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Zentangle y mandalas: los beneficios de técnicas de arte para meditar en movimiento

Estos métodos son puertas a estados de profunda relajación y presencia, y brindan foco y claridad para resolver problemas.

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Mandalas
Niño pintanto mandalas.
Foto: Freepik.

Por Tatiana Scherz Brener

Meditar y alcanzar estados de absoluta presencia puede parecer difícil, pero no tiene por qué serlo. Ciertas actividades, como dibujar o pintar, facilitan la relajación y la conexión con uno mismo, y existen técnicas especialmente adecuadas para ello: el zentangle y los mandalas.

Mandalas.

Ana María Albornoz es apasionada por el arte desde niña. Empezó a formarse en la pintura siendo adulta y ahora, con 63 años de edad, continúa pintando y estudiando. Así se define a sí misma: “Soy una maestra jubilada que en sus momentos de ocio pinta porque le gusta pintar”.

Conoció el arte de pintar mandalas en un curso aplicado a la educación, varias décadas atrás. Entonces, realizó algunas experiencias con sus alumnos en el aula. “Era súper constructivo para ellos, entraban en un estado de tranquilidad”, recordó. Utilizaba el arte con frecuencia para llegar a los niños y se dio cuenta de que “eso afirmaba su creatividad y su capacidad de respuesta positiva frente a los desafíos”.

En Uruguay, la pionera en el trabajo con mandalas fue la artista plástica Agó Páez. Descubrió el método en el año 1998, y empezó a difundirlo en las escuelas públicas del país. “Sentí que era una técnica maravillosa y la quise enseñar, sobre todo a los niños, porque me parecía que permitía conectar con nuestro interior”, relató. Los resultados se veían con claridad. “Hay niños que no expresaban sus sentimientos más profundos, pero que a través del mandala podían contar la historia de su vida”, sostuvo.

Mandala
Niños pintando un mandala.
Foto: Agó Páez.

Los beneficios de pintar mandalas aplican para todas las edades. “La palabra mandala significa ‘círculo’, y dentro del círculo suceden un montón de cosas”, expuso Agó. Lo explicó así: “Conectás con esa esencia divina que todos tenemos, porque el círculo te lleva a tu centro, donde está la sabiduría, la intuición, la creatividad y el equilibrio”.

Para la artista, el mandala es una forma de conectar con el aquí y ahora. “Está de moda porque la gente necesita entrar en un estado de presencia y no tener la mente preocupada en lo que pasó ayer o lo que pasará mañana”, afirmó.

Más allá del trabajo con sus alumnos, Ana María vivió en carne propia el impacto de pintar mandalas. Tenía 54 años cuando se separó de su pareja y se mudó sola a una casa bastante alejada, para estar cerca de donde trabajaba en ese momento. “Cuando se hacía la noche me venía una angustia grande, así que empecé a pintar mandalas en unos libros que tenía”, relató. Y aseguró: “Fue el comienzo de un verdadero camino de sanación, de paz y de encontrarme a mí misma”.

En cuanto a la técnica, lo más importante es la forma circular. Lo demás puede variar: “Siempre que trabajes dentro del círculo, podés usar papeles, collage, pintura, lápiz… lo que se te ocurra”, señaló Agó. Si bien suelen ser figuras coloridas, tampoco es condición. Ana María, por ejemplo, los hace en blanco y negro.

“Podés construirlos de afuera hacia adentro o de adentro hacia afuera, pero siempre manteniendo la figura circular. Yo los construyo de adentro hacia afuera y eso también tiene que ver con una forma de sacar hacia afuera las cosas que tenés adentro”, mencionó la maestra.

Y agregó: "La persona que siempre me impulsa es Federico Caldeyro, un manager de artistas que siempre está preguntándome si dibujé algo nuevo".

Zentangle.

Cierto día, mientras investigaba sobre los mandalas, Ana María descubrió el zentangle. Se trata de un método creado en 2003 por Rick Roberts y María Thomas, que consiste en crear imágenes dibujando patrones estructurados. Estos patrones se llaman ‘enredos’ y pueden ser combinaciones de puntos, líneas o curvas. “Me deja en un estado de mucha tranquilidad e introspección”, contó Ana María.

De ahí el nombre del método: zen, un término de origen japonés, significa ‘contemplación’ y tangle, en inglés, quiere decir ‘enredo’.

Para la maestra, “lo maravilloso es que es algo que va naciendo dentro tuyo y las formas aparecen solas en tu mano”. El resultado siempre es una sorpresa. La técnica es en blanco y negro, y, en cuanto a los materiales, señaló: “Hay gente que utiliza varios instrumentos geométricos. Yo a veces utilizo la regla y el compás, pero en general lo hago a mano alzada”. Suele inclinarse por patrones de flores y hojas.

A diferencia del mandala, que siempre es circular, el zentangle puede adoptar cualquier forma exterior. “Podés hacer una manzana y rellenarla de zentangle”, indicó Ana María.

Zentangle
Arte Zentangle de Ana María Albornoz.
Foto: Ana María Albornoz.

No obstante, ambos métodos presentan beneficios similares. “La hiper concentración en esas figuras, sean líneas, curvas, rectas, espirales o lo que salga, ordena algo que está desordenado en el interior de uno y da más claridad para resolver problemas”, sostuvo. Y agregó: “Esto lo experimenté; no es que lo leí o me lo contaron”.

Agó entiende que ambas técnicas son formas de meditación en movimiento. “Es un encuentro con el equilibrio”, expresó. Ana María estuvo de acuerdo: “Dibujar siempre te eleva, te lleva hacia la paz, hacia la tranquilidad”.

En su sitio web, los creadores del Método Zentangle afirman que esta práctica ayuda a tratar fobias y adicciones, manejar el dolor, resolver conflictos y disminuir el agotamiento en el lugar de trabajo. En la app Zentangle Mosaic —disponible en App Store y Google Play— miles de personas alrededor del mundo comparten su arte zentangle.

Pintar para conectar con el lenguaje del espíritu.

Agó Páez tenía 16 años cuando el avión en el que iba su hermano junto a otros 44 uruguayos se estrelló en la cordillera de Los Andes. El hecho motivó su despertar espiritual y cambió por completo su vida y su arte. “Para mí, el arte es el lenguaje del espíritu. Todo el mundo puede aprender una técnica, pero si no conectás con eso que es más profundo, no tiene sentido”, dijo.

No sabía nada de mandalas; ni siquiera había escuchado el término. Sin embargo, pronto empezó a sentir que tenía que pintar círculos. “Meditaba y sentía los colores y las formas, y los pintaba”, relató. Investigó y descubrió que la técnica era muy utilizada en otras partes del mundo “en una conexión con la meditación y el silencio”.

Su arte llegó a escuelas públicas en todo Uruguay: “Es una forma de colaborar con la educación y la cultura de mi país. Estoy muy agradecida de transmitir algo tan profundo y generar alegría a través del mandala”. Además, dicta un curso en la Universidad Abierta Interamericana (UAI) de Argentina sobre arte en mandalas, en el que también incluye al zentangle como área de estudio.

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