La falta de motivación para hacer ejercicio podría tener una explicación biológica más que conductual. De acuerdo con estudios científicos, la resistencia a la actividad física no se debe exclusivamente a la pereza, sino que está relacionada con ciertos mecanismos genéticos, particularmente los que regulan la dopamina en el cerebro.
Daniel E. Lieberman, profesor de la Universidad de Harvard y director del departamento de biología evolutiva humana, ha dedicado años al estudio de cómo el cuerpo humano ha evolucionado para ahorrar energía. En su libro 'Exercised', sostiene que nuestros antepasados cazadores-recolectores solo se movían cuando era estrictamente necesario; para cazar, recolectar o escapar del peligro. Por lo tanto, señala que el cuerpo humano está biológicamente predispuesto a evitar esfuerzos innecesarios.
“Es completamente natural que el cuerpo prefiera descansar antes que correr 10 kilómetros diarios. Esta inclinación a conservar energía es parte de nuestro 'genotipo ahorrador'”, explica Lieberman.

El rol de la dopamina en la motivación física
Investigaciones recientes presentadas por el profesor Rodney Dishman de la Universidad de Georgia revelan que ciertos genes, especialmente aquellos que modulan la dopamina en el cerebro, juegan un papel crucial en la motivación para realizar ejercicio.
La dopamina, un neurotransmisor clave en los centros de recompensa y placer del cerebro, influye directamente en la tendencia de una persona a buscar o evitar la actividad física. Según Dishman, estudios en humanos y ratas sugieren que entre el 20 por ciento y el 60 por ciento de la variación en los niveles de actividad física puede ser heredada.
Con este panorama, Lieberman sugiere cambiar la perspectiva sobre el ejercicio: en lugar de verlo como un fallo de voluntad, conviene entender que nuestro cuerpo está programado para resistirse al movimiento innecesario. Estas son algunas estrategias prácticas para contrarrestar esta tendencia biológica:
- No juzgarse: ser comprensivo con uno mismo ante la falta de motivación.
- Buscar actividades agradables y sociales: juegos, deportes grupales o actividades recreativas pueden facilitar la adherencia.
- Evitar metas excesivas: no es necesario realizar entrenamientos extremos para obtener beneficios; moverse regularmente, aunque sea poco, ya es positivo.
En un entorno donde los alimentos son fácilmente accesibles y la actividad física ya no es esencial para sobrevivir, estas predisposiciones biológicas, antes útiles, se han convertido en un obstáculo que contribuye a los altos índices de sedentarismo y obesidad. Comprender las causas genéticas y evolutivas detrás de nuestra relación con el ejercicio puede ser clave para diseñar estrategias de salud más realistas y efectivas.
Sofía Arias Martínez, El Tiempo/GDA