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Qué nos dice la comparación entre la estrategia del gobierno y lo que planteaba la hoy oposición

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Foto: Getty Images

OPINIÓN

Si bien la política monetaria de la conducción saliente pudo haber sido expansiva como lo fue la del actual BCU, la gran diferencia habría sido la política fiscal.

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Ha cerrado un año cuyo segundo semestre vino con información relativamente muy buena en el caso de la variable macroeconómica a la que más se le ha puesto atención durante el lapso de veintiún meses en el que hemos convivido con los problemas sanitarios derivados del virus de Wuhan y sus variantes. Me refiero a la producción de bienes y de servicios —el Producto Interno Bruto (PIB)— con sus repercusiones sobre el empleo.

Se trata de un resultado que se ha logrado sin tener problemas en el sector externo —como muchas veces aparecen cuando la economía crece—, lo que se refleja en un buen saldo del comercio de bienes y de servicios y en el resultado global de las relaciones entre los residentes de nuestro país con los del resto del mundo, que son muy satisfactorios. Pero se debe reconocer que ha quedado pendiente desde el punto de vista macroeconómico, la reducción del nivel de la inflación que, aunque en baja, sigue ubicándose por encima del objetivo de la autoridad monetaria.

Lo interesante no es solamente repetir brevemente los registros alcanzados y que muchos ya han vivido y leído en columnas e información periodística. Es bueno sí, vincularlos con el punto de partida de la conducción económica de la actual administración de gobierno e intentar mostrar además, aunque más no sea de manera simplificada, los eventuales resultados sobre la actividad y el empleo, que se habrían logrado con las propuesta alternativa para sortear la crisis sanitaria que hubiera dado la conducción económica anterior.

Breve comparación

Actualmente la producción de bienes y de servicios se ubica aunque más no sea levemente, por encima del nivel que tenía al finalizar 2019, el trimestre previo al que se declarara la pandemia del Coronavirus en Uruguay, y que coincidiera con el inicio de la conducción económica de la nueva administración de gobierno. La tasa de desempleo según datos del Instituto de Estadística, es hoy menor que la tasa del trimestre previo a la pandemia y se ha revertido una tendencia al alza del desempleo que comenzara en 2012. También la tasa de empleo mejoró respecto a la de finales de 2019. Excepto por la disminución del salario real de los últimos veintiún meses, pero que tendrá buena parte de recuperación tras las negociaciones salariales en curso y las recientemente culminadas, la producción y el empleo se han recuperado y han llegado con tendencia alcista, a niveles previos a la pandemia como asimismo ha subido el ingreso de los hogares, según el INE.

Desde el punto de vista interno los resultados señalados han sido la respuesta a una combinación de una política monetaria expansiva y una política fiscal que ha buscado la eficiencia en el manejo de los fondos públicos, y que dispuso de lo ahorrado y de un escaso endeudamiento adicional, para enfrentar las consecuencias de la pandemia

La propuesta alternativa

A juzgar por la evidencia del manejo macroeconómico del gobierno anterior al actual, previo a la crisis del Coronavirus, y por sus propuestas para manejar los problemas generados por la pandemia —con confinamiento de la población y no por el aislamiento voluntario dispuesto por el actual gobierno—, la combinación de políticas que habría usado la conducción saliente al comienzo del año 2020 habría sido sustancialmente diferente a la de la conducción actual. Si bien la política monetaria pudo haber sido expansiva como lo fuera la del actual Banco Central, la gran diferencia habría sido la política fiscal.

Dada la suspensión temporal de actividades de diversa naturaleza que afectaron al comercio en general y a otros sectores formales e informales en particular, se desnudó la ineficacia e ineficiencia de las políticas sociales pasadas para lograr la sustentabilidad propia en el tiempo, de quienes fueran sostenidos con recursos de contribuyentes durante un lapso prolongado. Se insistió con esas políticas, en realidad con la de incrementar el gasto público, de modo de aliviar la situación mientras durase y también incrementar los recursos, que ya antes de la pandemia eran escasos por lo que se tenía un déficit fiscal alto. Se proponía lograr más recursos con nuevos gravámenes sobre el ingreso y sobre la riqueza. Se iba así contra lo que sostenía el nuevo gobierno que no aumentaría impuestos, posición que la conducción económica mantuvo tal cual se comprometiera.

Un aumento de impuestos para financiar las consecuencias del confinamiento sobre las actividades productivas habría, por un lado, reducido la actividad económica, disminuido la inversión y el empleo y habría provocado además, una fuerte declinación de la propia recaudación que se deseaba elevar para financiar las consecuencias del confinamiento. Se trataba de una propuesta que lejos estaba de lograr lo que hoy, hasta el presente se ha logrado y que puede ser aún más como lo adelantan para el último trimestre algunos indicadores preliminares de varias actividades. Y como además, se espera para los primeros dos trimestres del año que inicia.

El reconocimiento de la gestión macroeconómica durante los últimos veintiún meses ha sido generalizado con la obvia excepción de quienes piensan que más Estado es mejor que más Mercado, que más intervención estatal es mejor que la libertad de cada persona para decidir su conveniencia. En estos días, una calificadora de riesgos aumentó la calificación crediticia de nuestro país. Difícilmente ello hubiera ocurrido con propuestas que solo consistían en aumentos de gastos a financiarse con nuevos impuestos, con más presión impositiva y, también, con mayor endeudamiento.

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