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El vecindario en 2022: ¿hay vientos en contra para Uruguay?

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Foto: Getty Images

OPINIÒN

El año próximo no resulta muy prometedor para los dos países vecinos, Argentina y Brasil.

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El viento extrarregional le seguiría soplando a favor a Uruguay durante 2022 pese al retiro de los estímulos económicos en Estados Unidos y cierta desaceleración del crecimiento mundial. China, los altos precios de materias primas y las condiciones financieras aún muy expansivas a nivel global, continuarían impulsando la economía uruguaya, tal como lo argumenté en la columna del 29 de noviembre en este mismo suplemento. Pero, ¿qué esperar de los vientos regionales?

Durante 2021, previsiblemente, Uruguay no recibió un gran impulso desde la región.

El viento sur-suroeste proveniente desde Argentina siguió siendo adverso, aunque con varios atenuantes respecto a sus impactos históricos. La incidencia de los canales más tradicionales ha continuado disminuyendo y el cierre de fronteras limitó ciertos efectos negativos, en simultánea con un impulso renovado y positivo del afincamiento de argentinos en Uruguay.

De cara a lo que viene, Argentina cierra 2021 con un crecimiento promedio en torno a 8% e inflación sobre 50%, déficit fiscal primario en 3-4% del PIB financiado mayoritariamente vía impresión monetaria, sin prácticamente reservas internacionales netas y con el reforzamiento del cepo cambiario, que ha dejado el tipo de cambio paralelo ($200) al doble del oficial ($100).

En algún sentido, este escenario se parece al observado en 2013-2014, previo a las elecciones presidenciales de 2015. Nuevamente se combina la agonía económica propia de malas políticas públicas, en medio de un entorno extrarregional favorable, con la expectativa de un cambio político en un horizonte de dos años que, aún bajo la posibilidad de buenas reformas y una agenda pro crecimiento, podría otra vez chocar con un deterioro del contexto global. O sea, Argentina tiene por delante un complejo cuatrienio, primero por los daños autoinfligidos, y segundo, aun cuando se busquen revertir, por el eventual tránsito hacia un contexto internacional adverso a mitad de la década. Para peor, todo complicado por eventuales problemas de gobernabilidad derivados de elevada atomización política y la necesidad de lograr acuerdos con el FMI, un actor importante, más relevante en esta coyuntura por la falta de otras fuentes de financiamiento.

Con todo, en particular para 2022, se estima que la economía argentina moderaría el crecimiento económico a 2-3% según la encuesta de noviembre del Banco Central, en parte favorecido por la inercia de este año, sin gran reducción genuina del déficit fiscal y con el riesgo de una aceleración inflacionaria adicional, en medio de la inevitable necesidad de procesar mayores aumentos del tipo de cambio oficial para reducir la brecha cambiaria, como probablemente exigirá el FMI.

En tanto, por su lado, el viento norte de Brasil le sopló mixto a Uruguay durante 2021. Hasta principios de año se percibió cierto impulso proveniente del rebote mostrado por la actividad, con cierta apreciación del real, pero desde el segundo trimestre la economía transitó a la estanflación, con el estancamiento del PIB y la aceleración de la inflación sobre 10%. Por lo tanto, que el crecimiento haya promediado cerca de 4,5% en 2021 respondió mayoritariamente al arrastre estadístico del desempeño de 2020 y sus consiguientes estímulos externos e internos, ya que este año la economía fue de más a menos.

Pero, como era esperable, las grandes expansiones fiscales y monetarias se tradujeron en fuertes desequilibrios en las finanzas públicas, la dinámica de la deuda estatal y la inflación. De ahí la necesidad este año de consolidación fiscal, por un lado, para reducir el déficit fiscal y estabilizar la deuda, y de procesar un fuerte ajuste monetario por otro, con el agudo aumento de la tasa Selic, desde 2% a casi 10%.

Estos problemas económicos, combinados con el mal manejo de la pandemia, han generado alta desaprobación en la gestión del gobierno de Bolsonaro y mayores presiones para aumentar el gasto público. Por eso hay grandes dudas sobre la reducción del déficit fiscal y la estabilización de la deuda, sobre todo en medio del ciclo electoral en marcha, que apunta al probable retorno de Lula da Silva a la presidencia desde 2023.

En lo que hay mayor certeza es en el accionar antiinflacionario del Banco Central, que podría llevar la tasa Selic al entorno de 15%, según indican actualmente los precios de mercado.

En este contexto, para 2022 se estima la prolongación de la estanflación reciente, sin gran reactivación, con alta volatilidad del real por los vaivenes políticos, sin nuevos avances en la consolidación fiscal. Quizás el renovado pragmatismo de Lula ayude en materia financiera, pero sus impactos positivos en actividad difícilmente se vean en forma significativa antes de 2023, dependiendo además del entorno externo y la evolución interna de la inflación.

En fin, el balance neto de los vientos extrarregionales y regionales para Uruguay en 2022 quizás se parezca al observado en 2013-2014, con una incidencia muy negativa desde Argentina y algo desfavorable desde Brasil, pero aún muy positiva desde el resto del mundo. Ya veremos en la última columna de este 2021 (lunes 27) cómo ese balance, combinado con los desarrollos internos, decanta en el desempeño la economía uruguaya.

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