Redacción El País
Si alguna vez sentiste que, después de una fiesta, un encuentro social o una reunión de trabajo, no solo quedás cansado físicamente, sino también emocionalmente vacío, puede tratarse de resaca emocional.
La resaca física es fácil de identificar: dolor de cabeza, cansancio, sueño acumulado o la sensación de haber gastado más energía de la que tenías. Pero la emocional es más silenciosa y, sin embargo, mucho más común de lo que creemos. Se manifiesta como un agotamiento profundo, una especie de vacío interno que aparece tras haber invertido una gran cantidad de emociones en muy poco tiempo.
Qué es la resaca emocional.
De acuerdo con la psicóloga Madeli Santos, experta en relaciones conscientes y gestión emocional, la resaca emocional surge no solo del cansancio físico, sino de la enorme inversión de energía emocional. Puede aparecer después de experiencias alegres y positivas, como una fiesta o una celebración, o tras situaciones difíciles cargadas de tensión, tristeza o miedo.
La psicóloga Mary Castro, de la Clínica Ricardo Palma, señala que, a diferencia de la resaca física, que suele pasar con una buena noche de sueño, la resaca emocional puede durar varios días. Esto se debe a que no responde únicamente al cansancio del cuerpo, sino a la carga mental y afectiva acumulada.
El psiquiatra Eduardo Cortina, de Clínica San Felipe, advierte que es importante diferenciar la resaca emocional de un cuadro de estrés crónico o ansiedad. Mientras que la resaca es transitoria y ocurre tras un evento puntual, el estrés sostenido es una acumulación de tensiones que sí requiere atención profesional.
Por qué nos pasa.
Las causas son variadas, pero todas se relacionan con la exigencia emocional. La psicóloga Liliana Tuñoque, de Clínica Internacional, explica que muchas veces nos sentimos presionados a ser simpáticos, encajar o divertirnos porque “toca”. Ese esfuerzo constante por sostener una imagen social nos desgasta y genera un verdadero “esfuerzo social” que termina en agotamiento. A esto se suma lo físico: poco descanso, consumo de alcohol, ruido excesivo o dormir mal. Como explica Cortina, cuerpo y mente funcionan en conjunto: “cuando uno se agota, arrastra al otro”.
La hiperconexión digital también juega un papel clave. Antes, una fiesta terminaba al llegar a casa. Hoy, los chats, fotos y mensajes prolongan la interacción y no nos permiten desconectarnos. Además, la calidad del ambiente y de las personas influye mucho: un espacio cargado de críticas o negatividad puede ser más agotador que una celebración sencilla pero genuina.
Cómo identificarla.
Aunque puede confundirse con cansancio común, hay señales claras:
• Irritabilidad sin motivo.
• Agotamiento físico y mental.
• Dolores de cabeza o tensión en cuello y espalda.
• Dificultad para concentrarse.
• Apatía, desinterés o sensación de vacío.
• Necesidad de aislarse y evitar el contacto social.
• Cambios de humor repentinos, entre tristeza y ansiedad.
¿Se puede prevenir?
No siempre es posible evitarla, pero sí reducir su impacto. Según los especialistas, algunas estrategias útiles son:
• Reconocer límites: priorizar lo que realmente es importante.
• Llegar descansado: evitar asistir a eventos agotados o sin haber comido bien.
• Bajar expectativas: no pretender agradar a todos o ser siempre el centro de atención.
• Poner límites sociales: saber decir “no” con amabilidad y honestidad, sin sentir culpa.
• Planear tiempos: decidir cuánto permanecerás en un evento y retirarte quieras.
Como dice Santos, decir “no” no es rechazar a alguien, sino decir “sí” a tu bienestar.
El autocuidado posterior es clave para recuperar energía. Algunas recomendaciones sencillas son:
• Dedicar unos minutos al silencio y la introspección.
• Escribir lo que sentiste para liberar la mente.
• Tomar una ducha relajante.
• Desconectarte de redes sociales por unas horas.
• Practicar respiración profunda antes de dormir.
Al día siguiente, conviene optar por una rutina ligera: dormir más, caminar al aire libre, comer sano, hidratarse y darse espacio para actividades placenteras.
Si el trabajo no lo permite, los expertos sugieren practicar micro-pausas durante el día: cinco minutos de respiración, estiramientos suaves o un té relajante pueden marcar la diferencia.
Lejos de ser una debilidad, la resaca emocional puede convertirse en un recordatorio de que somos seres sensibles y con límites. Aprender a reconocerla, entonces, nos permite ajustar el ritmo de vida, cuidar nuestra salud mental y ser más conscientes de nuestras propias necesidades.
Cada experiencia intensa genera un gasto emocional que, si es gestionado de manera correcta, puede incluso ayudarnos a mejorar y madurar. Los profesionales destacan que la clave está en aceptar que no somos máquinas y que escuchar estas señales es, en realidad, un acto de fortaleza.
Si la resaca emocional se vuelve algo frecuente o es demasiado intensa, lo más recomendable es consultar con un especialista, pues podría ser síntoma de un trastorno de ansiedad o depresión.
En base a El Comercio/GDA