Con tres décadas de música y un regreso inesperado a las pantallas, Juana Molina se reinventa una vez más

En 1993 la cantante, compositora y actriz argentina dejó la televisión en su momento auge para dedicarse a la música. Ahora, más de 30 años después, regresó con un personaje sorprendente en la serie "En el barro" de Netflix.

Juana Molina
La cantante, compositora y actriz Juana Molina.
Foto: Soledad Aznarez

En el mosaico artístico argentino, Juana Molina (63) ha sido siempre —primero con la comedia, luego con la música— una pieza singular. En 1993 vivía un pico de popularidad con el programa Juana y sus hermanas, cuando decidió alejarse de las pantallas.

Embarazada de su hija Francisca, dejó todo en lo más alto. “Durante el reposo (del embarazo) reflexioné y vi en donde estaba parada. Me di cuenta que no era donde yo quería. ¿Qué hago acá si yo quiero ser cantautora? Entonces se acabó la televisión (...) terminé todo antes de que fuera demasiado tarde. Era eso o ser una vieja cascarrabias, malhumorada y amarga”, dijo a El País en entrevista de 2012. Pero lo que su decisión tuvo de radical, tuvo también de consciente, y definió su vida ante el ojo público.

Ante todo, música

Nacida el 1º de octubre de 1962 en Buenos Aires, Molina creció entre notas musicales y espacios escénicos: su madre, Chunchuna Villafañe, fue modelo y actriz; su padre, Horacio Molina, reconocido cantante de tangos. Las melodías la llamaron desde muy temprano y, por eso, de adolescente frecuentó un conservatorio en París, ciudad que vivió durante seis años debido al exilio familiar en plena dictadura argentina.

“Siempre hice música. Mi hermana tocaba el arpa y hacíamos un repertorio propio. Pero cuando me di cuenta que de la música no iba a vivir, me propuse encontrar un trabajo que me pagara bien y que no me consumiera mucho tiempo. Así conseguí el laburo en La noticia rebelde”, contó a Página 12 sobre sus comienzos en la televisión, en1988.

Allí, se transformó frente a cámaras con un talento tan evidente que le sirvió de pasaporte al programa El mundo de Antonio Gasalla (1988-1990), espacio donde refinó su humor disruptivo, combinando actuación y escritura de sketches. Finalmente, con Juana y sus hermanas, en Canal 13, estuvo de 1991 a 1993. Fue el pico de su faceta televisiva y la convirtió en comediante de culto. Creó personajes recordados hasta hoy como Judith, la “judía intelectual”, la modelo Marcela Balsam, la cosmiatra Gladys, la psicoanalista Ruth, entre otros. El ciclo fue tan exitoso que le otorgó el premio Martín Fierro a Mejor Labor Cómica en 1991; al año siguiente consiguió otra nominación. Todo eso, hasta cambiar el rumbo y no volver a actuar por tres décadas.

A partir de 1995, volcó su impulso creativo en la música experimental. Su debut discográfico, Rara (1996), producido por Gustavo Santaolalla y grabado con voz, guitarra y algún teclado, rompió el molde. Un folk vanguardista que la dejó fuera del circuito de las radios argentinas, pero que repercutió en el exterior. Su música empezó a recorrer sellos independientes, y su segundo álbum, Segundo (2000), comenzó a ser escuchado en Europa y Estados Unidos. Eso se dio también gracias al respaldo de David Byrne —fundador del grupo Talking Heads—, quien no solo halagó su disco sino que la invitó a abrir una gira. Desde entonces, solo afianzó una discografía sólida y reconocida por un público que fue dejando de ver en ella la actriz que hacía música, para ver a la cantautora que un día también fue actriz.

Su siguiente disco, Tres cosas (2002), fue destacado como uno de los mejores del año por el New York Times y la convirtió en un fenómeno de ventas muy lejos de casa, en Japón. Molina llegó a tocar en festivales como el Fuji Rock ante miles de personas que coreaban sus canciones en un idioma que probablemente la mayoría no entendía del todo. Tanto fue el vínculo con ese país que, en entrevistas, contó que le resultaba extraño viajar al otro lado del mundo y sentirse más reconocida en Tokio que en Buenos Aires.

“En las disquerías, mi disco estaba recomendado al lado de los de Tortoise, Björk y Radiohead. Fue muy enriquecedor para el ego”, contó a Página12.

Halo (2017), su último álbum de estudio, y el que conjugó folktrónica, art pop y música experimental, también recibió elogios de la crítica musical. En total, editó siete discos de estudio —además de uno en vivo y dos EPs— y su estilo experimental la consolidó como ícono alternativo.

Su última visita a Montevideo fue en noviembre de 2024 para, justamente, despedir las canciones de Halo. En sus shows se vive algo como una especie de transe danzante y mezcla generacional entre un público que va de treintañeros a sexagenarios. En los intercambios con la gente entre una y otra canción, Molina deja entrever eso que la caracteriza tanto: su irreverencia, su humor y el no tener miedo a equivocarse.

Una pausa, hasta ahora

Durante más de 30 años, cultivó su sonido y su mundo interior, pero estuvo ausente de la actuación. El alejamiento de las pantallas se terminó con En el barro, el spin-off centrado en el universo narrativo de El Marginal, estrenado el 14 de agosto. La historia se pasa en una cárcel femenina llamada La Quebrada y tiene un elenco encabezado por actrices como Ana Garibaldi, Rita Cortese, y Valentina Zenere. Sorprendió también por convocar no solo a Molina, sino también a Alejandra “Locomotora” Oliveras y María Becerra.

Molina interpreta a Piquito, una interna que vive entre la locura y la lucidez (ver abajo). En entrevista con Rolling Stone, relató que el productor de la serie la llamó convencido que su respuesta sería negativa. “Supongo se basaba en la cantidad de cosas que no acepté en todos estos años, pero le dije que sí al toque”, contó la artista.

Además del éxito de la serie y la euforia de mucha gente por verla actuando nuevamente, la música sigue resonando: el año pasado lanzó el EP Exhalo, con canciones descartadas de Halo, en colaboración con el sello uruguayo Little Butterfly Records, y hace unos días anunció Doga, su nuevo álbum con estreno previsto para noviembre.

Juana Molina nunca hizo lo que se suponía que debía hacer y esa insumisión la volvió única. Tiene un relato de coherencia y riesgo: dejó la televisión en su momento más alto, construyó un universo sonoro propio y ahora regresa a la actuación con un personaje inesperado. La mujer que eligió silenciar la fama para seguir su voz interior es la misma que hoy reaparece entre canciones y ficción y parece confirmar que su arte, en cualquier formato, sigue siendo un territorio inquieto y vivo.

Juana Molina
La cantante anunció que lanzará "Doga", su nuevo disco de estudio.
Foto: Soledad Aznarez

Volver a la pantalla con un personaje impredecible

Piquito, la interna que interpreta en la serie En el barro, se crió en la calle siendo adicta y ‘transa’. Dentro de “La Quebrada”, vaga por los pasillos con cierta impunidad. Desde Netflix la presentan como “la loquita del penal”, aunque en realidad no es violenta ni representa un peligro. Siempre en el centro de los rumores y secretos, suele deambular acompañada por “Bubi”, su conejo de trapo. Funciona como una presencia en cierta medida enigmática, un canal entre informaciones confidenciales y verdades encubiertas.

Molina confesó que para aceptar el papel, fue incentivada por su manager Marito González, quien le dijo que si no lo hacía se iba a arrepentir. También admitió que le costó al principio ceder el control creativo, pero que se adaptó rápido y disfrutó el cariño del equipo. Su actuación rápidamente repercutió en las redes, con escenas de la serie circulando en reels que celebran su regreso a las pantallas. Muchos internautas incluso ya piden un spin-off sobre la historia de Piquito.

Piquito
Piquito, su personaje en la serie "En el barro".
Foto: Netflix

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