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Apertura de fronteras: incertidumbre regional, brecha cambiaria y vacunación

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Foto: El País
Turistas en vacaciones de invierno ingresando por puente internacional Fray Bentos, Puerto Unzue, foto Bertinat, corresponsal Rio Negro, Archivo El Pais, 20100709, largas filas de auto por tramites de aduana, embotellamiento
HEBERT BERTINAT/Archivo El Pais

OPINIÓN

La apertura al turismo representa la mejor noticia en mucho tiempo para la economía del país

Tras más de un año y medio de restricciones, Uruguay abre sus fronteras al turismo de todo el mundo. En condiciones normales, el sector turístico representa en torno al 8% del PIB, emplea directa e indirectamente a casi 100 mil personas, genera ingresos por exportaciones superiores a cualquier rubro tradicional como la carne bovina o la celulosa y más importante aún, dinamiza las economías locales y promueve la creación de entramado sociocultural. Por todos estos motivos, la apertura de fronteras y la paulatina normalización de la actividad asociada al sector, representa la mejor noticia en mucho tiempo para la economía del país.

No obstante, dicho proceso está lleno de desafíos y particularidades. A continuación, ponemos énfasis en algunos determinantes que condicionan o favorecen el desempeño del sector de cara a la próxima temporada.

Debilidad económica e incertidumbre política de los vecinos

No por ser costumbre deja de ser importante. La situación económica de Argentina y Brasil luce peor que previo a la pandemia y continúa siendo fuente de dificultades para la realidad del sector.

Por un lado, la economía argentina mantiene los mismos desequilibrios macroeconómicos y aplica las mismas malas recetas: combatir la inflación congelando precios; cerrar la brecha cambiaria con represión financiera; financiar un nivel de gasto insostenible con emisión monetaria; y estar necesitado de dólares (en realidad, le sobran pesos) pero cerrarse comercialmente al mundo. Para poner en contexto, Argentina se ubica en niveles de producto de hace una década y de salarios en dólares de fines del proceso de convertibilidad. A todo esto, se le suma un contexto de alta polarización y descontento con la clase política.

Por otro lado, Brasil también está inmerso en una dinámica inestable hace muchos años. Si bien estaría operando en niveles de actividad pre-pandemia, se ubica muy lejos de sus máximos históricos de 2014. Por su parte, la enorme magnitud de los paquetes de estímulos está teniendo como derivada la intensificación de las presiones inflacionarias a pesar de la postura “halcón” de su Banco Central. Asimismo, las tensiones a la interna del gobierno entre continuar o flexibilizar la política de austeridad fiscal de cara a las elecciones de 2022 han exacerbado la volatilidad en los mercados financieros y producido una depreciación más intensa del real.

En este contexto, el factor ingreso de nuestros vecinos será uno de los determinantes de la temporada. Es importante recordar que tres de cada cuatro dólares que ingresan al país por concepto de turismo provienen desde Argentina y Brasil. Prospectivamente podrían destacarse dos situaciones: i) aquellos turistas de clase media argentina (“los que más mueven la aguja”) muy disminuidos en sus posibilidades de consumo, y ii) en sentido contrario, aquellos turistas argentinos y brasileños de ingreso medio-alto y alto que podrían concretar decisiones de consumo postergado por las restricciones sanitarias, así como alargar sus estadías debido al boom del trabajo a distancia.

La brecha cambiaria es la más alta en 20 años

Con datos a octubre, la diferencia de precios relativos con Brasil y Argentina es la más grande de los últimos 20 años. Considerando series históricas de tipo de cambio real bilateral (que no representan equilibrios de largo plazo sino más bien permiten ver desvíos) se ubican en 42% y 54% respectivamente. Esta situación merece destacar tres elementos: i) parece comenzar a transformarse en un fenómeno más estructural que coyuntural (y por tanto impone con mayor urgencia la necesidad de avanzar en reformas micro que actúen sobre el nivel de precios), ii) es más bien un síntoma de que ellos se “abarataron” mucho producto de la situación antes descrita que de Uruguay se “encareció” demasiado; iii) no parece razonable pedirle a la política monetaria que actúe subordinadamente para mitigar esas brechas cambiarias.

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En este sentido, más importante que el propio número de turistas que arriben a nuestro país es el nivel de gasto que estos realicen (en alojamiento, alimentación, recreación, transporte, compras, entre otros rubros favorecidos). Con diferencias cambiarias tan elevadas, la temporada 2022 podría adoptar una tónica más parecida a las de 2019 y 2020 que a las de 2017 y 2018, aunque las perspectivas son muy inciertas. Por su parte, a diferencia de la (no) temporada 2021, el uruguayo tendrá más incentivos a hacer turismo fuera del país (por precios relativos, pero principalmente por su nivel de inmunización), por lo que el turismo interno tendería a compensar menos.

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Es importante señalar que los ingresos anuales por turismo receptivo en situaciones “normales” rondan los US$ 1.900 millones, mientras que el turismo interno representa algo menos de la mitad. Asimismo, el turismo emisivo genera salidas de divisas anuales por el entorno de los 1.000 millones de dólares, por lo que el saldo neto tiende a ser positivo.

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El manejo de la pandemia importa más de lo que suele pensarse

Por último, pero no menos importante está el plano sanitario. En consonancia con el gran éxito de vacunación, Uruguay se transformó en uno de los destinos turísticos más atractivos y seguros en la región. En un contexto donde las decisiones de consumo ya no sólo se asocian a factores económicos, el buen manejo de la pandemia en medio de un continente convulsionado importa más de lo que suele pensarse. Allí hay una gran ventana de oportunidad para consolidar esta “temporada de recuperación”.

Esto no sólo abarca al turismo recreativo propiamente dicho sino también a aquel asociado a eventos culturales, deportivos o institucionales. Prueba de ello serán las finales de fútbol a nivel continental o la Asamblea Anual del BID donde Uruguay será anfitrión.

Volver a nuestra esencia, un país de puertas abiertas.

Desde su concepción como nación, Uruguay ha sido un país de fronteras abiertas. Forma parte de su esencia cultural y económica. Reabrirlas supone volver a esa vieja normalidad que nos caracterizaba. Las restricciones que hoy se levantan suponen una gran luz al final del túnel para el sector más castigado por la pandemia y por su impacto, una buena señal en materia de actividad y empleo. Hay desafíos y limitaciones, muchos de los cuáles son más bien exógenos que propios. Sin embargo, no puede dejar de reconocerse que la apertura de fronteras representa la mejor noticia para la economía del país en mucho tiempo. Ojalá tengamos una gran temporada turística.

(*) Ignacio Umpiérrez es estudiante de economía UdelaR, ganador del premio de la Academia Nacional de Economía 2020 e investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo.

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