Redacción El País
Más allá del impacto en los pulmones y el corazón, el tabaco deja huellas visibles en la piel, acelerando su envejecimiento y deteriorando la salud general. Así lo indicó recientemente Esther Gómez, enfermera y profesora de la Universidad Autónoma de Madrid, quien utilizó sus redes sociales para generar consciencia sobre los efectos del tabaquismo en la apariencia y la longevidad.
Estudios recientes analizaron a más de un millón de adultos en países como Estados Unidos, Canadá, Noruega y Reino Unido. Los resultados muestran que abandonar el hábito tiene beneficios rápidos y significativos: aproximadamente la mitad de las ganancias en salud se observan en solo tres años, y quienes dejan de fumar pueden aumentar su esperanza de vida hasta seis años.
El humo del tabaco contiene nicotina y más de 7.000 sustancias químicas que afectan la oxigenación y el aporte de nutrientes a la piel. Esto acelera la formación de arrugas, especialmente alrededor de los labios y los ojos, y provoca que el rostro pierda brillo y se vea apagado debido a la disminución de la circulación sanguínea.
Con el tiempo, las proteínas responsables de la firmeza y elasticidad de la piel, como el colágeno, se ven dañadas, lo que genera flacidez y pérdida de tersura. Además, fumar de manera regular aumenta la probabilidad de desarrollar problemas dermatológicos como psoriasis, infecciones cutáneas y diversos tipos de cáncer de piel.
Dejar de fumar no solo protege los órganos internos y prolonga la vida, sino que también tiene un efecto directo en la apariencia de la piel, mejorando su tono, elasticidad y salud general. Abandonar el tabaco, incluso después de años de consumo, se traduce en beneficios visibles y medibles tanto para la estética como para la salud a largo plazo.
En base a El Tiempo/GDA