hijos-, hay una cantidad de necesidades que si bien están satisfechas, nosotros en algunos casos pensamos que las podemos satisfacer mejor y las miramos permanentemente. Así que tenemos como un radar, que es muy sencillo: es caminar la calle. Por ejemplo, BAS, que hoy es una compañía con 29 locales, próxima a tener 30 y que tiene en el tablero la construcción de tres tiendas más, nació en uno de esos paseos o visitas. Dijimos: «¿Por qué no desarrollamos una propuesta de ropa para la familia, para la mujer, para el hombre, para el niño, la niña, los bebés?». Se comenzó desde cero y hoy tiene excelentes resultados no solo por lo económico, sino porque la gente la elige. Es un buen formato en cualquier país de Sudamérica que lo pongas, por lo cual ese tipo de oportunidades nos encanta.

Cifras del negocio

180 es el número de locales que tiene el Grupo De Narváez en Uruguay, donde emplea a 4.500 personas. Con sus negocios en Argentina y Ecuador, llega a más de 650 tiendas y 25.000 colaboradores.

15 es el monto en millones dedólares que el grupo empresarial invierte cada año en el mercado uruguayo. La cifra, dijo el empresario, se está acercando a los US$ 20 millones.

Apuntes de carrera

1724: La familia Steuer producía esencias naturales en Mimon (República Checa). Luego se trasladaron a Praga exportando sus esencias, licores y aceites a más ciudades.

1933: Tras la crisis económica de 1929, la familia se diversificó creando la primera tienda departamental en el centro de Praga, llamada Te-Ta («Tía», en checo).

1939: A raíz de la Segunda Guerra Mundial, Karel Steuer, abuelo de De Narváez, emigra a Colombia, donde abrió Tía. Luego se expandió a Argentina (1946) y Uruguay (1956).

1985: Francisco De Narváez asumió la dirección de GDN, iniciando una nueva etapa en la empresa. Desde 1999 aceleró su crecimiento de forma orgánica y con adquisiciones.

—¿Piensan en exportar formatos desde Uruguay a otros países?
—Hay distintos factores que impactan, pero sin duda lo evaluamos. Eso es el cross-border, de allá para acá y de acá para allá. Tenemos San Roque y en Argentina contamos también con una cadena de farmacias y vemos toda la sinergia que se puede hacer entre una y otra (empresa). Pero no solo eso. Hace poco estuvimos con el equipo directivo de Conaprole y ellos ven al mercado argentino con mucha proyección de crecimiento, y quisiéramos ser la pista de aterrizaje de muchos de sus productos. Entonces, todos los días hay más de un desafío. No tomamos todos, porque nos gusta ser prudentes. A mí no me gusta la palabra «apuesta», que muchas veces te dicen en la jerga empresaria.

—Una apuesta puede salir bien o mal...
—Sí, eso es para los que van al casino. Los negocios son negocios y las compañías son compañías y tienen que tener un rational atrás. Siempre digo que los negocios se hacen con inspiración y transpiración, no es solo una o la otra. Nosotros hacemos un estudio concreto, empírico, y al final del día hay que decidir, pero no nos gustan las apuestas.

No me gusta la palabra "apuesta", que muchas veces te dicen en la jerga empresaria. Eso es para los que van al casino. Los negocios son negocios y las compañías son compañías y tienen que tener un "rational" atrás.
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Francisco de Narvaez, presidente de Grupo De Narváez.
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—Todas las industrias se ven sacudidas por la inteligencia artificial (IA). ¿Qué impacto tiene esta tecnología en GDN?
—La IA tiene muchas virtudes y está transformando la convivencia de las 8.000 millones de personas que vivimos en el planeta. Tiene datos y puede decirte en medio segundo el resultado de algo que podrías tardar una semana en resolver, pero no tiene sentimientos, no sabe distinguir el bien del mal, no tiene amor.

Y ahí es donde el factor humano nunca va a ser reemplazado. En nuestra industria, hay una parte importante que es la tecnología que está avanzando. Por ejemplo, podés pasar a una caja en donde hay una persona que está atendiendo o podés hacer self-checkout, pero eso no puede reemplazar el «calor» que tienen que tener nuestros locales. Me refiero al sentimiento, a ese afecto que transmitimos. Entonces, claro que hay un avance de la tecnología, claro que la información es importante, pero nunca va a dejar de estar presente (el factor humano) y la necesidad de que alguien con sentimientos tome la decisión adecuada.

—¿De qué se nutre para innovar?, ¿cuáles son sus fuentes para inspirarse?
—Primero, despertarme bien temprano. Cuando pasan los años, uno se va dando cuenta que son las horas más productivas. Por otro lado, cuando uno conduce, tiene muchas más preguntas que respuestas. Si te pasás el día dando respuestas, no estás conduciendo. Si tu día tiene dos o tres preguntas -no 30- a tu organización, ahí estás conduciendo. Entonces, ¿de qué me nutro? De viajar, de observar, de ver quién lo está haciendo bien y quién no. Muchas veces leo a competidores a nivel mundial, compañías que realmente hacen punta, porque nuestro equipo de dirección lo comprendo como excelentes personas y profesionales que saben hacer del día a día la construcción de lo que somos. La alta dirección trabaja en lo desconocido y ese es el desafío.

—¿Qué mantiene viva su llama interior para seguir emprendiendo, proyectando negocios?
—Vuelvo un poco al pasado. Las primeras oficinas de Tía en Argentina, en 1947, estaban en un segundo piso, arriba del primer local, en Suipacha 140. En ese tiempo vivía mi abuelo, y como las escaleras tenían escalones altos, él hasta los 80 años los subía y bajaba de dos en dos. Entonces yo decía: «¿Cómo este señor a los 80 años subía las escaleras todos los días a las 8 de la mañana de dos en dos, y yo puedo sentir que no tengo ganas de levantarme a las 5 de la mañana? No da, ¿verdad? Entonces, eso uno lo lleva en el ADN y es lo que te impulsa. Y lo veo también en nuestra gente. Yo siento que ninguno de nuestros colaboradores, ya sea que esté reponiendo una góndola en Milagro (Ecuador) o aquí, está con los brazos caídos, sino que tiene ganas de hacer lo que tiene que hacer. Ese es el espíritu que tenemos y nos guía.

"Argentina está en proceso de reacomodarse y eso cruje"

—¿Cómo evalúa el clima de negocios en Argentina?
—Yo soy prudente de hacer declaraciones sobre mi país cuando no estoy allí. Además, he tenido mi paso por el sector público y soy respetuoso. Pero, en grandes líneas, Argentina está pasando por un proceso muy profundo de transformación, que implica comprender que no se puede gastar más de lo que se tiene. Los argentinos, como país, hemos estado durante muchas décadas gastando más de lo que teníamos y eso tiene un costo. Entonces, estamos ahora en un proceso de fuerte reacomodamiento y eso cruje, obviamente. Ir de la A a la Z, sin pasar por la B, la C... creo que también es la forma de hacerlo, porque se ha intentado en el pasado y no caben las medias distintas. Deseo fervientemente -y trato desde nuestro lugar de apoyar, porque esto es doloroso- que sea exitoso por el bien de los argentinos, de esta generación y de las que vienen. Hay mucha frustración por no poder crecer. Estamos en el camino correcto, pero es difícil. Muchas veces en conversaciones con dirigentes de Argentina, saco el tema de Uruguay y destaco que su institucionalidad es un ejemplo en el cual nos deberíamos reflejar. No hay economía que progrese si no hay calidad institucional.

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