Un abuelo y una última lección, la historia con la que Yokoi Kenji explica el concepto japonés Ikigai

Según relata Kenji, cuando Gómez recibió un diagnóstico de cáncer terminal, pidió a su familia que lo ayudaran con algo que demostró su propósito de vida.

Anciano enfermo hospital
Anciano enfermo recibe la visita de una mujer en el hospital.
Foto: Freepik/IA.

Redacción El País
El conferencista colombiano-japonés Yokoi Kenji suele hablar de disciplina, propósito y del puente cultural entre Japón y Latinoamérica. Pero ninguna de sus enseñanzas emociona tanto como la historia de su abuelo, Jaime Gómez, un vendedor antioqueño cuya despedida se transformó en una lección inolvidable sobre el Ikigai, el concepto japonés que define el sentido vital de cada persona.

Según relata Kenji, cuando Gómez recibió un diagnóstico de cáncer terminal, regresó a su casa para pasar sus últimos días junto a su familia. Desde la cama pidió que plancharan todas sus camisas y pantalones —prendas que había conservado con esmero, muchas de ellas importadas— y que colgaran la ropa frente a él. Lo que siguió tomó por sorpresa a todos: comenzó a ofrecer cada prenda a quienes llegaban a visitarlo, usando las mismas frases con las que había trabajado durante décadas.

Ropa de colores
Ropa de colores.
Foto: Freepik.

Su familia creyó, en un primer momento, que la venta obedecía a una necesidad económica, pero Kenji aclara que el verdadero motivo era otro. Su abuelo sabía que ya no volvería a levantarse de esa cama y que no tendría oportunidad de usar nuevamente esa ropa. El dinero quedó sobre la mesa de noche sin importancia. Lo que buscaba —lo que realmente había impulsado cada día de su vida— era vender. Ese era su propósito más profundo.

Para Kenji, aquel gesto final resume el Ikigai de su abuelo: una vocación tan arraigada que ni la enfermedad ni la cercanía de la muerte lograron apagar. Su último acto fue coherente con toda su existencia, afirma.

En sus conferencias, Kenji explica que el Ikigai surge en la intersección de cuatro dimensiones: lo que una persona ama, lo que sabe hacer bien, lo que aporta valor al mundo y aquello por lo que puede recibir retribución. No siempre existe un equilibrio perfecto, señala, pero sí un hilo conductor capaz de dar sentido incluso a los momentos más difíciles.

Cuando alguien encuentra su Ikigai, no trabaja: vive su propósito, resume el conferencista. La historia de su abuelo, convertido en vendedor hasta el último aliento, es quizás la muestra más clara de lo que significa vivir —y despedirse— fiel a aquello que define la propia vida.

Meditación
Mujer meditando.
Foto: Freepik.

En base a El Tiempo/GDA

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar