Gratitud: el hábito que hackea al cerebro para ver lo bueno y mejora la salud física y mental

A nivel físico, por ejemplo, agradecer con regularidad se asocia con menor inflamación, una mejor respuesta inmunológica y una frecuencia cardíaca más equilibrada.

Respiración, meditación
Mujer respirando en calma.
Foto: Freepik.

Redacción El País
Entre el tránsito, las filas, los mensajes del trabajo y las preocupaciones cotidianas, es fácil caer en una rutina de quejas. Este hábito, tan común como desgastante, responde a un mecanismo ancestral del cerebro: el sesgo negativo. Frente a esto, los especialistas sugieren practicar la gratitud: un ejercicio que reorienta la atención hacia lo que sí está bien y tiene beneficios comprobados en la salud física y mental.

Durante milenios, detectar amenazas fue esencial para la supervivencia. Sin embargo, en la vida moderna, ese radar permanece encendido incluso cuando no hay peligro real, empujándonos a mirar la realidad a través del filtro de lo que no funciona.

Por su parte, la gratitud activa áreas del cerebro vinculadas con la regulación emocional, la empatía y la motivación. Este entrenamiento neural fortalece los circuitos asociados al bienestar y reduce la hiperactividad de regiones que procesan el miedo o el estrés. Además, incrementa la liberación de dopamina y serotonina, neurotransmisores que promueven la estabilidad emocional. Practicarla de manera habitual puede, con el tiempo, modificar la “línea base” del estado de ánimo y facilitar la resiliencia frente a situaciones difíciles.

Bienestar, playa, respiración
Mujer conectando con su respiración.
Foto: Freepik.

A nivel físico, agradecer con regularidad se asocia con menor inflamación, una mejor respuesta inmunológica y una frecuencia cardíaca más equilibrada. También contribuye a un descanso más profundo, probablemente porque reduce la rumiación y las preocupaciones antes de dormir.

Pero el hábito de agradecer no solo mejora el bienestar personal, sino también las relaciones interpersonales. Reconocer y expresar aprecio fortalece la confianza, la empatía y el sentido de pertenencia, tanto en los vínculos afectivos como en los entornos laborales. En equipos de trabajo, se ha visto que disminuye los conflictos y mejora la comunicación.

Cómo empezar a practicar la gratitud

No hacen falta grandes gestos ni cambios drásticos. Tres ejercicios simples pueden marcar la diferencia:

  1. Anotar tres cosas positivas por día. Antes de dormir, registrar en un cuaderno lo que salió bien ayuda a entrenar la atención hacia lo constructivo.
  2. Tomar conciencia del presente. Observar con calma lo cotidiano —desde una comida caliente hasta una charla amable— permite apreciar lo que normalmente pasa desapercibido.
  3. Decir “gracias” más seguido. Expresar en voz alta el reconocimiento, incluso por pequeños gestos, refuerza el vínculo con los demás y genera emociones positivas duraderas.

Agradecer no implica negar el enojo o el dolor. Se trata, más bien, de equilibrar la mirada: reconocer los desafíos sin dejar que opaquen lo que sí funciona. Quejarse es humano, pero convertir la gratitud en hábito es una forma de recuperar el control sobre el foco mental y emocional.

Respirar, meditar
Hombre respirando conscientemente en la oficina.
Foto: Freepik.

En base a La Nación/GDA

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