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La incertidumbre que no cesa

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

La pandemia dificulta cualquier estimación.

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A casi un año de los primeros casos de personas con el virus de Wuhan en nuestro país, la incertidumbre desde el punto de vista sanitario se está diluyendo. La inminencia del comienzo de la vacunación abre expectativas de solución del problema en cierto lapso. No ocurre lo mismo con las expectativas de la situación macroeconómica, difíciles de construir por la incertidumbre que aún prevalece para concretarlas con riesgos tolerables.

Cuando se hace referencia a las expectativas sobre la situación macroeconómica, a lo que se apunta es a las estimaciones de cómo será la actividad económica y, en consecuencia, el empleo, cuál será el comportamiento de los precios y cuál el del sector externo de la economía. Pero también, a las estimaciones de las variables que les determinan, pues esos resultados son todos endógenos; resultan del funcionamiento interrelacionado de todas las variables.

Grados diferentes

El grado de incertidumbre que rodea a la estimación de los comportamientos de esos conceptos es diferente. Un repaso a cada uno de ellos lo puede ilustrar.

El comportamiento de la producción de bienes y de servicios, que se refleja en el PIB, resume la actividad económica y es la respuesta que existe en la economía al consumo y a la inversión privada, a la gestión fiscal en gastos e inversiones y también, la respuesta a las exportaciones e importaciones. En el segundo trimestre de 2020, la demanda por esos conceptos se contrajo ante las medidas dispuestas por motivos sanitarios y el comportamiento del PIB se resintió considerablemente. En el tercer trimestre, la demanda agregada de esas variables y la respuesta a ellas que dio la producción, mejoraron por la influencia de una política monetaria más expansiva —tasas de interés más bajas y mayor facilidad crediticia— para estimular el gasto y por la influencia de la política fiscal que fue también expansiva: no hubo aumentos tributarios y se incrementó el gasto público por subsidios al empleo y otros motivos.

En noviembre, una segunda ola de la pandemia, como ya ocurría a nivel regional y global, se desató en nuestro país; las medidas sanitarias para enfrentarla han vuelto y la incertidumbre se vuelve a instalar en materia económica. No obstante la abundante disponibilidad de estimaciones que se realizan sobre el comportamiento del PIB en 2021 —tanto localmente como en el exterior—, la probabilidad es muy baja acerca de que esas estimaciones no sigan cambiando mes a mes, ante variantes que aparejará la realidad. El riesgo de la equivocación es muy alto, ya que es difícil poder predecir el comportamiento del consumo, de la inversión, de las exportaciones y de las importaciones y en definitiva de la respuesta del PIB. Sobre todo, cuando el arsenal de medidas de política macroeconómica para la reactivación se ha reducido.

La incertidumbre no es tan alta cuando se trata de estimar el comportamiento de los precios. Existen causas para hacer un planteo razonable sobre el sentido que tomará la inflación desde su tasa actual. La debilidad de la actividad económica que aumenta en esta segunda ola de la pandemia, la desindexación salarial, la estabilidad que viene mostrando el tipo de cambio y la competencia externa son razones para que, pese a la política más expansiva que lleva adelante el Banco Central, la inflación caiga en términos de doce meses a mediados de año. Incluso, las razones expuestas pueden llevarla a un registro inferior al máximo del rango objetivo, algo que solo esporádicamente, pocas veces ha ocurrido desde 2006. La probabilidad que la inflación decline es relativamente alta.

Finalmente, la incertidumbre también es alta para estimar lo que ocurrirá en 2021 con el sector externo de la economía. Una de las razones es si el Banco Central mantendrá o no la política cambiaria que lleva adelante, hoy de flotación pura, sin intervenir en el mercado de cambios —interbancario— para comprar o vender moneda extranjera, lo que le hace tener control absoluto de la cantidad de dinero de la economía. Pero existen otras razones que determinan el resultado de la balanza de pagos —que refleja el saldo neto de las reservas internacionales que entran y salen del país— o de la cuenta corriente de la balanza de pagos, que registra, básicamente el saldo de exportaciones e importaciones de bienes y servicios y de otros conceptos menores.

Esos resultados dependerán de la variación del tipo de cambio nominal y su relación con la de los precios interno y también dependerán de la tasa de interés local —hoy sumamente baja pero que con estabilidad cambiaria supera a las externas relevantes—, y de las políticas comerciales que sigan otros país —si serán o no más proteccionistas—. Los condicionantes del resultado del sector externo no dejan de ser inciertos por lo que las estimaciones sobre su comportamiento en el corto y mediano plazo corren alto riesgo de concreción.

En definitiva, las estimaciones cuantitativas que vemos a diario en la prensa y en particular las referidas a la actividad económica, corren alto riesgo de ratificación por la realidad. La incertidumbre económica da lugar a que cada una de esas estimaciones se base en numerosos supuestos y que no todos sean los mismos. Quizás, la alta probabilidad que hoy parece existir del éxito de la vacuna contra el virus que se comenzaría a aplicar en marzo, pueda mejorar las condiciones para estimar las variables macroeconómicas, pero no parece que ello vaya a ocurrir en la primera mitad de este 2021. Las estimaciones que hoy vemos seguirán siendo ajustadas por quienes las realizan, regular y frecuentemente, como lo han sido hasta ahora.

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