Redacción El País
El hígado es el órgano más grande del sistema digestivo y puede superar el kilo y medio de peso.
Participa en más de 500 funciones vitales: filtra toxinas, regula los niveles de azúcar, almacena nutrientes y produce bilis para la digestión de grasas.
Pese a esa importancia, muchas enfermedades hepáticas avanzan sin síntomas evidentes hasta etapas graves. Una de las principales causas de daño está en la dieta diaria.
Según la Secretaría de Salud del Gobierno de México, algunos alimentos habituales deterioran su capacidad depurativa y favorecen hígado graso, cirrosis e incluso cáncer.
Azúcar: una amenaza silenciosa
Postres, golosinas y productos de panadería contienen azúcares refinados que representan el primer gran riesgo para el hígado. El exceso se transforma en grasa acumulada en sus células, lo que incrementa la inflamación y el desarrollo de hígado graso no alcohólico, cada vez más frecuente en jóvenes y adultos.
La sobrecarga de glucosa y fructosa altera la regulación energética y la sensibilidad a la insulina, lo que puede derivar en diabetes tipo 2 y aumentar el riesgo cardiovascular. Así, una dieta rica en azúcares refinados no solo compromete la salud hepática, sino también el metabolismo general.
Grasas saturadas: bloqueo al filtro natural
Otro factor crítico son las grasas saturadas, presentes en manteca, frituras, comida rápida, embutidos, carnes y ciertos lácteos. Su consumo en exceso favorece la acumulación de triglicéridos en el hígado, disminuyendo su capacidad de filtrar toxinas y acelerando la progresión del hígado graso no alcohólico.
Además, muchos productos ricos en grasas animales contienen aditivos y conservadores que complican aún más la función depurativa del órgano.
Embutidos y carnes procesadas: alto riesgo
El tercer grupo lo conforman los embutidos y carnes procesadas, con grandes cantidades de sal, nitratos y nitritos.
Estos compuestos, clasificados por la Organización Mundial de la Salud como factores de riesgo para varios tipos de cáncer, incrementan el estrés oxidativo en las células hepáticas y limitan su capacidad de desintoxicación.
Con el tiempo, la acumulación de toxinas no procesadas incrementa el riesgo de fibrosis, cirrosis y cáncer de hígado. Aunque los embutidos parezcan inofensivos en la dieta diaria, su consumo frecuente supone un riesgo que suele pasar inadvertido.
Prevención y cuidado
El daño hepático por la dieta está entre las principales causas de muerte prevenible. Para reducir riesgos, los especialistas recomiendan limitar estos alimentos y evitar el exceso de alcohol, otro de los grandes detonantes de cirrosis y hepatitis.
Una dieta equilibrada con frutas, verduras, granos integrales, legumbres y grasas saludables, acompañada de actividad física regular, protege la función hepática. Además, los chequeos médicos y la atención temprana a síntomas como fatiga, ictericia o molestias abdominales son claves para detectar daños a tiempo.
En base a El Tiempo/GDA