Emociones negativas aumentan chances de sufrir un infarto: el increíble vínculo entre corazón y sentimientos

En las dos horas posteriores a un arranque de ira el riesgo de infarto puede multiplicarse por cinco; regular nuestras emociones tiene un impacto directo en la salud del corazón.

Emergencia, ambulancia
Médico de emergencias saca una camilla de la ambulancia.
Foto: Freepik.

Redacción El País
Antonio Banderas lo contó con la naturalidad de quien ya no necesita adornar nada. Fue en 2017, después del infarto que lo obligó a repensar la vida. “Estaba en el hospital, todavía medio aturdido, cuando se me acercó una enfermera y me dijo: ‘¿Usted sabe por qué decimos te quiero con todo mi corazón y no con todo mi cerebro?’. La miré sorprendido. Entonces, me explicó: ‘Porque el corazón no es solo un músculo, es el almacén de sentimientos’”.

En ese momento, el actor español comprendió que el corazón es más que un órgano obstinado que bombea sangre. Es también la caja fuerte de lo que nos pasa, lo que amamos, lo que nos duele. Y que cada latido, más que un gesto mecánico, es un recordatorio íntimo de que estamos vivos.

Esa idea —que parece poesía pero que nace en un pasillo de hospital— sirve para entender el por qué de la Semana del Corazón. Más allá de consejos técnicos sobre colesterol, sal o ejercicio, este órgano late al compás de las emociones. Es un reloj invisible que nos acompaña marcando cada cambio de ánimo, cada sacudida, cada pausa.

El corazón no solo nos mantiene vivos, también nos cuenta una historia secreta. Se acelera cuando discutimos, se dispara cuando corremos a tomar el ómnibus, se agita en un concierto o en la tribuna y se calma en un abrazo.

“El corazón es el gran cronista de nuestra vida cotidiana. Late diferente cuando reímos, lloramos o nos enojamos. Y esa suma de variaciones deja una huella en nuestra salud”, graficó Ana Mieres, directora técnica de UCM Falck, con una imagen que todos podemos entender.

Y la ciencia le da la razón. El cuerpo, cuando se enoja, actúa como si hubiera encendido todas las alarmas: libera adrenalina, sube el cortisol, las arterias se estrechan y la presión se dispara.

Mujer corazón triste
Mujer observa un corazón de papel con cara triste.
Foto: Freepik.

Investigadores de la Universidad de Harvard comprobaron que en las dos horas posteriores a un arranque de ira el riesgo de infarto puede multiplicarse por cinco. Cinco veces más, solo por una discusión, por ese enojo que creemos pasajero y que, sin embargo, sacude al corazón como un temblor inesperado.

El problema aparece cuando la tensión deja de ser un episodio aislado y se instala como rutina. “Nuestro cuerpo no distingue si el peligro es un león o un mail sin contestar; reacciona igual. Si vivimos permanentemente acelerados, el corazón paga las consecuencias”, adviertió Mieres. El estrés crónico es un factor que favorece hipertensión, inflamación y desgaste arterial.

La ansiedad, la depresión o el aislamiento social no son solo problemas del ánimo, también afectan al corazón. La American Heart Association publicó en 2023 que las personas con salud psicológica deteriorada tienen un 35% más de probabilidades de sufrir un evento cardiovascular en los siguientes años. Y fenómenos como el “síndrome del corazón roto” —cuando una noticia devastadora provoca síntomas similares a un infarto— recuerdan de forma dramática que las emociones fuertes no se quedan en la cabeza: se encarnan en el pecho.

Mieres lo comprueba en la consulta. “He atendido a pacientes jóvenes, sin grandes factores de riesgo, que llegan con palpitaciones o dolor de pecho después de semanas de angustia o sobrecarga emocional. El cuerpo habla y el corazón suele ser la voz más clara”.

El lado luminoso del corazón

No todo son malas noticias. El corazón también se fortalece con lo positivo. Estudios de la Universidad de Illinois mostraron que las personas con una actitud optimista viven más años libres de enfermedad cardíaca. Y quienes tienen vínculos sociales sólidos presentan un 29% menos de riesgo de infarto o ACV que los más aislados.

“El corazón también late mejor cuando reímos, cuando nos sentimos acompañados, cuando disfrutamos de lo que hacemos”, destacó la médica. Un recital, una cena entre amigos, un paseo en familia pueden tener el mismo efecto benéfico que un medicamento, reducen el cortisol y estabilizan el pulso.

Hipertensión
Niña controlándose la presión arterial.
Foto: Canva.

La Semana del Corazón no puede reducirse a una lista de consejos técnicos. Su verdadero sentido es recordarnos que este órgano late al compás de la vida que llevamos. Si el ritmo lo marcan el apuro, la angustia o la soledad, el corazón tarde o temprano se resiente. Pero cuando le hacemos un lugar al descanso, a la alegría compartida, a la calma que da saberse acompañado, ese músculo agradece. Y lo hace como sabe: latiendo con más fuerza, con más vida.

“Escucharse el corazón es más que hacerse un control médico”, concluyó Mieres. “Es aprender a registrar cómo nos afectan las emociones y cómo queremos vivir. Porque el corazón, silencioso pero persistente, siempre nos está marcando la hora”.

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