Publicidad

Tercera recesión en cinco años

Compartir esta noticia
Foto: Pixabay

OPINIÓN

Vuelvo a ocuparme de la coyuntura tras cinco columnas consecutivas dedicadas a la crisis del virus y lo hago desde donde la dejé, a comienzos de abril, con el análisis de las cuentas nacionales.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Ahora se conocen las del primer trimestre, al igual que los datos de la encuesta de hogares, que se han visto retrasados por cambios en el relevamiento debidos a la pandemia.

Unos y otros datos muestran a la economía y al empleo en problemas al final del primer trimestre. Otros indicadores sectoriales de la actividad económica extienden y profundizan esos problemas hasta abril y mayo.

Todo hace pensar que en junio se habrá dado un cierto rebote en función de la reapertura de la actividad económica y la mayor movilidad de la población, aunque todavía claramente por debajo de lo que sucedía en igual mes del año pasado.

Como se sabe, en el primer trimestre la economía cayó tanto contra el mismo período de 2019 (-1,4%) como contra el trimestre inmediato anterior, en términos desestacionalizados (-1,6% o -6,2% si lo anualizamos). Como ya había caído el PIB entre los trimestres tres y cuatro del año pasado, se ha ingresado en recesión, la tercera en los últimos cinco años. Las anteriores se dieron en el primer semestre de 2015 y entre el segundo trimestre de 2018 y el primero de 2019.

Sin pretender discutir las cifras oficiales, sino con el propósito de agregar elementos para su análisis, he procedido a calcular un “PIB subyacente” que excluye a los servicios públicos, por lo que bien puede ser tomado como una aproximación al PIB de la actividad privada. Esas estimaciones permiten comprobar que, si tomamos como punto de partida al año 2014, desde entonces y hasta los 12 meses finalizados en marzo pasado la economía creció 6,3%. Sin embargo, con la estimación “subyacente” referida, se observa una caída de 1,5%. No por casualidad, esta última cifra se parece mucho más que la primera, a la registrada entre los mismos períodos en la recaudación real del IVA (-1,1%) y en la cantidad de personas ocupadas (-3,5%).

En los últimos 12 meses, en comparación con los 12 anteriores, el PIB tuvo una variación nula, mientras que en el caso de la estimación “subyacente”, se registró una caída de 1,0%.

Si se observa el comportamiento sectorial, el análisis anterior se entiende mejor y se vuelve más relevante. A partir de cifras desestacionalizadas y tomando como base al cuarto trimestre de 2014, en el primer trimestre de 2020 sólo el sector “transporte, almacenamiento y comunicaciones” está por encima de la base (casi 40%). Todos los otros sectores están por debajo, siendo el caso más extremo el del sector “construcción” (-20%).

Si ahora se consideran las cifras desde el lado de la demanda, o de los principales “motores” de la economía, se observa que los tres motores crecieron ligeramente en el año finalizado en marzo con relación con el año inmediato anterior: la inversión fija (+1,6%), las exportaciones (+1,3%) y el consumo privado (+1%). Como vimos, el PIB tuvo una variación nula entre ambos períodos, por lo que fueron las importaciones las que abastecieron la mayor demanda.

Mientras tanto, los datos de actividad, empleo y desempleo de marzo se vieron afectados por el “cierre” de la mayor parte de la actividad económica a partir de la tercera semana de marzo.

En ese mes se registraron fuertes caídas en las tasas de actividad y empleo y no hubo cambios mayores en la de desempleo. Insisto, como tantas veces, en que siempre resulta más relevante atender la evolución del empleo, que se relaciona directamente con la actividad económica. En cambio, la tasa de desempleo depende de cambios en el empleo y también de cambios en la población económicamente activa. Justamente esto fue lo que sucedió en marzo, por lo que la tasa de desempleo casi no cambió respecto a febrero.

En marzo se desplomó la cantidad de ocupados, con mucha mayor incidencia entre los trabajadores informales y casi todos ellos pasaron a ser inactivos, disponibles para trabajar, pero que no podían hacerlo o buscar trabajo debido a la pandemia. También hubo un aumento muy grande de los “ocupados ausentes debido al COVID”, es decir personas que mantienen el vínculo laboral pero que no están trabajando como consecuencia de la pandemia. Los trabajadores pertenecientes a ambas categorías no son desocupados, los primeros son inactivos y los segundos ocupados, pero parece claro que tienen algún riesgo de pasar a ser desocupados según cuánto se extienda la inactividad en sus sectores y trabajos.

Finalmente, los indicadores “de avance” del nivel de actividad de la economía llegan en algunos casos hasta abril y en otros hasta mayo. Me refiero, entre otros, a los indicadores de comercio exterior, actividad industrial, comercial y de expectativas. De todos ellos (yo sigo una veintena) ninguno muestra una variación positiva al compararlos con iguales meses del año pasado.

En este contexto, cabe esperar para el segundo trimestre, cuya información recién estará disponible a mediados de septiembre, un dato muy malo, tanto en la comparación interanual como en la desestacionalizada con relación al primer trimestre. Será el punto más bajo de esta crisis, de la cual se comenzará a salir desde el tercer trimestre, con una pendiente menor a la de la caída previa.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad