Lo inventaron los esclavos y hoy está en todo el mundo: capoeira, una forma de entrenar y construir comunidad

Surgió en Brasil como una lucha disfrazada de danza y hoy se juega en grupos alrededor del mundo para potenciar la fuerza, la movilidad, la inclusión y la interacción social.

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Capoeira
Grupo de capoeira Mucumbe.
Foto: Grupo Mucumbe.

Una lucha disfrazada de danza, un deporte y una expresión cultural que trasciende fronteras: la capoeira es todo eso a la vez. Surgió en Brasil en el siglo XVI como un acto de rebeldía de los esclavos africanos frente a la opresión y la sumisión y llegó a Uruguay a finales del siglo pasado, de la mano del capoeirista Fabio Moncalvo. Así, esta práctica hoy permite que chicos y grandes entrenen su fuerza y movilidad, confíen más en sí mismos y potencien su sentido de identidad.

Moncalvo es uruguayo, pero se fue a vivir a Brasil cuando era adolescente. Empezó a practicar capoeira y decidió que su meta sería volver a la tierra que lo vio nacer y llevar consigo este deporte. Así lo hizo: en 1993 —junto a Reginaldo dos Santos y Ozenildo Farias— llegó a Uruguay y comenzó a dar clases en la Institución Atlética y Social Barrio Obrero, en el Cerro. Hoy lo conocen como ‘Mestre Exterior’ (Maestro Exterior) y dirige el grupo de capoeira Mucumbe.

“La capoeira es una lucha lúdica, un juego; por eso decimos: ‘Vamos a jugar capoeira’”, contó. Se practica en grupo y con música: “Hay una ronda de gente sentada —20 a 30 personas—; algunos tocan instrumentos y otros cantan y hacen palmas. Y en el medio, hay dos que juegan. Esos dos rotan y también rotan los instrumentos, así que todos jugamos, cantamos, tocamos, hacemos palmas”.

En 2014, la rueda de capoeira se agregó a la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.

Música, ejercicio y comunidad

Leandro Núñez, maestro del grupo AU Capoeira Oxossi, explicó que los capoeiristas que juegan en el medio del círculo “lanzan ‘preguntas’ y ‘respuestas’”: uno hace un movimiento, que es una pregunta, y el otro responde con otro movimiento. De esta manera, se da un intercambio de movimientos o, lo que es lo mismo, un intercambio de preguntas y respuestas. Esta dinámica suele ser improvisada y termina cuando el maestro que comanda la rueda ordena que es momento de rotar.

Grupo AU Capoeira Oxossi
Grupo AU Capoeira Oxossi.
Foto: Grupo AU Capoeira Oxossi.

La música es fundamental. El protagonista es el birimbao (en portugués: berimbau), instrumento de cuerda percutida hecho de una vara de madera flexible, un alambre, una calabaza con el fondo cortado —que funciona como caja de resonancia— y un cashishi (cesto de mimbre). También hay pandeiros (tambores de mano al estilo de las panderetas), atabaque (similar a un tambor), agogô (funciona como campanas) y reco reco (raspador). Las canciones son en portugués.

Los movimientos en la rueda son “coordinados y ordenados” e implican todos los músculos del cuerpo. Se entrenan capacidades físicas como la flexibilidad, la movilidad articular y la fuerza y se activan los sistemas cardíaco y respiratorio. Además, la capoeira ayuda a mantener la concentración y desarrollar disciplina, y favorece la interacción social y la pertenencia a un grupo, señaló Núñez. Y agregó: “No es solo lo que se ve en una rueda. Hacemos viajes, salidas, campamentos”.

Por su parte, Moncalvo indicó que este deporte mejora la propiocepción, es decir, el sentido que nos permite percibir la posición y el movimiento de nuestro cuerpo en el espacio. Se usan manos y pies, se baja y se sube, e incluso hay movimientos acrobáticos. A su vez, “ayuda a desinhibirse, porque uno puede tener vergüenza, pero termina cantando y jugando”.

Apodos en capoeira

“Podemos pasar años dentro del grupo y no saber cuál es el verdadero nombre de cada compañero”

Leandro Núñez era profesor de kickboxing y karate cuando vio por primera vez una ronda de capoeira. Fue en una película. Al poco tiempo empezó a entrenar y se enamoró del deporte. Hoy es conocido como ‘Mestre (Maestro) Pedrero Charrúa’.

Todos los integrantes de un grupo de capoeira tienen apodo. ‘Pedrero’ en portugués quiere decir ‘albañil’ y a Ñúñez se lo pusieron porque trabaja en la construcción. Pero, como los grupos son internacionales y en Brasil había un participante apodado de la misma forma, le sumaron el ‘Charrúa’.

“Antiguamente, la capoeira estaba prohibida. En Brasil, cuando se hacían ruedas clandestinas, no se le decía a nadie por el nombre, sino que todos tenían un apodo. Por eso usamos apodos ahora”, explicó. Y añadió: “Podemos pasar años dentro del grupo y no saber cuál es el nombre verdadero de cada compañero”.

Capoeira e inclusión social

Moncalvo ha llevado la capoeira a barrios carenciados. Así, niños, niñas y adolescentes de contextos vulnerables han podido practicar el deporte de forma gratuita, construir un sentido de pertenencia a un grupo e incluso viajar a Brasil y conocer a capoeiristas del mundo. Para él, la mayor satisfacción está en escuchar cosas como: ‘Me ayudó mucho con la capoeira porque sino de adolescente hubiera estado en otro lugar haciendo cosas que no están buenas’.

Una chica que llegó a la capoeira gracias a Moncalvo fue Tatiana Arara, que hoy tiene 23 años. “Tenía 9 años cuando unos amigos vieron el anuncio en Punta de Rieles y me dijeron: ‘Che, vamos’. No sabía ni qué era, pero dije: ‘Bueno, vamos a probar’. Y la verdad, fue lo mejor que me pasó en la vida”, sostuvo en diálogo con El País.

No solo aprendió los movimientos de la capoeira, sino también a tocar instrumentos, a cantar en portugués y, sobre todo, a comunicarse mejor con los demás. “Era una persona muy antisocial y las clases me ayudaron mucho”, afirmó. También viajó a Brasil y conoció gente de Chile, Portugal, Francia y España. Siguió practicando sin parar hasta los 18 años y luego también, solo que no con la misma constancia.

“Lo que más me gusta es el compañerismo que hay. Uno llega, deja todo lo que tiene y se va con una energía diferente”, señaló. Y agregó: “El maestro es nuestro sostén. Es una persona que nos apoya, escucha y aconseja. En mi caso fue así. Perdí a mi padre a los 15 años y de ahí en más tuve que encarar mi vida, y el maestro siempre estuvo ahí. Sé que si el día de mañana digo: ‘Me pasa esto’, él va a estar”.

Moncalvo ha trabajado con el Centro Cultural Florencio Sánchez, Mundo Afro, Programa Esquinas de la Cultura de la Intendencia de Montevideo, INAU, Casa de la Cultura Afrouruguaya, Centro de Rehabilitación Visual Tiburcio Cachón, Udelar, Asociación Cristiana de Jóvenes, Instituto Tecnológico del Uruguay y Movimiento Tacurú. Este año estará en Punta de Rieles, el Cerro y tres barrios más —a definir— a través del Programa Esquinas.

Cuando dio clases en la Udelar, logró que algunos chicos de los barrios donde trabajaba pudieran asistir también: “Quería que hubiera un intercambio; que los universitarios conocieran esta realidad y que los chicos del barrio conocieran la otra. El trabajo de inclusión siempre está presente en la capoeira”.

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