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Estados Unidos y sus instituciones

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Foto: Reuters

OPINIÓN

Los riesgos que corre una sociedad; cuidemos lo que tenemos.

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John Adams, Benjamín Franklin, Alexander Hamilton, John Jay, Thomas Jefferson, James Madison y George Washington son llamados los padres fundadores de los Estados Unidos (founding fathers). Unieron trece colonias dispares, lucharon por la independencia de Gran Bretaña y legaron los documentos fundacionales de gobierno que guían al país hasta la actualidad.

En su momento fueron súbditos británicos, pero se rebelaron, generaron en la Declaración de Independencia un poderoso alegato a la libertad y la igualdad y fueron militarmente victoriosos. Posteriormente, establecieron la Constitución de los Estados Unidos superando desacuerdos trascendentales entre estas disímiles colonias que se transformaron en estados miembros de una unión superior y conformaron un sistema político estable. En el proceso consagraron libertades civiles, fijaron valores y se constituyeron en una referencia para naciones emergentes.Resabio de un pasado mundo bipolar, permanecen en Uruguay sentimientos encontrados sobre Estados Unidos. En el extremo positivo el sueño americano, los valores de libertad y los conceptos democráticos de los padres fundadores son inspiración y guía. Con todas sus contradicciones, Estados Unidos es un país generoso y de oportunidades.

En lo personal, me beneficié de una beca para estudiar en una universidad de élite mundial. Se me liberó del pago de la matrícula y se me proveyeron ingresos para sustentarme durante todo el tiempo que estuve realizando mi doctorado. Nada se me pidió a cambio. Sólo que estudie, que aproveche el marco excepcional, que haga investigación económica y que aporte al conocimiento. Por todo esto le estoy muy agradecido, me duele el espectáculo y quisiera hacer unas breves reflexiones institucionales.

Cuando se habla de instituciones nos referimos a dos conceptos distintos. Por un lado, son los organismos o fundaciones, tanto gubernamentales como privadas, que efectivamente existen a vista de todos. Por otro, y más importante para esta nota, entendemos a las instituciones como los arreglos y estructuras establecidas que forman parte de la cultura de una sociedad y determinan la forma que sus miembros se interconectan, lo que es aceptable, lo que es meritorio y lo que no lo es.

Uno de los mayores riesgos que cualquier sociedad enfrenta es el resquebrajamiento de sus instituciones. Nada pasa de un día para el otro.

Todo requiere evolución y, a veces, se toma conciencia cuando el estadio de situación ya difícilmente tenga marcha atrás. Cuando se erosiona la calidad institucional y se hace sensible a los ciclos, la política se vuelve oportunista y lo jurídico instrumental a intereses particulares. Es circunstancial quien se beneficia del deterioro institucional, a la larga es malo para todos.

La confianza de la población evoluciona lentamente. Los escándalos actuales tienen impacto duradero cuando afectan bienes públicos superiores. La visión del Estado y la convivencia política es un desarrollo de tiempo superior a lo que puede una generación abarcar. En lo regional tenemos claro como Uruguay y Argentina difieren. ¿Cómo será Estados Unidos dentro de 50 años? ¿Cómo será la confianza de su población con sus autoridades políticas y sus gobernantes? ¿Cómo lo verá el mundo? Las bases se fijan momento a momento. La confianza en las instituciones democráticas, en la honestidad del sistema, en la probidad de quienes deben dirimir litigios son un valor tan importante que no puede reducirse a temporales ganancias políticas.

En Estados Unidos no hay una corte electoral única. Cada estado tiene su propia legislación con detalles, tradiciones e implementaciones propias. Realmente, los ciudadanos no tenemos las herramientas y capacidades para evaluar muchos elementos de su funcionamiento. En un mundo abundante en noticias amañadas o falsas, nos queda poco más que la esperanza en que las instituciones realicen su trabajo. Sin ello, se mina la credibilidad de quienes deberán ejercer el gobierno, se mina el respeto entre los ciudadanos y se avanza a lo que en Argentina llaman la grieta.

El resultado de estas elecciones, Biden o Trump, no pone verdaderamente en juego el destino de los Estados Unidos. Tanto uno como otro pasarán y en cuatro años habrá otro presidente. Sin embargo, tanto para Estados Unidos como para las democracias del mundo, se daña este ideal de organización social y la incapacidad de unión posterior a las elecciones. Este es el verdadero drama de fondo.

En Uruguay, tenemos triste experiencia sobre que sucede cuando las instituciones democráticas se debilitan y cuánto cuesta reconstruir lo perdido. En estos días me ha venido sucesivamente a la mente una imagen que atesoro de mi adolescencia. En la noche del 25 de noviembre de 1984, en un mundo sin celulares, Alberto Zumarán entró en la casa del Partido Colorado, se abrazó con Julio María Sanguinetti y los colorados victoriosos vivaron al candidato presidencial nacionalista. Cuidemos lo que tenemos.

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