Qué significa nunca tener ganas de ir al gimnasio según la psicología y cómo recuperar el deseo de moverse

Aunque suele atribuirse a falta de disciplina o voluntad, desde la psicología se entiende que detrás de esa desmotivación pueden existir razones más complejas.

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Mujer desmotivada en el gimnasio.
Foto: Freepik.

Redacción El País
Por más que uno se lo proponga —con metas de salud, bienestar o estética—, hay días (o semanas enteras) en los que la simple idea de ir al gimnasio genera rechazo. Para muchos, esa falta de motivación es motivo de culpa: “¿Por qué no tengo voluntad?”, “¿Por qué los demás pueden y yo no?”. Sin embargo, desde la psicología se sabe que la resistencia a hacer ejercicio no siempre se trata de pereza o falta de disciplina, sino que puede esconder causas más profundas.

La motivación para hacer ejercicio surge de una combinación de factores internos: sentir autonomía, disfrutar de la actividad y percibir que uno progresa. Cuando alguno de esos elementos falla —por ejemplo, si el entrenamiento se siente impuesto o no genera placer—, el interés desaparece. En esos casos, no hay una desconexión con el esfuerzo, sino con el sentido que tiene hacerlo.

Muchas personas asocian el gimnasio con una meta externa, como bajar de peso o cumplir con una exigencia estética. Esa forma de motivación, conocida como extrínseca, suele ser frágil: funciona a corto plazo, pero se desgasta con el tiempo. En cambio, cuando el movimiento se elige por disfrute, bienestar o superación personal, se activa una motivación más duradera.

Convertir el ejercicio en un castigo —por haber comido de más o por sentirse “fuera de forma”— genera rechazo y resistencia. El cerebro asocia entonces la actividad física con algo desagradable, lo que vuelve aún más difícil sostener el hábito.

Mujer entrenamiento
Mujer cansada pos entrenamiento.
Foto: Freepik.

Estrés, cansancio y estado emocional

La falta de ganas de ir al gimnasio también puede ser una señal de agotamiento. El estrés prolongado y la fatiga mental reducen la energía disponible para actividades que demandan esfuerzo. En esos casos, el cuerpo prioriza el descanso por encima del movimiento intenso.

Por eso, antes de exigir más, puede ser necesario recuperar energía, dormir mejor o simplemente hacer pausas. A veces, la inactividad temporal cumple una función reparadora que permite volver al ejercicio con mayor motivación más adelante.

La culpa por no cumplir con la rutina es otro obstáculo habitual. Sentirse mal por no tener ganas aumenta la frustración y puede generar una sensación de fracaso. Esa autoexigencia excesiva alimenta el desánimo en lugar de revertirlo.

Adoptar una actitud más amable y flexible ayuda a romper el círculo de culpa. Escuchar al cuerpo, aceptar los momentos de baja motivación y permitir cambios en la rutina puede ser más efectivo que forzar la constancia a cualquier precio.

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Hombre cansado se duerme en el escritorio.
Foto: Archivo.

Cómo recuperar el deseo de moverse

Desde la psicología se propone un enfoque más equilibrado:

  • Explorar diferentes formas de movimiento. Si el gimnasio no entusiasma, se pueden probar caminatas, baile, natación o clases grupales.
  • Evitar la mentalidad del todo o nada. Diez minutos de movimiento consciente son preferibles a no hacer nada.
  • Priorizar el descanso y la gestión del estrés. Dormir bien y reducir la tensión emocional favorecen la energía y el ánimo.
  • Ajustar las expectativas. No todas las personas tienen el mismo ritmo ni las mismas necesidades físicas.

De esta manera, no tener ganas de ir al gimnasio puede ser una oportunidad para revisar la relación con el cuerpo, el descanso y el placer, y para descubrir formas de movimiento que realmente conecten con el bienestar.

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