En Uruguay se diagnostican cada año alrededor de 2.000 nuevos casos de cáncer de mama y mueren unas 700 mujeres por esta causa. Aunque la incidencia se ha mantenido estable en la última década, la mortalidad descendió un 20% en los últimos veinte años, un dato alentador que los especialistas atribuyen a la detección temprana, la mejora en los tratamientos y la creciente conciencia sobre la prevención.
Detrás de cada cifra hay historias de familias que enfrentan el diagnóstico, el tratamiento y la recuperación, y que hoy pueden contar con herramientas y estrategias que hacen la diferencia.
Octubre Rosa, el mes internacional de sensibilización sobre el cáncer de mama, vuelve a teñir de rosa instituciones, calles y mensajes en redes sociales. Pero más allá de los símbolos, el desafío -coinciden los oncólogos- es sostener el trabajo cotidiano de educación, control y acompañamiento.
“Con la prevención podemos ganarle al cáncer”, resume la doctora Marisa Fazzino, oncóloga médica, exdirectora del Programa Nacional de Control del Cáncer del Ministerio de Salud Pública, y actual directora del Servicio de Oncología del Hospital Policial y del Centro Uruguayo de Imagenología Molecular (CUDIM).
Este llamado a la prevención no solo se dirige a las pacientes, sino a toda la sociedad: profesionales de la salud, instituciones y familias tienen un rol activo en la detección temprana y la promoción de hábitos saludables.
Diagnóstico temprano
Según Fazzino, casi el 70% de los tumores se detectan hoy en etapas tempranas, lo que permite tratamientos menos invasivos y mayores posibilidades de curación.
“Un tumor pequeño puede operarse con cirugía conservadora, evitando las mastectomías radicales que antes eran la única opción. Eso impacta directamente en la autoestima, la sexualidad y la calidad de vida de las mujeres”, explica.
La detección precoz también reduce complicaciones como el vaciamiento axilar -que puede provocar edemas y limitaciones en el brazo- y mejora la sobrevida.
“Cuando el diagnóstico llega a tiempo, la paciente puede curarse. En cambio, en los estadios diseminados, el tratamiento apunta a controlar la enfermedad, no siempre a erradicarla”, señala la especialista.
Además, Fazzino resalta el componente emocional: un diagnóstico temprano permite que la mujer enfrente el tratamiento con menos secuelas físicas y con mayor bienestar psicológico, algo que impacta no solo en su vida personal sino también en su entorno familiar y social.
El conocimiento de su cuerpo y la confianza en el cuidado que recibe se traducen en decisiones más seguras y menos miedo frente al proceso oncológico.
Autoconocimiento
El autoconocimiento mamario es un pilar fundamental en la prevención y detección precoz. “Ya no hablamos tanto de autoexamen, sino de conocerse: palparse las mamas habitualmente, notar cambios de color, retracción del pezón, bultos o asimetrías”, detalla Fazzino.
Este enfoque promueve que la mujer sea su primera observadora, capaz de detectar cambios tempranos y acudir rápidamente al especialista. De todos modos, insiste, el objetivo es adelantarse a los síntomas: “Lo ideal es que la mamografía detecte lesiones antes de que se manifiesten clínicamente”.
La educación constante y la información accesible son claves para que esta práctica se integre en la rutina de todas las mujeres.
Mamografía y prevención
La guía nacional actualizada en 2024 establece que las mujeres de riesgo promedio deben realizarse una mamografía anual entre los 40 y 49 años, y luego cada dos años hasta los 74.
La modificación responde a un dato clave: el 18% de los casos se diagnostican entre los 40 y 49 años, un grupo en el que los tumores suelen ser más agresivos. Este cambio refleja la atención que las autoridades y especialistas uruguayos ponen en la evidencia científica y en la equidad: garantizar que todas las mujeres tengan acceso a diagnósticos oportunos.
En el caso de las mujeres con alto riesgo -antecedentes familiares, mutaciones genéticas BRCA o tratamientos previos con radioterapia torácica-, el control comienza antes. “Desde los 25 años se inicia la vigilancia, con resonancia magnética hasta los 30 y luego mamografía y resonancia anual”, explica Fazzino. En este grupo, el estudio de resonancia mamaria está cubierto por el CUDIM, lo que garantiza el acceso sin costo y refuerza la idea de que la prevención efectiva debe ser accesible para todas, sin importar los recursos individuales.
La especialista subraya que entre el 30 y 40% de los cánceres pueden prevenirse actuando sobre los factores modificables: evitar el sedentarismo, mantener un peso saludable, no fumar, reducir el consumo de alcohol y sostener una alimentación equilibrada.
“Son hábitos que impactan en todos los tipos de cáncer, no solo en el de mama”, enfatiza. Estos cambios de estilo de vida representan una herramienta poderosa que complementa la detección temprana y los controles médicos.
Tratamientos y avances
En materia de terapias, el país “está al nivel de los sistemas de salud de altos ingresos”, asegura Fazzino.
Hoy los tratamientos se definen según el perfil molecular del tumor, lo que permite personalizar la estrategia con inmunoterapia, terapias hormonales e inhibidores de ciclinas. Muchos de estos fármacos están cubiertos por el Fondo Nacional de Recursos, lo que amplía la equidad en el acceso y asegura que la calidad de la atención no dependa de la capacidad económica.
También existen avances en la reconstrucción mamaria: “Las prótesis y expansores son gratuitos para todas las mujeres que deben someterse a una mastectomía”, recuerda. Y se sumó un aspecto clave para las pacientes jóvenes: la criopreservación de gametos, disponible para quienes reciben tratamientos que pueden afectar la fertilidad.
Fazzino destaca que estas herramientas permiten no solo salvar vidas, sino también preservar proyectos de vida y posibilidades de maternidad futura, un componente central de la atención integral.