El camino de Santi Talledo: de ocultar ataques de pánico a ser un referente de la salud mental

El artista argentino habló acerca del dolor de su infancia, sus recaídas, la revancha que le dio la vida y su proyecto más importante: Cero miligramos.

Santi Talledo
Santi Talledo en Luzu TV.
Foto: Cortesía Santi Talledo.

Santi Talledo es un artista exitoso. Muchos lo conocen por su papel en la serie Patito feo; otros, por su participación en el programa de streaming Nadie dice nada. Actuó en programas de televisión, dirigió videos musicales y guionizó espectáculos teatrales, pero, para él, su mayor logro —por momentos, impermanente— es su paz interior. Y el mayor regalo de su carrera profesional es su proyecto de salud mental, Cero miligramos.

Desde los diez años de edad, el actor —que tiene más de 1.3 millones de seguidores en Instagram y este año fue tapa de la Revista Gente— atraviesa trastornos de salud mental como ansiedad y depresión. Hoy, es el creador de una serie, un podcast y un libro que ayudan a visibilizar estas y otras enfermedades con el fin de que más gente pueda aceptarse y transformar el dolor en motor.

— Sufrís trastornos de salud mental desde niño. ¿Qué recordás de esa época?
— Sí, desde los diez años. Fue una época dura porque todo era incierto; no se sabía tanto como ahora. Lo más difícil para una persona que tiene problemas de salud mental es no comprender qué le pasa, sentir que no tiene un rumbo o que está atrapado en algo que nadie más tiene. Yo me sentía así. Por suerte, mis padres supieron entenderme, me brindaron apoyo y me llevaron a profesionales de salud mental, que fue lo que me ayudó a salir adelante.

— Y aunque hoy se sepa más del tema, muchos deben sentir lo mismo que vos sentías. ¿No?
— Sí. De hecho, desde que empecé a hablar de salud mental mucha gente me escribe o me dice cosas como: “No sabía lo que tenía hasta que escuché un episodio de Cero miligramos y pude ponerle un nombre a lo que me pasa”. De alguna forma, quise darle a las personas eso que no tuve y transmitir la esperanza de que se puede estar mejor. De todo lo que hago, esto es lo más hermoso; me da una plenitud enorme saber que aporto y que quizás pueda ayudar a que una persona se sienta mejor o más comprendida. Es el regalo más grande que encontré en mi carrera.

— ¿Pasó mucho tiempo desde que empezaste a sentirte sin rumbo hasta que tuviste un diagnóstico?
— Sí… En un momento empecé a tener una anorexia nerviosa y de un día para el otro sentí que la comida se me atoraba en la garganta y que no podía tragar. Literalmente no comía nada sólido; me licuaban la comida o tomaba suplementos líquidos y llegué a pesar 37 kilogramos. Fue muy duro. Mis padres me hicieron estudios médicos y vieron que no tenía ningún problema físico, y fue ahí cuando un médico les dijo: “Esto es psicológico. Tiene que ver a un profesional”. Ya hacía psicoterapia desde chico, pero entonces comencé con los psicofármacos. No había otra salida; era eso o que me internaran.

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Santi Talledo.
Foto: Cortesía Santi Talledo.

— ¿Qué significó eso para vos y tu familia?
— Me daba mucha vergüenza estar medicado. Pocos años después de eso empecé a grabar Patito feo y la gente no sabía nada. Tomaba las medicaciones a escondidas y siempre tenía ese miedo de que, si la producción se enteraba de que tenía problemas de salud mental, me echara. Por momentos sufría ataques de pánico y tenía que dibujar la situación e intentar que la gente no se diera cuenta de qué era lo que me pasaba. Todo era muy oculto y eso era lo más feo porque, cuando uno tiene un problema, ocultarlo es sumar un problema más. Estaba agregándome a mí mismo otro peso, otra mochila.

Además, tapaba muchas cosas de mi personalidad y mi sexualidad y creo que eso jugó un papel importante en esto de la sensación de asfixia, de no poder respirar ni pasar la comida. Quería gritar y no podía, entonces mi mente buscó la forma de decirme: “Hasta que no saques esto para afuera, voy a bloquearte la garganta”.

— Y el llamado de atención funcionó, ¿no?
— Sí, pasó mucho tiempo, pero sí. Un día realmente sentí que no podía más, exploté y le conté a mi mamá que me gustaban los hombres. Era algo que había jurado que jamás haría. Hasta tenía planeada la idea de casarme con una mujer, es decir, estaba convencido de que no iba a vivir de acuerdo a mi sexualidad. Pero mi mente estaba castigándome hasta que hablara. Por suerte fue así, la verdad. Porque en ese momento experimenté la libertad más grande de mi vida y me di cuenta de lo fantástico que es ser uno mismo.

— Es una muestra de cómo los problemas de salud mental tienen un impacto en el cuerpo.
— Totalmente. Por eso siempre hablo de la Psiquiatría. Hay momentos en los que uno necesita la medicación y listo, la necesita. Conozco muchas personas que por vergüenza no toman y tienen una muy mala calidad de vida. La pasan mal, viven con depresión, ataques de pánico o ansiedad y no pueden hacer cosas básicas como salir a comer con amigos o ir a trabajar, como me pasaba a mí antes. Ahora estoy dejando los psicofármacos que tomo desde los diez porque tengo más herramientas, años de psicoterapia y trabajo personal, pero en su momento los necesité y sé que si mañana tengo una recaída, volveré a tomarlos porque no quiero negociar el estar bien. Hoy agradezco mi presente laboral y lo disfruto, pero durante muchos años no pude hacerlo por mis problemas de salud mental.

— ¿Qué no pudiste?
— Por los ataques de pánico y la depresión, no podía viajar. En la época de Patito feo me perdí las giras internacionales porque no podía estar lejos de mi lugar seguro, de mi gente; sentía que, si me iba lejos, me pasaría algo, nadie sabría cómo ayudarme y me tendrían que internar. Tenía pensamientos intrusivos muy fuertes y eso me llevó a perder un montón de trabajos. Pero también me llevó a entender que la depresión es una enfermedad y, como en cualquier otra, la medicación es importante. Lo que pasa es que con otras enfermedades uno va y toma lo que le receta el médico. En cambio, cuando se trata de salud mental, uno lo lleva por un lugar más estigmatizante y ahí es donde tenemos que romper con los tabúes y entender que lo único que hacen estas medicaciones es ayudar a que la gente esté bien. Siempre digo lo mismo: pedir ayuda es lo mejor que uno puede hacer por uno mismo.

— Cuando uno tiene diabetes, por ejemplo, no tiene problema en decir que es diabético…
— Obvio. Si uno fuera insulinodependiente no le daría vergüenza decirlo. Hay patologías que son supuestamente normales y otras que ni siquiera se ven como enfermedades, y ese es el gran problema y la gran desinformación que hay respecto a la salud mental. Por eso vivimos este presente y tenemos tasas de suicido tan altas; sobre todo en jóvenes, que es lo que más me desespera. La falta de información hace que los demás no puedan entender qué le pasa a la otra persona y esa incomprensión lleva a que uno termine tan desolado y que no quiera vivir más. Por eso, creo que es urgente difundir y concientizar sobre la salud mental. Podemos salvar a un montón de personas y eso no tiene precio.

— ¿Qué excusas ponías cuando no podías irte de gira?
— En realidad, en ese momento tuve que contar la verdad porque, cuando empezamos a hacer los teatros con Patito Feo en el Gran Rex, no podía salir a escena por mis ataques de pánico. Cuando dije que no podía, me avisaron que tendrían que sacarme de la segunda temporada. Era otra época. Yo estaba viviendo mi sueño, pero elegí escucharme y me agradezco por eso porque sino no hubiera terminado bien. Por suerte, la vida me dio revancha más adelante y pude vivir lo que me perdí en su momento, con la experiencia y las herramientas necesarias para disfrutarlo. No tiene sentido hacer algo que uno ama, pero padeciéndolo.

— ¿Cuando estás en el escenario pensás en ese niño que no pudo?
— Sí, obvio. De hecho, cuando hicimos el primer Gran Rex con Nadie dice nada, no pude parar de llorar… Eran los mismos pasillos, los mismos camarines; todo estaba igual y enseguida recordé esos momentos. Fue muy movilizante.

— ¿En qué momento hiciste el clic que te llevó a donde estás hoy?
— En realidad, nunca hubo algo así como un clic. Soy así, esta es mi cabeza y esa parte oscura tiene un costado fantástico que también me llevó a ser la persona que soy. Si no tuviera un problema de salud mental, no estaría haciendo esta nota. Y tengo una sensibilidad muy grande que sí, a veces puede jugarme en contra, pero también tiene que ver con mi lado artístico y es la que me permite hacer lo que me gusta.

Este año tuve bastantes recaídas, fue el más duro en el último tiempo por la decisión de dejar los ansiolíticos y es re loco porque fue el mejor año a nivel laboral… Por eso, creo que lo más importante y el logro más grande es la propia tranquilidad, el poder disfrutar de las cosas. Esta baja de la medicación también me despertó muchas cosas de mi personalidad que tenía un poco más tapadas y pude reencontrarme conmigo mismo desde otro lugar, dándome cuenta de ciertas cosas y ajustando otras. De nuevo, nunca tuve clics de decir: “No quiero más esto” sino de amigarme con lo que soy.

Incluso, está bueno por momentos estar un poco triste. A mí me sirve; las recaídas me enfocan. Cuando me levanto veo las cosas de otro modo, puedo aprovechar y disfrutar más. El gran laburo que hice fue ese: no querer dejar de ser yo ni de tener mis problemas, sino decir “Soy esto”.

— ¿Cómo surgió Cero miligramos?
— Empezó hace muchos años, cuando, por presión social, quise dejar la medicación por completo en una época en la que aún no estaba preparado para hacerlo. Tenía alrededor de 23 años. Cuando llegué a los cero miligramos me sentía completamente colapsado, entré en un pozo muy feo y tuve que volver a tomar la medicación. Ahí escribí la serie, que luego fue libro, con esta idea de que uno no puede negociar su calidad de vida y que cuando la medicación se necesita, hay que tomarla. También me basé en un diario íntimo que escribí cuando tenía 12 años, que encontré en la casa de mi mamá y me movilizó muchísimo. Hablé del tema en mis redes sociales y se generó todo un revuelo.

Santi Talledo
Santi Talledo con su libro Cero miligramos.
Foto: Cortesía Santi Talledo.

— Hoy, Cero miligramos es un proyecto grande. ¿Qué abarca?
— Empezó con la serie que todavía no se grabó, luego salió el podcast y después el libro. Y terminó siendo algo mucho más grande de lo que hubiéramos podido imaginar. La gente nos agradece mucho por hablar de tantos temas de salud mental en el podcast; incluso, problemas que no tengo pero de los que hablan profesionales o personas que los sufren, como trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno límite de la personalidad, bipolaridad o esquizofrenia. Cada uno cuenta lo que le pasa y un psicólogo o psiquiatra explica de qué se trata cada trastorno y cómo afecta a la gente. Se generó una comunidad hermosa y estamos por grabar la tercera temporada.

— ¿Qué le dirías hoy al Santi de 10 años?
— Le agradecería muchísimo. Por haber sido tan fuerte, por haber aguantado tanto y también por haber sido tan soñador. Deseaba tanto lo artístico que cada vez que me caía, no lo hacía del todo. Siempre volvía a intentarlo. Sé lo difícil que es, más cuando uno es tan joven y no entiende por qué tanto sufrimiento. Fui bastante valiente en ese sentido.

— ¿Y qué le dirías a otra persona que atraviesa algún trastorno de salud mental y piensa que no hay salida?
— Que pida ayuda y entregue su confianza a los profesionales de la salud mental. Uno puede hablar con amigos y familiares, pero los profesionales son los que saben qué hacer para que uno esté mejor; tanto con la medicación como con el análisis para destrabar esas cosas que nos impiden avanzar. Haber pedido ayuda fue lo que me salvó. Así que no tengan miedo, no tengan vergüenza de decir: “Necesito ayuda psicológica y psiquiátrica para estar bien y vivir mejor”. Ese es el mejor consejo que puedo dar.

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