Redacción El País
Convencer a una persona mayor de aceptar ayuda en su día a día suele ser un desafío para las familias. Muchas veces, los adultos mayores asocian la presencia de una persona externa con la pérdida de independencia, lo que genera resistencia e incluso malestar. Sin embargo, existen estrategias que pueden facilitar este proceso y, sobre todo, hacerlo de manera respetuosa.
Presentar la ayuda como un beneficio compartido
Un consejo práctico es enmarcar la ayuda como algo que beneficia a todos. En lugar de decir “viene alguien a ayudarte a cocinar”, puede resultar más efectivo plantearlo como “viene alguien a darme una mano en la casa así puedo descansar un poco”. De esta manera, la persona mayor no siente que se le está quitando autonomía, sino que está colaborando para aliviar la carga familiar.
Apelar a la confianza y los intereses personales
Involucrar a la persona mayor en la elección del asistente o del servicio de apoyo es clave. Permitirle conocer, entrevistar y dar su opinión transmite seguridad. Además, presentar la ayuda vinculada a sus intereses —por ejemplo, alguien que cocine sus platos preferidos, que sepa conversar de ciertos temas o que respete sus rutinas— hace que la propuesta se perciba menos invasiva.
Evitar imponer, escuchar más
La resistencia muchas veces surge porque la ayuda se plantea como una obligación. Los especialistas recomiendan escuchar las preocupaciones de la persona mayor, dar espacio a sus dudas y evitar frases como “ya no podés” o “es peligroso que lo hagas solo”. Cambiar ese enfoque por uno que destaque la comodidad, el bienestar y la tranquilidad puede marcar la diferencia.
Acompañamiento, no sustitución
Es útil recalcar que el objetivo no es reemplazar lo que la persona hace por sí misma, sino complementar sus tareas. Expresiones como “vendrá alguien que nos dará una mano con las cosas pesadas” o “para que tengamos más tiempo para disfrutar juntos” ayudan a suavizar la percepción negativa de la ayuda.
Dar tiempo y no apresurar la decisión
Finalmente, es importante recordar que aceptar ayuda es un proceso. Forzar a que alguien mayor reciba asistencia sin estar preparado puede generar rechazo. Lo recomendable es avanzar gradualmente, comenzando por tareas puntuales (limpieza, compras, trámites) y, a medida que la persona se sienta más cómoda, incorporar otras áreas de apoyo.
Aceptar que un tercero ingrese al hogar es un paso significativo en la vida de un adulto mayor. La empatía, la paciencia y la forma en que se comunica la propuesta son determinantes para que ese cambio se viva como un gesto de cuidado y no como una pérdida de autonomía.