El comercio internacional se ha ralentizado tras la crisis financiera global de 2008, luego de haber crecido ostensiblemente en las décadas anteriores, motorizado por la disminución de los costos comerciales, la liberalización del comercio y la integración de China en el mercado mundial.
La tendencia descendente del comercio mundial de bienes en los últimos años ha sido propiciada por las fuertes diferencias entre Estados Unidos y China en política comercial, así como también por la gran transformación económica del gigante asiático, que derivó en una menor dependencia del resto del mundo. Más recientemente, en 2020, el comercio de bienes empeoró la caída al retroceder 5,1% como consecuencia del COVID-19, para luego repuntar por la recuperación de la pandemia un 9,4% en 2021, marcando la mayor expansión desde 2010.
En 2022 el intercambio comercial global creció apenas 2,7%, lo que llevó a la Organización Mundial del Comercio (OMC) a advertir sobre la pronunciada baja del comercio internacional en los últimos meses de dicho año. Este pobre crecimiento fue marcado por diferentes acontecimientos, que incluyen el conflicto entre Ucrania y Rusia —que tuvo su correlato en el fuerte aumento de precios de alimentos y energía—, las políticas implementadas por los bancos centrales para contener la inflación y las restricciones en China a causa del rebrote de COVID.
Para 2023, el organismo espera que el comercio siga desacelerando aunque manteniéndose en terreno positivo, creciendo apenas 1,7% respecto a 2022. Esta cifra, sin embargo, es algo más alta de la que se estimaba unos meses atrás, fundamentalmente por la reapertura de la economía china luego de las restricciones que regían por el rebrote del COVID. Para el año 2024, se espera un ligero repunte del comercio del orden de 3,2%, de la mano de una mejora en el nivel de actividad global (BBVAe = 3,3%) y la gradual recomposición de las cadenas de suministros que se destruyeron durante la pandemia. Esta previsión no está exenta de riesgos, asociados a las crecientes tensiones políticas, mayor volatilidad financiera y endurecimiento de la política monetaria en diferentes países.
Uruguay no está ajeno a las tendencias globales pero…
La evolución del comercio exterior uruguayo ha sufrido también por este pobre desempeño del intercambio global de bienes desde 2008. Al observar la composición del flujo comercial uruguayo y sus destinos, resalta la preponderancia ganada por la soja y la celulosa. Paralelamente se produjo un reordenamiento en la relevancia de sus socios comerciales con la consolidación de China como principal comprador y una mayor participación de Estados Unidos, lo que permitió un desacople de la región.
En los últimos dos años, Uruguay ha tenido un fuerte crecimiento tanto de exportaciones como de importaciones que, al examinar en detalle, se evidencia que fue motorizado en gran parte por el aumento del precio de los productos transables. Con esta particularidad las exportaciones alcanzaron un récord histórico en 2022 al llegar a US$ 13.356 millones (de los cuales más de US$ 2.100 millones corresponden a zonas francas) en tanto que las importaciones totalizaron US$ 12.973 millones.
Para 2023/24, es relevante destacar que se espera un incremento de 2,5% de las exportaciones globales de soja[1], pasando de 168 millones de toneladas para la campaña mundial 2022/23 a 172 millones de toneladas para 2023/24. Al mismo tiempo, si bien los precios exhibirán una tendencia descendente, se mantendrán elevados en términos históricos, promediando US$ 505 la tonelada en 2023 y US$ 440 en 2024. Uruguay podrá mejorar la oferta de esa oleaginosa gracias a la recuperación de la sequía, aunque a menores precios, lo que le permitirá alcanzar una cosecha de 2,9 millones de toneladas[2]. A su vez, las exportaciones de celulosa subirán un nuevo escalón con la puesta a plena producción de UPM2 hacia finales de 2023, pero también con un escenario de precios que no es el óptimo.
Por otra parte, las cifras del último año destacan que cinco destinos concentran el 60% de las colocaciones uruguayas en el exterior, destinos que en general no exhibirán una actividad económica más dinámica en el presente año respecto a 2022, lo que permite estimar una demanda externa poco tonificada para los productos uruguayos. Sin embargo, el desempeño esperado de China podría compensar parte de la caída del resto.
Como ya lo hemos mencionado en este espacio, el comercio es una de las principales fuentes de crecimiento para una economía, en particular en aquellos países como Uruguay que tienen un mercado interno de escala reducida para los estándares de industrialización modernos y mucho espacio de crecimiento en el comercio de bienes y servicios. Comparado con otros países de la región, Uruguay tiene un grado de apertura comercial (exportaciones + importaciones / PIB) media, por encima de Argentina y Brasil pero muy por debajo de los países de América Central.
El escenario mundial no luce muy prometedor, dado que las cantidades demandadas antes variaciones en la renta se mantendrán casi sin cambios (muy por debajo de los niveles alcanzados antes de la crisis financiera de 2008). Sin embargo, somos optimistas para Uruguay, puesto que a los elevados niveles alcanzados por las exportaciones tradicionales, se le adicionan perspectivas muy prometedoras para los servicios de alto valor añadido, tecnologías del conocimiento y energías renovables, que compensarán parcialmente la moderación esperada en el comercio de bienes.
El sector externo uruguayo ha dado pasos importantes, como la reducción de la dependencia petrolera, las ganancias de escala, los altos estándares de calidad y la gestión de los procesos productivos y comerciales. No obstante, hay una vulnerabilidad creciente por la concentración de los productos y de los destinos, en particular China, dada sus políticas de mediano y largo plazo[3]. Teniendo en cuenta que los factores económicos (como las diferencias de costes) serán menos relevantes en el impulso del comercio de lo que lo han sido últimamente, los factores geopolíticos y regulatorios —con particular énfasis en los ambientales— jugarán un papel más cada vez más significativo. Así, queda planteado un desafío en el diseño de políticas de inserción internacional que, dada la pericia demostrada por las autoridades y la sociedad de Uruguay, da espacio para ser optimistas en el mediano plazo.
- Adriana Haring y Juan Manias, economistas de BBVA Research.
[1] Informe USDA mayo 2023.
[2] Informe World Agricultural Production mayo 2023
[3] Ver nota “El Nuevo modelo de Crecimiento Económico de China” publicado en esta columna el 20/12/2021